lunes, 23 de diciembre de 2013

El pensamiento.

Una reflexión sin importancia. Un pensamiento sobre lo que me he visto obligado a vivir en los últimos meses. Una lucha entre la mente y el corazón para la que no estaba preparado. Sumergido en la oscuridad y ahogado en un dolor que no me dejaba un instante, he visto como mis sueños e ilusiones eran destruidos por alguien con quien habría compartido mi vida. Este enemigo, el peor que podía encontrar, vivía dentro de mí, mi pensamiento. Fui a pasar cinco días al rincón más remoto del círculo polar Ártico, en Siberia. Un mundo cubierto de nieve. Un rincón para poder pensar sin ningún tipo de distracciones. Hasta ese momento, no había conocido un lugar parecido. Allí, en esa parte del mundo, aislado de todo, existían leyes especiales, hechas por hombres especiales, con una moral, una forma de ser y de pensar inusual. Vivían en ese lugar tan pocas almas que era difícil encontrarlas incluso durante el día. Sólo después de una tormenta de nieve que llegaba a cubrir hasta la mitad las ventanas de las casas, y en algunos casos las cubría por completo, se podía ver al día siguiente, algunos grupos de personas que con una pala en la mano se hacían espacio amontonando la nieve caída. La pala se hundía por debajo de aquella masa blanca que resplandecía al sol, como un cuchillo caliente atraviesa la mantequilla, y cuando caminaba en la noche penetrando en la oscuridad, crujía helada bajo mis pies. En ese lugar, el tiempo que pasaba lento y silencioso adquiría un valor más alto, por la capacidad que tenía de purificación del alma y regeneración de la moral. Recortar esos momentos, donde reorganizaba los pensamientos y las sensaciones sentidas en aquel periodo de tiempo, me daba un placer que no puedo explicar. Revisaba mis prioridades de vivir, de tener, de amar, para ir adelante en la vida, y averiguar si habían cambiado. Si lo que quería para mí y para mi futuro, era lo mismo que tenía ante mis ojos, en la manera y en la forma que se me presentaba, o si aspiraba a otra cosa. Y si el escepticismo niega todas las posibilidades de conocimiento real, el pensamiento se desarrolla en simbiosis con este en un esfuerzo constante por superar las provocaciones. A menudo sucede que quien piensa, no está seguro de pensar. El propio pensamiento se balancea entre la realidad y la ilusión, entre el sueño y la esperanza, entre la verdad y la mentira. Se escapa y se desliza, negándose a veces a dejarse agarrar. Un pensamiento enfermo, lejos de la verdad. A veces imaginar, es mucho peor que conocer una verdad terrible. La certeza puede ser dolor, pero la incertidumbre y la duda, son pura agonía. Yo, sufría por las sensaciones creadas por mis pensamientos que me asaltaban durante la noche, despertándome. He prestado siempre mucha atención a lo que percibo, como si todo estuviera atado a mí por un hilo muy fino. Y cada vez que este hilo llega a cortarse o privarse de una de sus partículas, tengo la sensación de haber sido traicionado de alguna manera. Aquel pensamiento me trasmitía la esperanza de que las cosas podían volver a ser como yo ilusoriamente imaginaba. No podía trabajar, no podía escribir, no podía amar. Me encerraba, sin querer, cada vez más en mí mismo. Me hacia preguntas, y buscaba las respuestas atormentándome. Pero no había forma de explicar todo aquello, carente de cualquier explicación lógica e inteligente. Había evidencias que no quería ni ver ni aceptar. Y esas evidencias traían consigo las respuestas que estaba buscando. Revisaba cada línea, cada diálogo, cada momento vivido, y engañándome, me esforzaba por encontrar el significado oculto que mas me convenía. Traté de descubrir las sombras de lo que había vivido y de lo que me había sido dicho. Había sin quererlo creado mi pena y mi prisión. Ese pensamiento se había apoderado de mí ser. Aquel dejarme llevar que de vez en cuando me arrebataba, aquella rendición deliberada a la propia resignación, un aplastante necesidad de descanso, por una continua tensión y angustia agotadora hacia una felicidad tan difícil de lograr, pero a la que, a pesar de las adversidades, no quería renunciar. Con demasiada frecuencia he tratado de difuminar los colores de aquel innegable presente que tenía ante mis ojos, especulando sobre las posibilidades que me eran favorables. Inventándome esperanzas, cada una de las cuales, llegaba a mi acompañada de una pesada desilusión que no tardaba en producirse cuando esa esperanza se encontraba con la realidad. No sé si es por esa ilusión que no he logrado la felicidad, o si, justamente, porque sabía que no era capaz de alcanzarla, la ocultaba voluntariamente en esta ilusión. Recuerdo que... una noche, alrededor de la media noche alguien me despierto. Encendí la luz. La tenue luz de la lámpara iluminaba apenas la habitación. Sentí que algo iba a suceder. Como si alguien me hubiese despertado a propósito para devolverme la vida. Fui al baño varias veces, empecé a hojear las páginas de una revista, me preparé una taza de té caliente para tener un poco de compañía. Como si un gesto normal pudiese convertirse durante la noche en algo extraordinario. Estamos demasiado acostumbrados a correr y demasiado poco acostumbrados a juzgarnos con honestidad y verdad, a intentar descubrir lo que hemos llegado a ser para ver si nos sigue gustando lo que somos. Estamos tan concentrados y preocupados por nosotros mismos, escondidos detrás de nuestro egoísmo y ausentes delante de todo, que siempre pensamos que el mal , el dolor, el sufrimiento nos viene de fuera y no desde dentro de nosotros. Casi nunca pensamos que lo que nos acontece, es la consecuencia de ese pensamiento que hemos creado, que cambia nuestra forma de ser y de vivir, mezclando las prioridades, los valores, los sueños, las ilusiones, hasta el punto de no reconocernos. Sólo al final del conocimiento de todas las cosas y de los acontecimientos tuve la posibilidad o la suerte de entenderlo. He entendido-que si un hombre no se agarra fuerte a la verdad y a la realidad de lo que pasa antes sus ojos, puede suceder que sus pensamientos, lo lleven a reconocer que mas verdadero que su verdad es lo que estos le trasmiten en la forma y en el