sábado, 20 de abril de 2013

Depuración

La historia pasada de mi vida, las experiencias vividas y los dolores experimentados me han constreñido desde pequeño a luchar, a defenderme, a no creer en todo lo bueno que la vida podía ofrecerme, a crear dentro de mí una barrera emotiva para sobrevivir.
Me he acostumbrado a resucitar de las situaciones más duras y difíciles que se me han presentado, a afrontar cada momento presente con fuerza, entusiasmo y determinación en el querer continuar adelante.
Esta forma de conocer la vida me ha permitido superar obstáculos y vivir situaciones en las que todos me daban por acabado.
También en el amor he sufrido y he afrontado los sentimientos, las emociones, la pasión de aquel sentir que vivía dentro de mí, de un modo activo y enérgico, respondiendo al dolor emotivo del momento con todas las acciones posibles que me habían sido concedidas para superarlo.
He luchado con orgullo y arrogancia contra el dolor del alma, contra la tristeza de los instintos, contra las lágrimas del corazón.
A veces me he refugiado detrás de una coraza que me defendía, por miedo a que los demás me pudiesen hacer daño, ese daño que demasiadas veces había sentido.
Ahora, después de una vida vivida luchando, por primera vez no tengo ganas de hacer nada, no tengo ganas de reaccionar o de combatir, de afrontar el sentir que me desgarra el alma para no sufrir, y volver a esconderme de nuevo.
No me esconderé más, no huiré ante nada, y dejaré aflorar todo lo que siento, así, pasivamente.
El no hacer nada siempre ha sido interpretado por mi como una debilidad, pero esta vez siento que tiene otro sabor.
Necesito este sabor para poder conocer esa parte de mi que me falta.
Tengo que encontrar el valor de hacer este viaje para entender aquello que vive en mi corazón.
Desde que ella, la que podía haber sido la mujer de mi vida se ha ido, siento que las fuerzas me han abandonado, no tengo ganas de afrontar el dolor que siento, solo quiero pasar el tiempo en la tristeza y en la soledad, dar parte de ese tiempo a mi alma, que lo necesita para depurarse y volver a vivir.
No quiero ser demasiado duro conmigo mismo.
Vivo mis días de un modo diferente, en simbiosis con todo lo que me rodea, sin ningún esfuerzo, sin buscar nada, con la conciencia interior de aceptar todo.
Amar no es lo que sucede entre dos personas, sino como vivimos eso que sucede, el después…forma parte de lo que hemos vivido y sentido.
Paso los días solo, paseando por las callejuelas del centro, escribiendo, leyendo, siempre solo con el dolor en el alma y con el pensamiento dirigido a ella.
He cometido muchos errores, es cierto, pero aun es demasiado pronto para tirarme del precipicio, tengo que aprender a aceptarme y a perdonarme.
A veces me quedo durante horas tumbado en el sofá mirando la llama de una vela que se mueve, o  camino con los pies descalzos por la arena inmerso en el silencio de la noche, para escuchar el ruido del agua y sentir el olor del mar, y  así acordarme de ella.
Me es suficiente ver algo simple y banal que me recuerde a ella, para emocionarme y conmoverme, y mis preguntas permanecen dentro de mi sin respuesta.
No tengo ganas de salir con los amigos, de encontrar la compañía de una mujer, de buscar por todos los medios no pensar en ella.
Prefiero vivir este extraño divorcio con la vida, donde el pensamiento abandona el camino de la evidencia y se pierde la sensación de coexistir con los demás.
No puedo no pensar en ella, que vive dentro de mí en cada instante de vida, aunque si ello me genera sufrimiento y dolor.
Quiero pensarla solo para tener la ilusión de sentirla cerca mío, y no romper aquellos anillos invisibles de una cadena que se crean cuando un hombre y una mujer se aman, aun que por su parte hace ya tiempo que se rompieron.
Me he conmovido observando con envidia una pareja que se besa sentada en un banco, una montaña cubierta de nieve, o escuchando una canción que hemos vivido mientras hacíamos el amor.
Instantes banales y comunes, pero llenos de significado para un alma que no quiere olvidar.
Todo se revela ante mí de un modo diferente, las cosas habituales, los lugares habituales, todo ha cambiado, aquellas formas de vida que tenían un sentido normal, capturan ahora mi atención, mi alma, y  cualquier cosa me recuerda a ella.
