lunes, 29 de abril de 2013

El Desierto in Xpedit.

Tumbado en el sofá que acabo de comprar, observo desde la ventana una lluvia fuerte y violenta, que cae sobre la  ciudad.
Tranquilo y relajado, estoy escuchando buena música, fumando un cigarrillo y bebiendo un vaso de whisky.
La música es importante en mi vida, nunca me ha gustado el fútbol,
los espectáculos de variedades, o los debates políticos, encuentro todo este teatro muy aburrido.
Me aburren mortalmente los presentadores y los programas idiotas de los cuales la mayoría de la gente se alimenta cada día para no pensar.
En cambio veo la música como una de las mejores creaciones del hombre para mejorar su monótona y rutinaria existencia.
Logra aislarme del mundo y de sus componentes, me trasmite la sensación de estar en una barca en medio del océano, o en una isla desierta, sin ningún ruido que perturbe la calma de mi mente, en paz con mi alma.
Con la música, el recuerdo de una experiencia vivida adquiere un valor especial, hace que una determinada situación ya vivida sea adecuadamente reconocida y recordada.
Mi alma tiene un gran componente musical, que en un momento dado rechaza todos los sonidos y va a la búsqueda solo de la melodía.
Voy a menudo a pequeños bares a las afueras de las ciudades para escuchar música en vivo de artistas desconocidos.
Viena es una ciudad generosa en locales que ofrecen una amplia selección.
La otra noche asistí en uno de estos pequeños espacios, en el centro histórico de la ciudad, gestionado por jóvenes artistas, a una concierto portugués.
El fado me emociona.
Entre canción y canción se instauraba un respetuoso silencio por parte del público, que me daba el tiempo para organizar mis pensamientos y entrar en la profundidad de lo que sentía, forjando un poco de espacio entre mis reflexiones.
Voy a menudo solo a estos espectáculos para no sentirme  obligado a hablar, las charlas de conveniencia me aburren.
Además de la música, el espacio de tiempo que dedico con gran placer a mí mismo es cuando leo un buen libro o, incluso más, cuando siento la vena artística de escribir.
Escribir es el arte de transformar la realidad en un sueño o regalar un sueño a la realidad.
Mi alma se nutre de las palabras escritas encontradas en grandes textos, después pensadas y analizadas dentro de mí.
A menudo escribo en trozos de papel, en servilletas encontradas en los bares o sobre los manteles cuando voy a cenar en pequeños restaurantes.
Muy a menudo utilizo también hojas de papel que encuentro aquí y allá en la calle, que recojo con entusiasmo para anotar ideas, pensamientos y reflexiones del momento.
Cuando no encuentro nada, escribo en la primera cosa que  tengo, que podría fácilmente ser un pañuelo.
Sin embargo, conociendo mi pasión, he tomado el hábito de salir de casa con un lápiz y un pequeño cuaderno que  escondo en el interior del bolsillo de mi chaqueta.
El 20 de septiembre, fui invitado a ir a Viena por el propietario del bar Xpedit, un italiano de Liguria amigo mío, para asistir a una exposición de fotografía y pintura.
En la Wiesngerstrasse cerca del corazón de la ciudad vieja casi en la esquina con la Biberstrasse, en un gran edificio  histórico típico vienés se encuentra el bar restaurante Xpedit.
Un lugar famoso en la ciudad por sus “tramezzini” y especialidades italianas.
A veces hay música en vivo, Funky music, que contribuye a crear un ambiente relajado e informal, lleno de chicas alternativas y bellas.
Un antiguo almacén textil convertido en un bar restaurante donde se sirven platos en grandes mesas comunes entre estanterías llenas de grandes latas de aceite, y sacos de judías, papeles y viejos periódicos colgados en las paredes.
Mesas y sillas de madera, sillones de cuero blanco, dos o tres pizarras dejadas como por casualidad en varias esquinas donde se escriben en tiza de color los eventos de la semana, la oferta del día, o las especialidades de la casa.
Un ambiente familiar y acogedor donde muchos van para encontrarse, otros para buscar su propio espacio o ser  consolados por alguien que conocen, a veces lo encuentran, y entonces los ves reír contentos, a veces no, entonces  permanecen allí solos consumiendo en paz algunos minutos de sus vidas, otros sentados delante de una taza de café que tardan en tomar, tal vez esperando a alguien que no  vendrá o recordando un pedazo de sus vidas.
Los más apresurados consumen, pagan y se marchan sin  dejar nada de ellos.
Lo que sucede en un bar pasa también en las vidas de cada uno de nosotros.
Entradas y salidas, como vivir y morir, muchas veces simplemente volver a nacer, un pequeño
microcosmos  donde nada sucede al azar.
Eran casi las 22 horas de aquel jueves noche, y con el habitual vaso de buen vino austríaco delante de mí, mi vena artística quizá por un vaso de más se abrió…
Me senté a un lado para observar mejor el mundo que me rodeaba y que se movía rápido.
Por casi un par de horas analicé los gestos, las miradas, los movimientos, escuchando las palabras y los diálogos secretos de la gente a mi alrededor.
Fuera hacía frío y llovía sin parar.
Muchos clientes entraban en el bar con sus chaquetas mojadas y capuchas sobre sus cabezas, dejando huellas en el suelo, todos se reunían lo más cerca posible entre ellos, para robar de manera lícita y egoísta un poco de calor.