modo, que considera más conveniente, obligándolo a recibir falsas sensaciones que lo llevaran a confundirse. Me había convertido en un prisionero de mis sentimientos. E incluso cuando, reconocidos como un error, ya no era capaz de alejarme tanto los amaba. La ansiedad se manifestaba en mí con el vacío que se genera entre el modo en cómo son las cosas y el modo en que pensaba que hubieran podido ser. Algo que se interponía entre lo real y lo irreal. Una decepción por lo que estaba viviendo que trataba de mantener oculto con esa dolorosa y penosa sensación de expectativa, para no romper aquella falsa armonía que tenia que tener, para seguir adelante en la vida, y poder interactuar con el mundo que me rodeaba. He entendido-que un hombre no es libre cuando es dueño de sus propios pensamientos, pero es libre cuando no es esclavo. No cuando no tiene constricciones, que éstas, de una manera u otra, están siempre presentes, sino cuando no percibe estas constricciones como tales. En pocas palabras, es libre cuando sus necesidades coinciden con su voluntad. Cuando sus pensamientos no lo influyen, no lo condicionan, y no tienen la capacidad de cambiar su estado de ánimo. A veces, un pensamiento se arraiga y se convierte en una obsesión que no nos permite ver y ni siquiera de entender. Tanto nos concentramos en superar ese pensamiento que nos atormenta el alma. He entendido-que la incapacidad actuar de forma espontánea, de expresar lo que realmente se siente y si piensa, la consecuente necesidad de presentar un “seudoyo” a nosotros mismo, es la raíz de un sentimiento de debilidad. Que si un hombre quiere convertirse en un verdadero averiguador de la verdad, por lo menos una vez en su vida debe dudar lo más profundamente posible, de sus pensamientos y de las sensaciones que esos le envían porque podrían ser falsas o sólo el resultado de la propia creación. He entendido-que si aquel pensamiento nos trasmite falsos sentimientos, esos sentimientos nos harán sufrir como si fueran verdaderos, porque seria improbable notar la diferencia. Nosotros dibujamos nuestro dolor, partiendo de algo que muchas veces nace sin fundamento. El todo y la nada nos trasmiten serenidad por igual. Nuestro enemigo no es la ansiedad. Pero si, aquella ansiedad paralizante, capaz de bloquearnos y obligarnos a una continua fuga. La que nos sumerge en continuos rituales y círculos viciosos El hombre ansioso, para su desgracia, se queda a medio camino, siempre a merced de un indicio, de instalarse en la seguridad del ser. He entendido- que hay cosas y hechos en la vida que no pueden ser juzgados por nadie sin haber sido vividos. Sólo puedo decir únicamente que la privación moral o la destrucción de un sueño o de una ilusión son mucho más crueles que los tormentos físicos. El hombre sencillo que pierde el sueño y la ilusión encuentra en la sociedad que lo rodea todo lo que necesita, y después de un tiempo vuelve a ser el mismo que antes. Pero el hombre dotado de una sensibilidad sutil, sufre mucho más. Debe ahogar sus necesidades y hábitos. Se debe trasladar a un medio de vida insuficiente, obligados a respirar otro tipo de aire, y el tiempo que necesita para recuperarse es sin duda mayor visto que, lo que lo rodea esta muy lejos de su sensibilidad. He entendido- que la esperanza para el hombre simple privado de su libertad de pensar, es diferente del hombre sensible que vive una percepción desemejante de la vida. El hombre simple espera algo de la suerte, de la casualidad de los eventos fortuitos que pueden cambiar. Y en aquella espera, vive tranquilamente sin preocupaciones. No ocurre lo mismo con el hombre sensible, que no puede aceptar de ninguna manera su destino como algo definitivo como algo que sea parte de una vida real. He entendido-que la base de todos los deseos y necesidades, a los cuales el hombre está ligado y vinculado es el pináculo de su dolor. Si le viene a faltar los objetos de sus deseos, su vida oscila como un péndulo, aquí y allá, entre el dolor y la alegría, entre la verdad y la mentira de su pensamiento, pues son en realidad su verdadero elemento constitutivo. Esa incesante inquietud sin palabras por lo que es obvio, aquella impaciencia singular, nacida de la esperanza que a veces se produce involuntariamente y que en ocasiones, es tan infundada que parece puro delirio. En mi búsqueda espiritual, en ciertas ocasiones, llegaba a bendecir el destino por haberme enviado a esa soledad, sin la cual no hubiera sido posible ni aquel juicio sobre mí mismo, ni siquiera aquella estrecha revisión de mis pensamientos Al final-llegué a la verdad de lo que viví, y de lo que tuve delante de mí. La duda se había ido y yo volví a ser un hombre libre. Un hombre feliz, dispuesto de nuevo a sentir, a amar, a estar en sintonía con aquella parte de vida que me había abandonado. Como una esponja húmeda que pasa sobre una pizarra y borra de golpe todo lo que había sido escrito anteriormente, aquel pensamiento obsesivo había desaparecido. Aunque ahora me ha resultado un poco doloroso recordar mi estado de ánimo de esos momentos, tengo ante mí la libertad. Tengo ante mí una nueva vida. Tengo ante mí la resurrección entre los muertos. Estoy viviendo un momento maravilloso. Y el alma pregunta.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Soñe con un ángel