Me doy cuenta de cómo lo banal a veces se convierte en extraordinario, dependiendo de los ojos que lo observan, y del alma que lo vive, como las pequeñas cosas se transforman en esenciales por mi sentir.
Volver solo a casa por la noche, cerrar la puerta y antes de dormir sentir la presencia de ella, allí a mi lado, y abrazar la almohada, y cerrar los ojos, y comenzar a soñar y a pensar que nunca se ha ido.
Y cuando me despierto por la mañana no encontrarla a mi lado me destruye.
Ya no veo el mundo por lo que es, sino por cómo soy y me siento en aquel momento, todo lo que me rodea es nuevo.
La lenta metamorfosis que tiene lugar dentro de mí, mientras espero que mi alma vuelva a renacer, se desarrolla con un silencio insólito, en ese silencio la veo y escucho su voz, siento el perfume de su pelo, el olor de su cuerpo, entro en la parte más verdadera y más profunda de la vida para descubrir el misterio y la magia que vivía dentro de esa mujer, a través de su sonrisa.
A veces es necesario tener la valentía de saberse escuchar y juzgarse, aunque ello pueda provocarte dolor, pero solo así se llega a entender qué se mueve dentro de nosotros, y a superar esa pausa de vida entre el hombre que soy y aquel que fui.
Hace más de un año que no salgo con una mujer, que no siento el deseo de conocer o de descubrir otro mundo femenino, de sentir una respiración diferente a la suya cerca de mí.
Las mujeres, incluso las más bellas, pasan ante mí como si fuesen invisibles.
A veces estoy tan concentrado en mis recuerdos que su presencia me molesta, son estas las señales que me comunican que el tiempo que necesito para depurarme es mucho más largo de lo que había imaginado.
Tengo la sensación de sentir su voz y de verla a veces entre la gente, la convicción de que incluso en la distancia puede sentirme, sentir mi deseo de verla, de hablarle, de aclarar este equívoco que nos ha llevado a distanciarnos,
hacerle entender que para amar se tiene que tener el valor de hacerlo y de afrontar juntos los momentos que podrían distanciarnos, y defender este amor delante del mundo.
A veces de noche, permanezco durante horas y horas observando el mar en su inmensidad, sentado encima de una roca, tengo la sensación de sentirla y de que también ella en aquel momento dondequiera que esté advierta mi presencia.
Ella no ha sabido perdonar, yo no he sabido pedir perdón.
No sé si volveré a ver a esta mujer, quizá ella en estos momentos esté ya en los brazos de otro, quizá para ella todo haya acabado ya.
La mente a veces engaña y ofrece todos los quizás del mundo y la inquietud y el ansia aumentan en cada instante de vida.
Tengo la sensación de haberme perdido en la noche, aunque intento conservar la calma de mis pensamientos, y continuar viviendo según mi filosofía, sin buscar soluciones, darme excusas, o resolver por fuerza el problema, dejo que cada cosa suceda, que cada circunstancia que me rodea me alcance de la manera más natural, confío en que todo este infierno se resuelva, aunque no tengo certezas, espero sólo que los pensamientos que me atraviesan y nacen dentro de mí, me ayuden a entender y quizá a salvarme.
He decidido dejar pasar el tiempo, todo en manos del destino, y creer que si esa mujer ha nacido para mí, para ser mía, nada ni nadie podrá tenerla o quitármela, y volverá a mí, y yo estaré ahí esperándola, listo para comenzar de nuevo.
Necesito creer un poco en la fatalidad de la vida que dispone las cosas, y que por arte de magia hechos y amores que pensábamos imposibles llegan a nosotros para ser vividos.
Nuestro encuentro estuvo envuelto por una magia que aun recuerdo, ese recuerdo me mantiene vivo.
Todo lo que muere dentro de nosotros muere porque hemos dejado de soñarlo y de desearlo con la debida fuerza, y nos hemos rendido ante la evidencia de las circunstancias, y nuestro sueño se desvanece y nos deja solos.
Pero la vida no está hecha de evidencias, el amor no es una evidencia, es una magia que misteriosamente aparece, a veces se va, y a veces vuelve más fuerte que antes, para ser eterna.
Esos anillos únicamente se romperán cuando ella quiera, quizá cuando ella me haya olvidado, ese día yo escucharé su ruido, dejaré de esperar y tristemente deberé volver a vivir, arrastrando dentro de mí las heridas de mi pérdida.

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