Cuando entré en el bar, la chica de detrás del mostrador estaba preparando todo lo necesario para hacer frente a la noche, limpiando los espejos, lavando tazas y vasos, para luego pasar lentamente el trapo como si quisiera perder un poco de tiempo para descansar.
Sus gestos lentos y melancólicos estaban acompañados por una cierta tristeza.
Al verla ocupada en su trabajo entre jarras de cerveza, copas de vino, falsas y a veces verdaderas sonrisas que regalaba a los clientes, no tuve la sensación de que fuera feliz, al menos no lo era ese día, me lo comunicaron sus miradas sin luz.
Tenía el pelo castaño recogido en una coleta con un lazo negro, una blusa de color negro con botones semiabiertos  que dejaba ver la exuberancia de su pecho, tal vez no demasiado verdadero, tenía un rostro dulce.
El tatuaje en medio de los pechos, un delfín con las alas, representaba la libertad. Por lo menos eso es lo que ella me dijo.
No era hermosa, pero desprendía belleza, limpieza, bondad e inocencia.
Debía de tener unos 25 años, chilena, de Santiago de Chile, trabajaba en aquel bar desde hacía unos seis meses, su alemán sufría mucho por el acento latino.
La llamé con un gesto, levantando el brazo para pagar la cuenta.
Dejé unas monedas sobre la bandeja, ella me dio las gracias con una sonrisa no diferente de la que le regalaba  a los otros clientes, y mientras se giraba para recuperar su posición inicial, le pedí un bolígrafo, para detener aquellos  pensamientos que habían aparecido de repente.
Me sonrió, y con una dulzura desarmarte me lo entregó sacándolo del bolsillo trasero de sus pantalones.
No sólo los hombres que han vivido vidas intensas, sino también las personas que viven una simple biografía de sus vidas a veces buscan una alternativa para escapar al aburrimiento y a la monotonía de su existencia. - ¿Es usted un escritor? Me preguntó curiosa
- No, pero me encanta escribir, siempre escribo sobre cualquier cosa, en cualquier lugar, cuando tengo la inspiración o cuando conecto con mi alma.
No me gusta hablar con la gente, la mayoría de las veces no tiene nada interesante que decir, prefiero escribir con el fin de recordar mis pensamientos y reflexiones.
La pluma para mí es un canal que conecta el cerebro con el corazón y que la mano trasforma.
Todo lo que vive dentro de mí y que no expreso con palabras lo convierto en tinta, la diferencia es que las palabras se oyen, pero no se ven, la tinta se puede ver pero no oír, sin embargo puede transmitir un flujo perpetuo de sensaciones que una vez leídas, permanecen impresas  dentro de ti quizá para toda la vida.
Aunque no soy un escritor, escribir para mí es como nadar en un río de pensamientos que no puedo controlar.
- ¿De dónde vienes? ¿Eres italiano, verdad?
- Vengo del desierto del Sahara.
- ¿Qué? ¿Me tomas el pelo?
- No en absoluto, vivo en una gran carpa con todas las comodidades, como los grandes guerreros beduinos.
Alguna vez dejo la soledad de la arena, la distancia del cielo, la luz de las estrellas, el perfume del viento y la sensación de la noche, para venir aquí y tomar un café.
- ¿Y que haces en el desierto solo? Quiero decir... ¿de qué vives?
- Soy vigilante del único oasis con agua en 1000 kilómetros cuadrados, todas las caravanas de turistas se ven obligadas a parar para descansar, para beber, lavarse y comprar pequeñas botellas llenas de arena como recuerdo.
El único problema que tengo es cómo gastar el dinero que gano. En el desierto no hay tiendas que vendan productos de marca, coches de lujo, joyas, el mejor amigo que puedes encontrar entre las dunas eres tú mismo, si no estás en sintonía contigo tienes un gran problema.
Parece que no tenga nada allá, pero mi alrededor me llena, tú en cambio parece que lo tienes todo a tu alrededor, pero  al mirar tus ojos, parece que no tengas nada, les falta aquella luz que da vida al alma.
Tal vez porque te sientes prisionera de un tiempo que no amas, un tiempo que no te pertenece.
-¿Y cómo puedes saberlo? ¿Cómo puedes decirme y afirmar  estas cosas si ni tan siquiera me conoces?
- Mira… en el desierto estoy solo, y un hombre solo tiene que aprender el lenguaje del silencio, a leer y entender los secretos de las personas y de las cosas.
Leo las estrellas como tú lees un libro, escucho las palabras del viento como tú escuchas un programa de televisión, hablo con el ruido de la noche, como tú hablas con un amigo, vivo el deseo de la arena que se mueve y cambia cada día, como tú vives el deseo de comprar un par de zapatos nuevos, oigo los gritos del silencio como tú escuchas los gritos de un niño, veo la profundidad del mar y el  movimiento lento de los peces, como tú ves la profundidad de un vaso de agua y el movimiento del hielo.
Las visiones y los mensajes de la vida que nos llegan de una manera diferente.
- Me haces reír con tus discursos, en el desierto no hay mar, no hay peces.
- Todo lo que tú quieres ver a través de tus ilusiones y creer que existe en la realidad, existe para ti y en tu interior.
La mayoría de la gente vive en el desierto de sí mismos y no tienen el coraje de cambiar, si tan sólo encontrasen el coraje para cruzar las montañas de arena que viven dentro de ellos y les impiden llegar a ser diferentes, podrían llegar a ver el fondo del mar y descubrir aquello que todos buscan  para ser felices, el amor.