He soñado con un ángel que me ha dicho... -Para amar se necesita que las almas de los amados se encuentren, solo así pueden alcanzar su plenitud. Nunca podría amar a otro cuanto te amo a ti. Ven conmigo a la luna, he reservado un lugar mágico, sólo para nosotros dos. Allá, no hay seres humanos y no puede haber odio, envidia, celos, mentiras, engaños, mezquindad, maldad, traición. Allá en el cielo, podemos amarnos de verdad. Viviremos feliz y en paz; tu para mí, y yo para ti, juntos para siempre, lejos de todos. Brindaremos por nuestro amor en copas de pasión. De nuestros sueños, haremos castillos inexpugnables; de nuestros pensamientos, océanos profundos; de nuestros deseos, verdades para nuestros corazones; de nuestros instantes de vida, siglos de felicidad y de amor. Será un amor puro, sincero, único y exclusivo como el más grande de todos los amores, y tan dulce como la miel. Estaremos juntos todo el día, corriendo y saltando entre las blancas nubes movidas por el viento, bailando y amándonos sin descansar un solo momento. Así que, vamos mi amor, deja tu casa, tu trabajo, tus hábitos que han hecho de ti una sombra. Un hombre que nació, pero dejó de existir. Cuando el amor te llama síguele; si acaricia tu puerta, ábrele; si su alas quieren envolverte, cede; y si te habla desde lo más profundo de su corazón, créele; solo así podrás llegar a conocer sus secretos. No puedes vivir sin amar y sin ser amado. Una vida sin amor es una existencia vacía. Y aunque los caminos para lograrlo sean rígidos y empinados, gana a tus miedos y a tu temores, porque el amor penetrará dentro de tu ser y le dará la vida. Ven entonces conmigo, mi amado. A través de las grandes nevadas de estrellas, de la lluvia de los rayos del sol, de los vientos perfumados de las flores. Lejos de todos, cabalgaremos juntos sobre blancos caballos alados, que nos llevaran rápidos a las grandes alturas, muy lejos de este planeta, desventurado y corrupto, ausente de la capacidad de amar. Mantendremos en nuestras mentes y en nuestros corazones, sólo lo bello y lo verdadero, y daremos la vida, a nuestras almas deseosas de amarse. Juntos daremos la vida, a otras pequeñas vidas que desean nascer. Así que, mi amado, no tardes... Me dijo ciñéndome el cuello con sus brazos blancos como el marfil, con sus manos perfumadas como las flores en primavera, besándome con sus labios tan suaves como pétalos de rosa. A ver su pelo de oro fino, a sentir sus suaves labios, al escuchar su voz melódica y la fragancia de su perfume que prevalecía sobre todos los aromas, mi alma se derretía de deseo. Era el amor que había siempre buscado, y pasaba a través de los pequeños senderos que a veces se cruzan en la vida. No podía no recorrerlos y me fui con el. Nos levantamos juntos, sobra una nube, y cruzamos ceñidos los enjambres de estrellas brillantes, felices y sonrientes al vernos pasar. Las lluvias de rayos del sol nos daban el paso, para que pudiésemos volar más alto, y todos los seres que vivían en el cielo, nos saludaban y brindaban feliz por nuestro amor. Hasta que llegamos a la luna, calados en un largo beso y un abrazo eterno. El aire perfumado y fino a nuestro alrededor, chispeaba una energía que nos unía más con cada soplo de viento que con su movimiento, tocaba una melodía que ningún ser vivo, había oído en su vida. Las lluvias caían tan espesas, formando lagos de aguas cristalinas, poblados por millones de peces de todas las especies, que nos transportaban en el abismo del mar, lleno de tonos coral. Nos sumergimos en el agua cristalina y pura, riendo y bromeando, besándonos bajo las miradas brillantes de las estrellas. Jugábamos a rociarnos la felicidad y todo el amor que uno sentía por el otro. Ella era solo mía, y yo solo suyo. Cuando salimos de las aguas, nos secamos con un fino lienzo de plata transparente como el aire, llevado por blancas palomas. El sol, con sus rayos de mil colores, iluminando nuestra piel y abrillantando las pocas gotas de agua que quedaban, la hacia más fina que la seda. A través de aquel velo transparente, podía escuchar su corazón y ver su alma, que se reía feliz de ser amada. Contemplaba su cuerpo, con la epidermis suave como un pétalo de rosa, blanca como el marfil, fina como la seda, y tan fragante como la primavera. Sus pechos pequeños e duros sobresalían del escote de aquel velo. Cuando nuestros cuerpos se amaban en cima de la nube que se elevaba hacia el infinito, el canto de los ruiseñores nos acompañaba llenando el aire que nos rodeaba de sonidos divino. Todo a nuestro alrededor se movía de acuerdo a nuestros sueños y deseos, y los dioses de aquellos universos, incrédulos de tanto amor, cuando pasábamos delante de ellos, sonreían satisfechos, y aplaudían emocionados, lanzándonos polvo de estrellas brillantes. Hacían de nuestro camino, un iris de mil colores y mil olores del aire. No teníamos miedo de demostrar nuestro amor, en efecto, queríamos que el Universo entero, y los seres que lo habitaban, supieran que aquella pequeña nube blanca, estaba habitada por un hombre y un ángel que se amaban. Volábamos tumbados sobre grandes cojines de seda blanca y soñábamos exactamente lo que estábamos viviendo. Ese amor era sereno y dulce, como el aliento de nuestras existencias; puro y verdadero, como la fuente de vida donde el alma se nutre; profundo, como la inmensidad de un océano. Los besos intensos y dulces, de nuestros labios, el encuentro de nuestros abrazos angelicales, el contacto verdadero de nuestro cuerpo, reducían el mundo que existía allí debajo de nosotros, del tamaño de un guijarro. Las palabras que nos dijimos cuando nuestros cuerpos se amaban, permanecían grabadas en nuestros corazones. Cada momento estaba colmó de amor. Cuando la noche nos envolvió en su silencio, las estrellas protegieron nuestro sueño, haciendo un círculo alrededor de nuestras almas, que salían de nuestros cuerpos y se tumbaban allí junto a nosotros para no dejarnos nunca. Su alma entraba en mi cuerpo y mi alma se apoderaba del suyo. Nuestros sueños, se convertían en notas musicales, y tocaban melodías de una belleza única, y todos los ángeles de los cielos, y de los universos que nos rodeaban, despertados con aquellas suaves melodías, llegaban volando, para ver lo que estaba pasando en esa parte del mundo divino. Y cuando llegaban allí frente a nosotros, entendían que el amor estaba presente en cada acto. Entonces abrían la boca pasmados y en conjunto con las estrellas que protegían nuestro sueño, ellos protegían nuestras almas. Por la mañana, el fresco rocío caía pavoroso sobre el vientre virgen de mi amada, que con un escalofrío se despertaba buscando mis besos. Abrazados un a otro, tendido sobre aquellos cojines de seda blanca, mis labios se encontraban de nuevo con los suyos y ambos mirándonos a los ojos, soñábamos el mismo sueño, que no era más que una repetición de nuestros deseos, y nos jurábamos amor eterno. Y la vida, allí en el cielo, pasaba lenta y silenciosa, llena de amor, flotando entre los colores del arco iris, reanudando de nuevo el eterno descanso tranquilo y feliz. Y el alma pregunta.

martes, 3 de diciembre de 2013

El bosque

Febrero 2012 He llegado a Finlandia. Un gran parque natural formado por lagos y bosques que cubren gran parte del territorio. Tendré que permanecer tres días en Helsinki y luego tomar el vuelo para Rovaniemi, la capital de Laponia. Desde allí, un autobús, después de 3 horas de viaje, me llevará a Salla. Un lugar de ensueño para el esquí. He reservado un bungaló en medio del bosque. Me encanta el contacto con la naturaleza. Me ayuda a pensar. Son las cinco en punto de la tarde. El clima en Helsinki es particularmente rígido. Aunque los finlandeses están acostumbrados a estas temperaturas, las calles están desiertas. Un viento frío levanta del suelo la nieve que cayó durante el día. La distancia entre el autobús y el hotel, unos cientos de metros, es suficiente para que el frío me congele la cara. El bosque que rodea el lago está congelado y aparece desierto, y amenazador, con sus árboles secos. Son tan altos como para ocultar el cielo. Los tonos marrones contrastan con el blanco de la nieve caída durante el día. Mirándolo desde la ventana del hotel donde me alojo, oigo una voz dentro de mí que me empuja a ir hacia allí. Aunque ha oscurecido, los senderos que cruzan el bosque están iluminados por pequeñas luces que la nieve no ha podido ocultar. Entrar ahí, entre los árboles, es como perder todo el contacto con la civilización. La naturaleza a veces nos es hostil y se rebela porque se siente invadida y rechazada por el entronizado progreso, que no sabe apreciarla. Decido salir fuera. Quiero perderme entre aquellos caminos llenos de nieve. La chica del hotel, cuando me ve salir a correr, me advierte con la típica educación finlandesa que esa noche el termómetro descenderá a los 15 grados bajo cero. Tengo todo lo necesario para enfrentarme al reto. Indispensable, el corazón que late. El alma que me acompaña. Una cierta locura que me caracteriza. La búsqueda de emociones fuertes siempre ha sido una de mis prioridades. Nunca quise ser un espectador, sino un protagonista frente a lo que siento. Corriendo entre estos caminos, observo con atención las huellas que me precedieron. Muchas dan testimonio de la presencia de alguien que ha estado allí, antes que yo. Luego, según me adentro poco a poco, van desapareciendo para ser reemplazadas por otras. Tal vez por aquellas de los animales que habitan en el bosque. Me resulta difícil concentrarme en algo concreto. A veces me detengo en cosas insignificantes, como la forma de un árbol. No tengo un pensamiento que prevalezca sobre los otros. Los míos van fluyendo, escapándose en miles de direcciones. Soy incapaz de contenerlos o controlarlos. Tengo siempre conmigo la conciencia y el conocimiento de mi singularidad, que va en busca de la soledad. Vivir en soledad no es un precio por pagar, sino una necesidad para crecer. La soledad no es un fin, sino un requisito previo para poder reflexionar. Siempre he defendido mis espacios de libertad, tal vez con una pizca de egoísmo, pero para mí necesario. Esta noche estoy advirtiendo algo que pasará a ser inolvidable. Una experiencia excepcional. Momentos de la vida que me transmiten sensaciones insólitas. He aprendido a concentrarme en los instantes de la vida que se suceden unos a otros, que no son más que la composición de la misma. No quisiera estar en ningún otro lugar en este momento, sino en este bosque. No quisiera tener la compañía de alguien cerca de mí, sino la mía. No quiero evitar nada de lo que me va a acontecer, por muy bueno o malo que sea. Todas las experiencias merecen la pena ser vividas, aunque a veces preludien el sufrimiento. Es la única manera de obtener la materia prima para nuestras reflexiones. Esa materia que hace crecer y que transforma al hombre. Los conejos tienen miedo de vivir y prefieren escapar para protegerse a sí mismos, para ignorar lo que la vida hubiera podido ofrecerles si hubiesen tenido un poco de coraje. He llegado a un pequeño estanque totalmente congelado. Sólo unos pocos patos muertos de frío son testigos de mi presencia. Me acerco a ellos, siguiendo el camino que bordea el lago. Comienzan a «chillar», con un ruido terrible. No sé si me saludan dándome la bienvenida, si quieren que me vaya o simplemente necesitan algo de comer. No tengo ni tiempo ni ganas de interpretar su ruido. Continúo corriendo por mi camino. En la vida no es fácil tener siempre la impresión de haber elegido con libertad el propio camino. La satisfacción de nuestra vida no es un premio que dependa de la sociedad en la que vivimos. No es una recompensa material o un reconocimiento público, sino, más bien, es el resultado de una armonía interior con nosotros mismos. En esta noche silenciosa, estoy acompañado solo por el sonido de la nieve que cruje bajo mis pies como cristales rotos. El viento frío me corta la cara. Tal vez debería volver. Tengo el temor de haberme perdido. La sensación de conocer esos árboles me empuja a seguir adelante. Esas formas ya las he visto antes. Tal vez ya haya estado en ese lugar. Si los miro bien, me recuerdan a algo o a alguien. Esos dos bancos de hierro frente al lago, cubiertos de nieve, uno junto a otro, me dan la sensación de haberme sentado allí con alguien y de haberle hablado. Tal vez un amor ya vivido. Hemos hablado de la vida, de nuestras ansiedades, de los miedos, de los temores, de los deseos, de los sueños aún no realizados, del amor que estábamos viviendo. Busco entre mis recuerdos, como en