Mientras estaba hablando, el bar se había de llenado de nuevo de gente que esperaba con impaciencia ser atendida.
Me sucede a menudo que cuando alguien me pregunta acerca de lo que escribo, y si soy un escritor, monopolizo esa pregunta con respuestas viscerales y con los ojos fijos en la vida.
Me siento como un actor fuera del escenario, a mi alrededor ruidos sordos, movimientos apresurados, diálogos inútiles,
personas superficiales e imágenes descoloridas de la nada.
El escritor va en busca de palabras que los demás pueden entender, a lo mejor y tal vez, con el tiempo.
Con su escribir trata de poner a disposición de los demás  una sensibilidad que él tiene en el oír, en el ver y en el sentir los pequeños mensajes de la vida.
Me parece increíble y fantástico, que un simple ser humano sepa hacer emocionante una cualquier situación banal que la mayoría de gente tal vez nunca ha vivido.
El escritor tiene una sensibilidad en el observarse a sí mismo que le permite superar lo racional y volar con la imaginación por encima del pensamiento común de los seres humanos, demasiado apegados a la tierra.
Quien lee, como quien escribe, difícilmente puede adaptarse a su entorno.
Había dejado de llover y ya era hora de irse.
Deje el lápiz sobre la mesa y abrí la puerta para salir del bar, una voz más fuerte que las demás me hizo girarme de golpe.
-Hey... hey... escritor vuelve más tarde, acabo mi turno a la una de la noche, yo también quiero tener la oportunidad de subir a las montañas y de ver el mar.
Le sonreí enviándole  un beso desde la palma de mi mano, tal vez había llegado la hora de no estar más solo en el desierto.
Y el alma pregunta…

miércoles, 24 de abril de 2013

Avión

-Señor, perdone... Debe apagar el móvil. Señor... Señor...
Abro los ojos de repente, casi asustado por aquella voz de
ángel que me despierta.
Ante mi, una preciosa chica de unos 25 anos.
Llevaba un traje azul oscuro ceñido al cuerpo, una blusa
blanca con unos botoncitos que apenas contenían sus
pechos y unos zapatos negros con tacones altos.
Su pelo negro como el carbón se sujetaba con una pinza en
la parte posterior de su cabeza. Sus ojos eran de un negro
penetrante y sus labios, de sueno.
Las gafitas cuadradas le daban un aire intelectual.
-Perdone...Señor, debe apagar el teléfono durante el
vuelo.
La miro asombrado, preguntándome por que se introdujo
de manera tan abrupta en mi mundo.
Se llama Laura, lo leo en la tarjeta blanca que lleva colgada
en el pecho, donde aparece escrito su nombre.
Es una de las cuatro azafatas con las que tendré que hacer
el viaje de Paris a Praga.
Sin darme cuenta, he caído en un sueno profundo.
La noche anterior no pude dormir, y al sentarme en el
asiento asignado, me he abandonado, y sin quererlo, he
dejado mi móvil encendido.
-Señor... Me dice insistiendo en su advertencia Su
teléfono móvil ha sonado hasta hace un momento. Tiene
que apagarlo, por favor.
Introduzco en seguida la mano en el bolsillo de mí
chaqueta y, todavía un poco dormido, saco el objeto de la
discordia. Con fuerza, empujo la tecla -apagar -.
-Perdóname, le digo con una pequeña sonrisa me quede
dormido.
Ella me miro casi con desprecio y, sin decir una palabra, se
marcho.
!!Pero bueno… Que chica tan simpática!!
Me gustaría tomar la salida de emergencia y saltar con un
paracaídas.
La idea de hacer este viaje con una azafata tan agradable
me entristece.
La gente no es mas tolerante, todos se han convertido en
profesores de la nada.
Deslizo mi mirada fuera de la ventanita desde la que puedo
ver un enorme manto azul cubierto aquí y allá de nubes
blancas.
Parece que no les importa nada lo que ocurre a su
alrededor. Se mueven lentamente transportadas por el
viento, sin la obligación de ir hacia ninguna dirección. No
tienen prioridad, viven en armonía con su naturaleza.
Es como estar en el paraíso.
Es un día hermoso, el sol entra con fuerza dentro del avión
ya a gran altura.
Me emociona pensar en la inmensidad de este cielo y en la
naturaleza que me rodea.
La naturaleza me ha transmitido siempre una sensación de
poder que trasciende cualquier momento de pesimismo, en
el que a veces caigo.
Si un hombre deja de creer que cada día delante de el tiene
un amanecer mas sagrado, un cielo mas sereno, una
puesta del sol mas emocionante de lo que ha vivido hasta
ese momento, vivirá siempre su vida en un estado de
desesperación y soledad interior.
Solo observando la naturaleza se entiende el poder del
amor que reside dentro de cada cosa.
Miro a los pasajeros que se encuentran cerca de mi. A las
parejas abrazadas que se besan o se susurran dulces
palabras para no ser escuchadas, tomados de la mano para
estar mas cerca uno del otro.
Cansado de la noche anterior, cierro los ojos y trato de
dormir un poco.
Ella esta siempre en mis pensamientos, vive dentro de mi,
en cada instante, no puedo dejar de pensarla.
Pienso que amarnos es una ilusión o un sueno que nos
envuelve, pero  a veces imposible.
La otra noche, fue la primera vez que se quedaba a dormir
en mi casa.
Hicimos el amor toda la noche, existimos solo nosotros.