un viejo baúl. No aflora nadie con quien compartí pensamientos similares. Hace casi 2 horas que corro. No estoy cansado. No tengo una medida de la fatiga o del esfuerzo. Mi cuerpo está entrenado. Siempre he tenido una gran resistencia. Lo que me rodea me trasmite mucho más que el ir a dormir. El efecto es siempre la respuesta de una causa, como una reacción a una acción. Tristemente, no siempre trae consigo la apología de la respuesta. A veces, las palabras amables, el aspecto suave, los buenos modales y la manera cortés no sirven para dibujar los hechos, sino para ocultar su falta. He creído siempre en aquello que un hombre consigue con la acción, más de lo que dice o piensa. La sociedad está llena de hipócritas que viven en la clandestinidad por temor a vivir y a mostrarse como son. No se conocen, por eso se construyen de una manera artificial. Para darse una identidad y poder existir. Por esperar conseguir lo que quieren, deben utilizar su voluntad...si la tienen. No pueden escuchar la voz de su alma, porque no tienen ninguna voz. No busco lo mejor en las personas, pero sí, la profundidad que viven dentro de ellos. Nunca he sido capaz de comunicarme con la gente superficial. No me atrae nada de lo que poseen. Esta es la diferencia fundamental entre vivir y existir. Siempre he vivido lo que yo amaba con pasión. Y para aquellos que han entendido mal mi pasión y me han abandonado o dejado, han hecho muy bien en irse. Soy lo que soy .No me preocupo de quien no me entiende. No quiero dar ninguna explicación. Ninguna excusa. He hecho siempre mis elecciones, he asumido las consecuencias y, a veces, he tenido que pagar un alto precio. Pero cuando he pensado en el resultado conseguido por aquellas elecciones, me he encontrado siempre en paz conmigo mismo. Fuera lo que fuese, cualquier resultado me haya traído. Tenía que hacerlo. Valía la pena hacerlo. He sido auténtico y verdadero. Negarse a recordar las experiencias vividas es detener el propio desarrollo y convertirse en un hombre banal. No se supera algo negativo escondiéndolo en el baúl del olvido, sólo tratando de encontrar el lado positivo de aquello negativo. Solo así se logra encontrar el motivo del porqué teníamos que vivirlo. Ir adelante no significa olvidar lo peor, pero hay que recordarlo de una manera diferente. Mi carrera ha terminado. He llegado delante de mi hotel. Me espera una sauna de al menos una hora con el vapor de 100 °. Quiero salir ardiendo. En definitiva, ha sido una bella noche en compañía de mí mismo, lo cual no es poco, por lo menos para mí. Y el alma pregunta.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Una copa de más

Llego a casa. No consigo introducir las llaves en las cerraduras de la puerta. Las cerraduras se han movidos. La del medio se ha ido y no sé dónde. Mañana por la mañana voy a hablar con el dueño, o me pone cerraduras más tranquilas o me baja el alquiler. Logro entrar. Cierro con fuerza la puerta detrás de mí. La cabeza me estalla. Me parece de estar dentro de un tambor. Apoyo la espalda contra la pared, levanto una pierna, la cruzo en cima de la otra que me mantiene de pie, y con las manos, trato de quitarme los zapatos. Primero, uno. Tiro con fuerza hacia arriba, después hacia mí. Nada. Lo intento con la otra. Cambio de pierna y de posición. No hay nada que hacer. La hebilla lateral del zapato no cede. El pie queda atrapado en una trampa. Tengo una idea. Pongo un pie en contraste con el talón del otro pie y hago palanca con fuerza hacia arriba. Con fatiga, el pie se desliza fuera, libre, sano y salvo. Repito el ritual con el otro. Libero los dos. Estoy a salvo, puedo ir a dormir. Me tiro en la cama sin quitarme la robas y trato de descansar. No me siento bien, no me siento mal, sólo puedo, apenas sentirme, aunque con gran dificultad. No consigo dormir, me punza la cabeza. La sala se mueve y comienza a voltear a mí alrededor. Me parece estar dentro en una válvula y girar a gran velocidad. No estoy tranquilo. La cama parece más dura de lo habitual. La cabeza me da vueltas, el cuerpo me duele, las piernas no se sienten cómodas, y los brazos, no sé dónde ponerlos. No entiendo lo que ocurre. Tengo la sensación de que algo ha cambiado. Esta cama no es la misma. Tal vez se ha convertido en más corta, por eso mis piernas salen; o tal vez, en más dura, por eso me duele la espalda; o tal vez... sí, por supuesto, no me había dado cuenta... se ha vuelto más alta. Tan alta que me parece estar suspendido en el aire. Se mueve. Tal vez quiere irse o tirarme fuera. Muevo mis piernas hasta los extremos de la cama y con los pies me engancho a las esquinas. Agarro con las manos la sabana y la tiro con fuerza hacia mí tapándome. Boca abajo. La sabana huele a talco. Oculto mi cabeza bajo las almohadas. Sólo quiero dormir. Ha sido una noche difícil. Me quedo en silencio y espero. Pienso en lo que voy a hacer si me siento amenazado. Nunca me había ocurrido antes, pero la cama se mueve de verdad. Tal vez esta enojada conmigo. Un voladizo, fuerte y repentino, me despierta. Abro con fatiga un ojo y lo miro. Ya veo, quiere guerra, no me dejará en paz. No puede lograrlo. Es sólo una pequeña cama. Trato de encontrar su punto débil para prepararme a cualquiera de sus gestos. Sin que se dé cuenta dejo, casualmente, caer un brazo por el borde, y con la mano me agarro a la malla de alambre que soporta el colchón. Coloco mis dedos en una malla de hierro y empiezo a tirarla con fuerza hacia mí. No se