En la noche la buscaba, la abrazaba, la besaba suavemente
en el cuello moviendo su cabello y le acariciaba dulcemente
su piel sedosa.
Aquel olor suyo natural a vainilla, que tenia en la piel, me
trasportaba a otro mundo.
Al día siguiente seria domingo; yo debería tomar el avión a
las 17:00 horas.
Después del café, tomado juntos, nos abrazamos de nuevo,
casi con miedo de perdernos.
Me tumbe en la cama mirando el techo. Ella apoyo la
cabeza en mi pecho.
Con una mano le acariciaba suavemente el pelo, con la otra
le tocaba delicadamente sus pechos.
Todavía me acuerdo de su pregunta.
-¿Por que crees que el amor es una ilusión?
-El amor es tal vez la mas carnal de las ilusiones, digo
ilusión si piensas que amar, como muchos creen, es poseer,
en el sentido material de la palabra.
Si amar fuera poseer, dime como podemos poseer el
cuerpo.
No podemos poseer con la pasión y el deseo el cuerpo del
otro.
No podemos hacer nuestra la materia.
E incluso si así fuera, seria solo una acción momentánea,
ya que es precisamente el cuerpo el que cambia y se
transforma a nuestros ojos al mismo tiempo que es vivido.
Un cuerpo que aun no ha amado es diferente de uno ya
amado.
En el segundo caso, no amamos solo el cuerpo, sino
la sensación que nos vino anteriormente.
Si amas solo carnalmente, la sensación sentida inicialmente
desaparece y, desaparecida esa sensación, desaparece
también el deseo y la pasión del amor.
El cuerpo es una simple obra estética que se trasforma y
termina con el tiempo.
La belleza nunca ha tenido la capacidad de penetrar en el
ser, y puede atar a tu corazón en lo que es transitorio y
que cambia con el tiempo.
Los recuerdos de las sensaciones experimentadas al hacer
el amor siguen vivos en la mente solo si las dos almas se
convierten en cómplices.
Para amar se necesita el alma.
-Pero… ¿Como podemos poseer el alma de otro?
El alma raramente se comunica con la materia, se relaciona
siempre a un nivel mas elevado, donde los gestos y las
palabras no son suficientes.
A veces, la fugaz verdad de nuestras palabras revela el
poco valor de nuestras declaraciones.
Muchas veces, para comunicarse con el alma propia, debes
alejarte de la vida cotidiana, de aquella monotonía que
acomuna a todos.
Pasaras así una frontera invisible donde leyes nuevas y
universales comenzaran a establecerse dentro de ti.
Vivirás tu sentir y percibirás lo que te rodea en un nivel
mas alto que el de la mente, la razón, la materia.
Las leyes que gobiernan el universo comenzaran a ser parte
de tu vida, y la soledad ya no será un obstáculo.
Llevamos una mascara que oculta dentro de nosotros la
verdad de nuestros sentimientos.
Te pongo un ejemplo para convencerte de lo que te digo…
Puedes encontrar a un hombre y decir a todos que lo amas,
actuar como si lo amaras, y llegar a pensar que lo amas de
verdad, pero...
Si tu alma se resiste, y no llega a comunicarse con la suya,
después de un tiempo, todo el castillo de amor que has
creado y construido con la voluntad se cae.
Si la voluntad no sirve para amar, .por que debemos
abandonar nuestras percepciones y nuestro sentir? .Por el
sentido común?
El sentir hace que el alma este despierta, cobre vida, se
interrogue y tenga una relación profunda consigo misma.
Solo si tu alma entra en sintonía con tu cuerpo, podrá
amar; de oto modo, vivirá siempre dentro de ti una lucha
que nunca podrás ganar, ni siquiera reprimiéndote, ni
siquiera regalándote unas mentiras.
El alma no te perdona si la engañas.
El sonido de una campana me despierta y me aleja de mi
sueno.
El piloto del avión anuncia el inicio del aterrizaje.
Aquella –agradable- azafata de antes vuelve de nuevo a
pasar cerca de mi, para controlar los asientos, las mesitas y
para comprobar que los cinturones estén bien abrochados.
Nuestros ojos se encuentran con una leve complicidad.
Esta vez, su mirada es mas dulce, y sus labios me dejan
entrever una sonrisa.
Los indicadores situados sobre los asientos se encienden y
el avión empieza lentamente a descender trasportado por la
corriente del viento y por los motores que pierden vigor.
Trato de mantener mi mirada fuera de la ventana, casi para
robar la ultima sensación al mirar aquel cielo.
Se abren las puertas para sacar las ruedas y el avión se
prepara para tocar el suelo.
El ruido anula todos mis sueños y me trae de vuelta a la
realidad.
Siento que el aparato se desliza en un suelo sólido y
seguro.
Espero el permiso para levantarme y tomar la maleta.
Me pongo en fila como todos los demás y muy lentamente
llego a la salida. Despidiéndome como a todos los otros
pasajeros, veo a Laura que con una actitud profesional da
las gracias con una sonrisa.
Paso cerca de ella y le lanzo una mirada, y ella con un
gesto rapidísimo introduce en el bolsillo de mi chaqueta un
trocito de papel con su numero de teléfono escrito.
Bajo por la escalera de salida y me vuelvo para mirarla:
ella, asomada frente a la puerta del avión, me señala
lentamente haciéndome un gesto para que la llame.
La llamo cerca de las 21.00h. de la noche.
Fuimos a cenar a un pequeño restaurante, romántico y
acogedor, pasamos largas horas hablando de nosotros.
Era dulce, bella, estaba disponible.
También ella, como yo, estaba buscando el amor eterno;
también ella, como yo, salía da una relación; también ella
quería volver a vivir y sentirse amada.
Esa noche hicimos el amor con la esperanza de que
nuestras almas pudieran conectar y trasformar nuestro
encuentro tan casual en la magia de la vida con la que el
amor se nutre.
Y el alma pregunta.

sábado, 20 de abril de 2013

Samuelebeniabram EL ALMA PREGUNTA


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Depuración

La historia pasada de mi vida, las experiencias vividas y los dolores experimentados me han constreñido desde pequeño a luchar, a defenderme, a no creer en todo lo bueno que la vida podía ofrecerme, a crear dentro de mí una barrera emotiva para sobrevivir.
Me he acostumbrado a resucitar de las situaciones más duras y difíciles que se me han presentado, a afrontar cada momento presente con fuerza, entusiasmo y determinación en el querer continuar adelante.
Esta forma de conocer la vida me ha permitido superar obstáculos y vivir situaciones en las que todos me daban por acabado.
También en el amor he sufrido y he afrontado los sentimientos, las emociones, la pasión de aquel sentir que vivía dentro de mí, de un modo activo y enérgico, respondiendo al dolor emotivo del momento con todas las acciones posibles que me habían sido concedidas para superarlo.
He luchado con orgullo y arrogancia contra el dolor del alma, contra la tristeza de los instintos, contra las lágrimas del corazón.
A veces me he refugiado detrás de una coraza que me defendía, por miedo a que los demás me pudiesen hacer daño, ese daño que demasiadas veces había sentido.
Ahora, después de una vida vivida luchando, por primera vez no tengo ganas de hacer nada, no tengo ganas de reaccionar o de combatir, de afrontar el sentir que me desgarra el alma para no sufrir, y volver a esconderme de nuevo.
No me esconderé más, no huiré ante nada, y dejaré aflorar todo lo que siento, así, pasivamente.
El no hacer nada siempre ha sido interpretado por mi como una debilidad, pero esta vez siento que tiene otro sabor.
Necesito este sabor para poder conocer esa parte de mi que me falta.
Tengo que encontrar el valor de hacer este viaje para entender aquello que vive en mi corazón.
Desde que ella, la que podía haber sido la mujer de mi vida se ha ido, siento que las fuerzas me han abandonado, no tengo ganas de afrontar el dolor que siento, solo quiero pasar el tiempo en la tristeza y en la soledad, dar parte de ese tiempo a mi alma, que lo necesita para depurarse y volver a vivir.
No quiero ser demasiado duro conmigo mismo.
Vivo mis días de un modo diferente, en simbiosis con todo lo que me rodea, sin ningún esfuerzo, sin buscar nada, con la conciencia interior de aceptar todo.
Amar no es lo que sucede entre dos personas, sino como vivimos eso que sucede, el después…forma parte de lo que hemos vivido y sentido.
Paso los días solo, paseando por las callejuelas del centro, escribiendo, leyendo, siempre solo con el dolor en el alma y con el pensamiento dirigido a ella.
He cometido muchos errores, es cierto, pero aun es demasiado pronto para tirarme del precipicio, tengo que aprender a aceptarme y a perdonarme.
A veces me quedo durante horas tumbado en el sofá mirando la llama de una vela que se mueve, o  camino con los pies descalzos por la arena inmerso en el silencio de la noche, para escuchar el ruido del agua y sentir el olor del mar, y  así acordarme de ella.
Me es suficiente ver algo simple y banal que me recuerde a ella, para emocionarme y conmoverme, y mis preguntas permanecen dentro de mi sin respuesta.
No tengo ganas de salir con los amigos, de encontrar la compañía de una mujer, de buscar por todos los medios no pensar en ella.
Prefiero vivir este extraño divorcio con la vida, donde el pensamiento abandona el camino de la evidencia y se pierde la sensación de coexistir con los demás.
No puedo no pensar en ella, que vive dentro de mí en cada instante de vida, aunque si ello me genera sufrimiento y dolor.
Quiero pensarla solo para tener la ilusión de sentirla cerca mío, y no romper aquellos anillos invisibles de una cadena que se crean cuando un hombre y una mujer se aman, aun que por su parte hace ya tiempo que se rompieron.
Me he conmovido observando con envidia una pareja que se besa sentada en un banco, una montaña cubierta de nieve, o escuchando una canción que hemos vivido mientras hacíamos el amor.
Instantes banales y comunes, pero llenos de significado para un alma que no quiere olvidar.
Todo se revela ante mí de un modo diferente, las cosas habituales, los lugares habituales, todo ha cambiado, aquellas formas de vida que tenían un sentido normal, capturan ahora mi atención, mi alma, y  cualquier cosa me recuerda a ella.
Me doy cuenta de cómo lo banal a veces se convierte en extraordinario, dependiendo de los ojos que lo observan, y del alma que lo vive, como las pequeñas cosas se transforman en esenciales por mi sentir.
Volver solo a casa por la noche, cerrar la puerta y antes de dormir sentir la presencia de ella, allí a mi lado, y abrazar la almohada, y cerrar los ojos, y comenzar a soñar y a pensar que nunca se ha ido.
Y cuando me despierto por la mañana no encontrarla a mi lado me destruye.