mueve más. Si decide hacerlo, no logrará tirarme abajo. Aferrado de esa manera, me siento seguro. Pero mis piernas no están cómodas. Deslizo el cuerpo hacia el borde de la cama, dejando salir un poco la cabeza, tratando de agarrarme todavía mejor a la malla de alambre. El lado izquierdo del cuerpo desciende un poco desde el borde de la cama y se mantiene suspendido en el aire. Las piernas posicionadas en X. Los pies fuera del borde no tocan el suelo. Me siento seguro. Me mantengo con los hombros. Estiro el otro brazo y con la mano, agarro el extremo de la sábana para apoyarme mejor. Abro los ojos y miro el suelo debajo de mí. Giro la cabeza hacia abajo. No puedo creer lo que ven mis ojos. Me encuentro a una altura que jamás podía imaginar. La altura que me separa del suelo es vertiginosa. Maldita sea... Yo sufro de vértigo. Estoy invadido por un malestar. Tengo miedo. Empiezo a sudar. Me doy cuenta que caer desde allá arriba significa morir. Estoy solo en la casa, nadie puede ayudarme, nadie puede oír mis gritos. Percibo que poco a poco las fuerzas me abandonan, los ojos se cierran y el cuerpo, se desliza cada vez más hacia abajo. Miro a mí alrededor para ver si algo ha cambiado. El mobiliario es el mismo de siempre, allí que me observa. Nadie viene en mi ayuda. Quizás esperan que caiga para enterrarme bajo su peso. Pero... está claro, ya lo sabía... todos están de acuerdo, he caído en una trampa. Siento que no demoraré en ceder. Desde esa altura no puedo ver lo que hay debajo de mí en el suelo. No puedo distinguir nada. Trato de estar más cerca posible con la mirada, asomándome un poco más con la cabeza. Tengo miedo de lo que veo. Las juntas de las grandes tablas de madera que cubren el suelo de mi casa, se están abriendo. Trato de distorsionar los ojos para concentrarme en otra. Si la cama resalta de repente, podría caer en una de aquellas ranuras. Desaparecer para siempre. No quedaría ningún rastro de mí. No tengo fuerzas para gritar, pero tengo que encontrar una manera de salir de esa situación tan pronto como sea posible. No quiero morir así. Sé que de esa altura no tengo ninguna posibilidad de sobrevivir. Me pongo a llorar, y luego a orar, como un niño. Las ranuras se abren uno después de la otra. Ahora hay grandes surcos en el suelo. El miedo me hace perder la capacidad de reaccionar y mis hombros se deslizan ligeramente hacia abajo. Con un pequeño esfuerzo, logro cruzar el pie, puedo, y la pierna con la sábana como con una cuerda. Los instantes que me separan del caer se suceden rápidos. Allí abajo hay un abismo sin fondo. De repente, una luz alumbra mi cabeza. Tengo una idea. No es idea segura, me llega un poco confusa, pero es la única. La única a la que puedo agarrarme. La única luz de salvación y de esperanza. Con un golpe repentino y fuerte de los riñones me giro con el cuerpo hacia el centro, cruzando aún más la pierna con la sábana. En un momento me encuentro boca arriba mirando al techo. Me muevo lentamente, con la ayuda del cuerpo y de las manos hacia el centro de la cama. Ahora me encuentro en una posición más cómoda. Mis ojos miran al techo. Unos momentos de alivio. Me doy cuenta de que la lámpara central que daba luz a la habitación, se ha ido. Tal vez junto con la cerradura de la puerta. Ante mis ojos un techo blanco. Otro abismo. Estoy rodeado. Si el techo y el suelo, se ponen de acuerdo, podrían acercarse y aplastarme como a una rata. Una rata en una jaula. Percibo que la cama se sube y me empuja hacia el alto. En unos momentos estaré aplastado .No tengo salida. Con una ojeada llena de expectativa, busco a mí alrededor, algo que me ayude. Veo en un lado del techo, casi oculta, una pequeña hendidura. Tal vez, un mensaje de salvación que me da esperanza. Podría entrar en aquella hendidura, encontrar un espacio, y permanecer allí por algún tiempo, escondido. Hago un gran esfuerzo para pensar. El infinito debajo de mí me aterra, el infinito por encima de mí me asusta. Las dos paredes se acercan lentamente. Estoy empezando a aterrarme. Me acurruco como un caracol. Doblo mis piernas, abrazo una almohada y con fuerza la apretó contra mi cuerpo, para entrar con más facilidad en la ranura. Espero con la respiración contenida, en silencio. Empezó a sudar. Instantes larguísimo. El tiempo parece haberse detenido. De repente, un ruido ensordecedor. Hay alguien que llama con insistencia al timbre y golpea con fuerza la puerta. Alguien que me está buscando. Que me conoce. Abro los ojos. Todavía estoy vivo. Levanto un brazo hacia lo alto. El techo está de vuelta en su lugar. Inclino la cabeza para ver las juntas del suelo. Todo está en orden. La cama es calma ya no se mueve. El suelo parece tranquilo. Los muebles ya no tienen esa expresión amenazadora. Tal vez pueda levantarme. Los golpes en la puerta son cada vez más fuerte. Tiran patadas violentas. El timbre sigue sonando con insistencia. Una voz de mujer me llama chillando como una loca. Tal vez sea una loca de verdad. Encuentro el valor y decido bajar. Con un enérgico golpe de riñones, pego un salto repentino desde la cama. Luego, apoyándome con las manos en todos lo que encuentro para no perder el equilibrio, me acerco a la puerta. La cerradura volvió a su lugar. Abro la puerta con dificultad, antes de ser derribada. Y vengo invadido por la locura. -Esta cayendo agua en el mió apartamento- grita con los ojos llenos de odio Es mi vecina de casa. La que vive debajo de mí. Una loca, puedo dar fe de