Ya no veo el mundo por lo que es, sino por cómo soy y me siento en aquel momento, todo lo que me rodea es nuevo.
La lenta metamorfosis que tiene lugar dentro de mí, mientras espero que mi alma vuelva a renacer, se desarrolla con un silencio insólito, en ese silencio la veo y escucho su voz, siento el perfume de su pelo, el olor de su cuerpo, entro en la parte más verdadera y más profunda de la vida para descubrir el misterio y la magia que vivía dentro de esa mujer, a través de su sonrisa.
A veces es necesario tener la valentía de saberse escuchar y juzgarse, aunque ello pueda provocarte dolor, pero solo así se llega a entender qué se mueve dentro de nosotros, y a superar esa pausa de vida entre el hombre que soy y aquel que fui.
Hace más de un año que no salgo con una mujer, que no siento el deseo de conocer o de descubrir otro mundo femenino, de sentir una respiración diferente a la suya cerca de mí.
Las mujeres, incluso las más bellas, pasan ante mí como si fuesen invisibles.
A veces estoy tan concentrado en mis recuerdos que su presencia me molesta, son estas las señales que me comunican que el tiempo que necesito para depurarme es mucho más largo de lo que había imaginado.
Tengo la sensación de sentir su voz y de verla a veces entre la gente, la convicción de que incluso en la distancia puede sentirme, sentir mi deseo de verla, de hablarle, de aclarar este equívoco que nos ha llevado a distanciarnos,
hacerle entender que para amar se tiene que tener el valor de hacerlo y de afrontar juntos los momentos que podrían distanciarnos, y defender este amor delante del mundo.
A veces de noche, permanezco durante horas y horas observando el mar en su inmensidad, sentado encima de una roca, tengo la sensación de sentirla y de que también ella en aquel momento dondequiera que esté advierta mi presencia.
Ella no ha sabido perdonar, yo no he sabido pedir perdón.
No sé si volveré a ver a esta mujer, quizá ella en estos momentos esté ya en los brazos de otro, quizá para ella todo haya acabado ya.
La mente a veces engaña y ofrece todos los quizás del mundo y la inquietud y el ansia aumentan en cada instante de vida.
Tengo la sensación de haberme perdido en la noche, aunque intento conservar la calma de mis pensamientos, y continuar viviendo según mi filosofía, sin buscar soluciones, darme excusas, o resolver por fuerza el problema, dejo que cada cosa suceda, que cada circunstancia que me rodea me alcance de la manera más natural, confío en que todo este infierno se resuelva, aunque no tengo certezas, espero sólo que los pensamientos que me atraviesan y nacen dentro de mí, me ayuden a entender y quizá a salvarme.
He decidido dejar pasar el tiempo, todo en manos del destino, y creer que si esa mujer ha nacido para mí, para ser mía, nada ni nadie podrá tenerla o quitármela, y volverá a mí, y yo estaré ahí esperándola, listo para comenzar de nuevo.
Necesito creer un poco en la fatalidad de la vida que dispone las cosas, y que por arte de magia hechos y amores que pensábamos imposibles llegan a nosotros para ser vividos.
Nuestro encuentro estuvo envuelto por una magia que aun recuerdo, ese recuerdo me mantiene vivo.
Todo lo que muere dentro de nosotros muere porque hemos dejado de soñarlo y de desearlo con la debida fuerza, y nos hemos rendido ante la evidencia de las circunstancias, y nuestro sueño se desvanece y nos deja solos.
Pero la vida no está hecha de evidencias, el amor no es una evidencia, es una magia que misteriosamente aparece, a veces se va, y a veces vuelve más fuerte que antes, para ser eterna.
Esos anillos únicamente se romperán cuando ella quiera, quizá cuando ella me haya olvidado, ese día yo escucharé su ruido, dejaré de esperar y tristemente deberé volver a vivir, arrastrando dentro de mí las heridas de mi pérdida.

Individuo

 Últimamente, como casi cada domingo, me encuentro sentado en un pequeño bar de la periferia, en la ciudad en la que vivo actualmente.
Me gusta buscar estos pequeños rincones de paraíso, como yo los defino, rodeados de simplicidad, anonimato, y una cierta dejadez en el mobiliario.
Desgraciadamente, a veces, como en este caso, la magia de estos lugares es destruida por aquella música de fondo demencial que te obligan a escuchar, y que sin que te des cuenta se introduce en el silencio de tus pensamientos, con la intención de violentarlos.
Observo a la gente a mi alrededor y sigo pensando que todos ellos están completamente locos, necesitan los sonidos, los ruidos, una conversación en voz alta y sin sentido para existir y sentirse partícipes de un mundo que los aleja de sus propias vidas.
Al observar sus vidas banales y fragmentarias, no encuentro ningún estímulo para continuar adelante.
No puedo compartir con los demás la superficial apariencia y alegría por cosas que no tienen sentido, necesito algo diferente para sentirme vivo, necesito algo diferente para entender porqué existo.
Aunque me encuentre en medio de los demás, hay momentos en que voy en busca de aquel silencio  interior aislándome de todos.
Necesito sentir que mi alma, mi ser, se desnuda de todas aquellas ficciones habituales y que todo dentro de mi se hace más agudo, penetrante, profundo, una desnudez árida de mi mismo.
Como si mirando mi vida asistiese a una realidad diferente de aquella que diariamente percibo.
Una realidad fuera de las formas, de la superficie, de aquello que me rodea, de lo que conozco, solo en ese silencio consigo percibir que la existencia cotidiana de la mayoría permanece suspendida en el vacío y aparece ante mis ojos carente de sentido y de finalidad.
Es como si en ese silencio interior, me precipitase en los abismos del misterio.
Siempre he pensado que el tipo de vida que rodea a cada hombre es un completo engaño y que existe algo diferente más allá de este vivir acostumbrado, habitual y tranquilo, que escondido tras una ostentosa felicidad, profesan con presunción y sabiduría.
La verdadera vida se rodea solitaria y silenciosa, pequeña y humilde, buscando entre estas apariencias un momento para volver a existir.
Lo que los hombres conocen de si mismos, no es más que una pequeñísima parte de lo que son, y muchos ni tan siquiera llegan a conocer esta pequeñísima parte, por  pereza de buscarla.
Cada uno de ellos lleva una máscara exterior visible para el mundo, pero esconden aquella interior, construida con la ilusión que cada uno hace o tiene de si mismo.
Todos mienten y se engañan, ninguno se ve como es sino como ha conseguido construirse.
Hipócritas... son hipócritas. No saben que la vida es un continuo equilibrio móvil, es un caer y resurgir, un fluctuar entre lo blanco y lo negro, lo bonito y lo feo, lo verdadero y lo falso, el placer y el dolor, el amor y el odio.
Tienen miedo de vivir y por ello hipotecan sus vidas en la certeza de la nada… la lógica, para esconderse y defenderse de aquello que ignoran.
No han entendido que la vida no es un término absoluto, sino al contrario, un algo hecho de sentimientos mutables y varios , según el momento, la casualidad,  la suerte, las coincidencias o  las circunstancias, o quizá de aquello que ya está escrito.
Con su lógica infantil, tienden a dar un valor absoluto a lo que es relativo y mutable, y no intentan entender la propia esencia que tal vez les empujaría en otra dirección.
Dan por ciertas y sinceras determinadas acciones que ponen en evidencia un carácter construido sobre vicisitudes comunes, e ignoran todo aquello que se manifiesta dentro de un hombre que ha vivido como querían las casualidades de la vida, o como ha elegido vivir.
Si un hombre es idéntico al del día anterior, sin haber advertido ningún cambio dentro de sí, sin haber sentido deslizarse dentro de sí pensamientos extraños e inconfesables, golpes de locura, sueños irrealizables, ilusiones fantásticas o acciones incoherentes, si ese hombre nunca ha puesto en duda sus pensamientos, sus acciones, la certezas afirmadas, entonces su vida es plana, común, banal, aburrida, y la evolución interior se ha rendido pasivamente ante la expectativa de la muerte.
Se preparan para morir y se olvidan de vivir.
Yo, para encontrar la vida que me es adecuada, tengo que excavar en profundidad y recortar de esa vida el valor de seguir adelante.
Tener la capacidad de detenerse y entender que aquellas cosas tan buscadas y deseadas por los demás no son las mismas que yo necesito.
No quiero esforzarme para vivir lo que vive mi vecino, ser tolerante, político, diplomático o inteligente como él, aceptado y simpático con todos.
No puedo cambiar o uniformarme exteriormente, mi cambio ha de estar en sintonía con mi ser, y se desarrolla en la profundidad de mi océano interior, donde los demás, incluso mis amigos más íntimos, nunca han tenido acceso.
Debo llevar a cabo mi vida aunque ésta hubiese estado basada en un error, y continuar adelante devanando aquel hilo de vida que aun tengo por vivir, sin olvidar nunca aquello que he vivido o he sido, consciente sin embargo de que a menudo a través de aquello que inicialmente parecía un error, se puede llegar a la verdad.
El secreto es saber volver a tras, pedir perdón, juzgarse de nuevo, sin abandonar el campo de batalla.
Solo así, paso a paso, puedo llegar a conocer profundamente el espíritu que vive dentro de mí y me diferencia de sentirme uno de tantos.
Sembrar la semilla de la armonía y llegar a aceptarme simplemente por lo que soy, destruyendo aquella conflictividad interior de la que los demás se nutren, porque no son capaces de pensar en un solo error que hayan cometido.
Pero la vida es justo eso, vivir significa dar y recibir y a veces rechazar dependiendo de lo que requieran las circunstancias, no depender de las condiciones externas, de los deseos, de las ambiciones, del intento forzoso, al afirmar las propias verdades a veces lógicas y racionales pero carentes de aquel tesoro que las hace únicas e independientes.
Con el paso del tiempo y de los años, el hombre tiende a ser fácilmente reconocible y predecible, a uniformarse con los demás y con aquello que lo rodea, y la rebeldía del guerrero se pierde y con ella su creación.
Y el alma de cada uno de ellos sigue pidiéndoles a gritos que encuentren el coraje de renovarse, para crecer y transformarse en lo que habían nacido para ser: un individuo.




El presente

Miro a la gente que me rodea, beben, comen, bromean, y ríen sin interrupción, complacidos y satisfechos, apoltronados e instrumentalizados por su dinero.
¿Pero son felices de lo que han llegado a ser? ¿De lo que hacen? ¿De lo que tienen?, de las casas, de los barcos, de la ropa, de los coches, de los ostentosos viajes y de las  amantes clamorosas, de todo lo que parece mucho y en realidad es poco, muy poco, no es nada, es solo el precio que deben pagar, lo mínimo que pueden conseguir al  gastar tanto dinero y aburrirse en la vida.