ello. -¡¿Cómo?! –Le contesto sorprendido- -¡Agua! ¡El agua...! El agua que cae -me grita mirándome a los ojos- Debe de haber dejado el grifo del baño abierto y el agua traspasa el suelo y llega a mi apartamento. !Tengo toda la casa inundada! ¡Haga algo! -¡¿Agua?! –Respondo asonado - Creo que esta mujer no estaba al corriente de nada. He luchado hasta ahora entre la vida y la muerte, y esa loca me habla del agua. -¿Pero…, que agua señora? Entre por favor. No sé qué decirle... Me empuja violentamente hacia el cuarto de baño. Apoyándome en lo que encontraba, llego delante de la puerta. Cuando la abro, 20 cm de agua me bañan los pies y se extienden por toda la casa. -¡Lo ves! ¡Se lo decía! ¡Mire aquí! - ¿Y ahora qué? -mirándome con odio a los ojos-¿Ahora que piensa hacer? Tengo la casa inundada... debe hacer algo... llame a los bomberos... llame a alguien... ¿Tendrá un seguro, verdad? ¿Quién me paga los daños? La miro sin decir nada. Es una loca. Me apoyo con las manos al lavabo y cerro el grifo. Mientras, ella sigue vociferando, me miro en el espejo. Mis ojos están inflamados. El efecto del alcohol es todavía dentro de mi cuerpo. Bebí demasiado. -No se preocupe, señora... mañana haré algo. -¡Mañana! ¡Pero…, como mañana! ¿No entiendes que mi casa esta inundada? ¡Usted debe hacer algo ahora! - Me dice como si me diese una orden- La miro y pienso: está loca. Ella me mira y piensa: está bebido. -Tengo la casa inundada, ¡muévase! –Me repite chillando- -Señora, señora…-le digo en voz baja- Si usted tiene la casa inundada, aproveche para tomar un baño, iría yo también se supiera nadar. Dos minutos de silencio. Me mira casi sin respirar. -¡Pero…, usted está loco! Voy a llamar a la policía. Con ojos que escupen fuego, se da la vuelta y se va dando un portazo. Me quedo ahí, en el baño con el grifo cerrado, pero con el agua sigue cayendo por el borde de la pileta. /Qué lío por un poco de agua. ¿Y cuando llueve, entonces? Qué noche. Tal vez es mejor ir a dormir. Pensaré mañana qué hacer. Mañana será otro día. Me acostaré en el sofá. Podré, por fin, descansar/. Acomodo los cojines, y me relajo. Apoyo los pie encima el borde del sofá, para que la sangre circulase mejor. El brazo, que no quiere entrar, lo dejo colgando hacia abajo. De todas maneras, la mano no llega a tocar el suelo. Boca arriba, miro el techo. Cierro los ojos y trato de dormir. De repente, oigo un ruido. Abro los ojos y miro a mí alrededor. Aquella rinconera de la esquina se ha movido. Viene hacia mí... Tengo que hacer algo. Y el alma pregunta.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Un viejo

Es una noche fría y lluviosa, el agua no ha dejado de caer desde esta tarde. Aunque no es la noche más propicia, decido salir.No tengo ganas de quedarme en casa. Después de haber dado varias vueltas para encontrar un lugar donde poder beber una copa de vino y leer mi libro, veo, al final de una callejuela angosta y fangosa, una luz que ilumina una placa desgastada en la que pone “bar”. Es uno de esos lugares sucios y lúgubres, frecuentados por pocos clientes, casi todos de la zona. Antes de entrar doy una ojeada desde el cristal de la puerta, una luz tenue a causa de la humedad que empaña los cristales me invita a entrar. Detrás de la barra, el camarero medio dormido sobre un taburete, con los hombros apoyados contra la pared. El bar está vacío, un viejo con barba blanca, envuelto en su abrigo, sentado en una esquina parece ser el único cliente. Superviviente de esta noche infernal. Me parece el lugar perfecto para concentrarme en mi libro, La lluvia y el frío me han penetrado hasta los huesos. El olor del tabaco, tal vez un viejo puro barato me hace detenerme en la puerta, pero hace demasiado frío fuera. Un antiguo reloj colgado en la pared detrás de la barra, parece el único testigo e intérprete del tiempo que pasa lentamente. Por una especie de solidaridad, me siento junto al viejo, que se da la vuelta y me mira con sus ojos grises esbozando una sonrisa de bienvenida. Luego continúa bebiendo en silencio su vaso de whisky. Lo toma a pequeños sorbos, observando su color, sintiendo su olor, manteniéndolo en la boca para sentir mejor su sabor e ingiriéndolo con fuerza para notar la quemazón que provoca en su garganta. No he visto nunca a nadie contemplar un vaso de whisky como lo hace él. Un hombre al que siento conocer sin haber nunca hablado con él, una de esas figuras que te parece haber visto alguna otra vez en la vida en otro lugar. Tal vez sólo una afinidad del alma. Intento romper el silencio entre nosotros con una conversación banal: -Hace una noche terrible para estar fuera, no ha parado de llover ni un momento. Se vuelve hacia mí y me mira con sus ojos grises, esbozando de nuevo una sonrisa. -Esa sonrisa intrigante y misteriosa que lo acompañará durante toda la noche- y casi sin abrir la boca, me responde: - ¿Y tú qué sabes, mi joven amigo, de las cosas terribles de la vida? El mundo en que has nacido está hecho de hombres que conocen mejor la contabilidad de la vida de los demás que la suya, hablan de caminos que nunca han recorrido, de viajes que nunca han hecho, de amores que nunca han vivido, juzgan y critican lo que nunca han tenido el coraje de vivir. Poseen la inteligencia de los ruines, de los temerosos, de los gallinas que huyen asustados ante la vida. Nunca han tenido el coraje de intentar ser lo que querían ser, porque nunca han pensado que podrían llegar a ser algo distinto de lo que son, se han aceptado