He sido invitado a una de esas patéticas cenas de negocios,  donde todos hablan sin decir nada.
Me divierte asistir en silencio a estas cenas, observando a los participantes inmersos en sus discursos y razonamientos sobre qué y cómo invertir el tiempo futuro.
No hay ninguno que no conozca el pasado, el presente o el futuro de cualquier cosa, que no sepa describir detalladamente lo que va a pasar.
Un análisis que produce hombres sin pensamiento, sin la capacidad de hacer penetrar dentro de sí mismos el aliento de la vida, los gritos del corazón, el llanto de alma.
Una generación de empleados bien pagados, hombres  semicultos que ilusoriamente calculan en cuántos años podrán alcanzar su meta.
Inteligencias estériles, memoristas y aparentes, espectadores temerosos de una vida que les pasa por delante, lenta y silenciosa sin ser vivida, y ni siquiera se dan cuenta, tan inmersos como están en la planificación del tiempo.
Un temor que nace de la ignorancia que tienen de sí mismos, de una actitud controlada y reprimida, de un rechazo ante todo lo que es desconocido, un temor  adecuado y apropiado a la sociedad en que viven, y al trabajo que, como esclavos, deben realizar.
Hacen caridad a diez mil kilómetros de distancia y se  olvidan de la vida que les pasa por su lado silenciosa, dejándolos solos, por aquella falsa caridad, que es sólo una excusa para justificar su egoísmo.
Ejércitos de ovejas que creen tener la misión moral de levantar el peso de generaciones de otras ovejas, no han entendido sin embargo que existe una vida más sencilla y menos racional que las vidas que se construyen para poderlas reconocer y darles un sentido.
Si está escrito que algo debe suceder, sucederá a pesar de los esfuerzos que hagan, y si deben morir, morirán con o sin el éxito alcanzado.
No sé si es un defecto, pero cuando estoy rodeado de tanta  superficialidad, por defensa o protección aíslo mi ser y entro en el túnel de mis pensamientos.
Son pocos los hombres que logran prestar una debida atención al presente de sus vidas, anticipan con su forma de vivir y de pensar un futuro desconocido y demasiado lento para ser alcanzado, como queriendo acelerar el tiempo para tener la ilusoria seguridad de que lo que vendrá será como ellos lo habían previsto.
Deambulan con sus palabras en tiempos que no les pertenecen, y escapan de la única cosa que tienen a su alcance, el presente.
Tienen miedo de conocer y vivir la verdad de aquel presente que a veces hiere y hace sufrir, y que aunque fuese agradable pasa demasiado rápido.
Si examinaran sus pensamientos, fácilmente se darían  cuenta de que la mayor parte de ellos están ocupados por el pasado o el futuro, se preparan para ser felices e inevitablemente nunca lo serán.
Sus deseos, sueños y ambiciones, les hacen imaginar un estado feliz respecto a lo que está por venir, porque añade a sus vidas placeres que no tienen.
Pero cuando algunos de estos sueños se convierten en una realidad, ni siquiera entonces serán felices, porque tendrán otros proyectos de futuro más grandes y más importantes que aquellos que una vez les hicieron esperar que cuando se cumpliesen les hubieran proporcionado la felicidad que tanto buscaban.
Actúan de acuerdo con las normas establecidas, se alinean y se uniforman con el único objetivo que consiste en una adaptación lo más cerca posible de la vida de todos, para no crear diferencias o roces, para evitar la responsabilidad que requiere ser un hombre.
Al observarlos, he entendido que son fantasmas sin voluntad alguna, que hacen lo que deben hacer, porque así  se lo han dictado y enseñado, y a pesar de sus estadísticas no se han dado cuenta de que la empresa más difícil es la construcción del individuo.
Buscan el poder, el dinero, los reconocimientos y drogados por un éxito ilusorio, se esconden tras un falso altruismo. La felicidad pasa a través los barrotes de la prisión que se han construido.
Para no aburrirse demasiado rápido, poseen alguna noción  aprendida en los pupitres del colegio, que les hace creer que hacen lo que quieren y que pueden llegar a lo que se han propuesto.
Se engañan a sí mismos con el fin de disfrazar sus acciones, sin ritmo, sin pasión, sin placer, y en la mayoría de los casos, sin la libertad de elegir.
El hombre para tener el dominio de cualquier cosa y ser su dueño, debe poder prescindir de eso y tener la posibilidad de otra cosa.
Pero cuando vivir para el abogado es un código, o para el analista un análisis, se convierte en una repetición de un pensamiento o un concepto, que los aleja de una metamorfosis que su naturaleza posee.
No han entendido nada de sus corazones, que laten lentos,  siempre más lentos, cada día que pasa, hasta latir siempre más despacio, y después un día también sus corazones se pararán, sin haber sido nunca escuchados.
Trabajan incansablemente en un proyecto imaginario para embellecer su vida y descuidan la verdadera.
Sin embargo, tendrían que considerar la corta duración de ésta, y darse cuenta del espacio pequeño e insignificante que ocupan, para poder adquirir el valor que falta.
Creo que la vida sea como un gran puzzle compuesto de millones de piezas que encajan entre ellas, el diseño ya ha sido planeado previamente y no tenemos ninguna posibilidad de cambiar ese plan, sin embargo, podemos dar un significado y un valor diferente a cada pieza que encontramos y encajamos con las otras, el valor de un momento o de la eternidad.