sin ni siquiera preguntarse porqué. Tampoco se pertenecen a sí mismos, por temor a poderse conocer, y su vida se desliza, humilde, pequeña y silenciosa entre las apariencias y se les escabulle de esa existencia marginal, pero para ellos tolerable. Después de esta respuesta, decido renunciar a leer mi libro y empezar a observar tranquilamente al personaje que tengo al lado. Es pobre, se ve de la ropa que viste, pero parece no importarle su pobreza. Tal vez es un individuo que no tiene ni conciencia de sí mismo, o tal vez tiene demasiada, tal vez ni siquiera sabe porqué está aquí, o tal vez está aquí justo porque lo sabe. Su respiración rápida y enérgica indica un corazón y un carácter pasional. Rodeado de un cierto misterio, su rostro pálido y resuelto, recuerda a un filósofo, un artista, un pintor, un escritor, un músico. Los dedos de sus manos delgados y largos están bien cuidados, el pelo blanco como su barba recogido con un elástico le llega hasta los hombros, los ojos grises como el cielo después de la lluvia, son tristes pero vivaces y contemplan penetrantes aquel vaso que hace girar despacio sobre sí mismo. También yo, pido un whisky para crear una sutil complicidad entre nosotros, y él, sin levantar la vista de su vaso, esboza de nuevo una sonrisa. Trato de reanudar la conversación interrumpida por aquel silencio, como una pared invisible e impenetrable que este viejo me crea. - Creo… que tiene una visión demasiado pesimista de la vida y del hombre de hoy. Me responde casi sin pensar. - El hombre es otra cosa amigo mío. Los hombres de hoy, bien vestidos, limpios y con el pelo bien peinado, se ríen satisfechos, enseñando todos sus dientes blancos de esmalte artificial, como artificiales son sus almas y sus corazones que nunca han sido escuchados. Gritan de alegría, corren ocupados detrás de la nada, y hacen amistad con todos, apretando manos y dando abrazos con falsas sonrisas. Creen ser útiles a la sociedad con la contribución de su presencia, y se olvidan del hombre que tal vez también vive dentro de ellos. Falsos e hipócritas, sepulcros blanqueados por las apariencias, lejos de sí mismos y de la vida que los rodea, carentes de cualquier pasión, no son capaces de abrir los ojos ante los aspectos del mundo. Dan su dinero para sentirse mejor y poder pagar sus pecados comprando sonrisas, pero las sonrisas no necesitan dinero, necesitan el corazón. Hacen donaciones millonarias y no logran dar ni un céntimo de caridad cuando ven a un hombre en la calle muriendo de hambre y de frío. Ese tipo de caridad que tendría que vivir dentro de cada hombre, ese sentido de humanidad hecho de instantes de atención hacia los más débiles. Necesitan al público, los meeting, las conferencias, la aprobación de los demás para entender que existen, necesitan ser partícipes de algo con alguien, porque por si solos no se bastan. Se reúnen como las ovejas, para buscar testigos corruptos que agradezcan su hacer, para no pensar y ocultar la tristeza, en los rincones secretos de una vida perdida detrás de falsas sonrisas y palmadas en la espalda. Aspirar a trasformarse en seres siempre iguales y presentes con la parte de ellos que les corresponde para mantener los equilibrios colectivos. Son solo lo que ves, no vive nada dentro de ellos, vacíos como juncos al viento, es el resultado que han conseguido de una vida vivida. Estamos cerca uno del otro, los únicos testigos en este pequeño y sucio bar, en esta noche fría y lluviosa. Tal vez este hombre de barba blanca, aunque su mirada muestra una ausencia de emoción, está inmerso en la soledad de sus pensamientos. La fuerza interior que emana es impresionante y profunda, más que cualquier océano humano que haya conocido. Lo que vemos, pensamos y creemos de las personas, no es nada más que una creación nuestra, a veces muy lejos de la realidad. Nadie en su ser se corresponde a lo que los demás piensan de él. En la mente de cada uno de nosotros dos, los pensamientos se suceden, fragmentos de vida reunidos y vividos que transforman y cambian el camino del propio destino. Para mi sorpresa, esta vez es él quien rompe el silencio, tal vez porque ha entendido la humildad que muestro al respetar el suyo. -¿Y sabes por qué amigo mío? ¿Sabes por qué no han tenido la oportunidad de vivir una vida de una manera diferente? Por miedo, ¿entiendes?... ese miedo que te impide moverte, pensar, hacer, ser, y que oscurece tu alma. No han tenido la capacidad de transformarse y de tratar por una vez de vivir sus sueños, y cuando un hombre se da por vencido y renuncia a vivir su sueños en una vida que corre hasta el final, significa que este hombre no vale nada, o tal vez sus sueños no valen nada o tal vez ninguno de los vale algo. Se venden como prostitutas de calle para llegar a tener, y renuncian a la magia de la vida en busca de lo obvio, la seguridad, lo común y la certeza de un futuro incierto. No podrían usar una máscara mejor de su propio rostro, que logran cambiar con expresiones que ni siquiera ellos conocen. No tienen garras, prefieren mantenerse al margen, como las ovejas esperando que alguien los conduzca o que los acontecimientos cambien. Con un gesto casi rabioso se sirve el último vaso de whisky de una botella ya vacía y la deja sobre la mesa frente a él. En la dimensión de la existencia de cada hombre hay algo a lo que nadie puede acceder; salir al descubierto y volver a jugar significa deshacer un ovillo y buscar el hilo conductor, aunque ese se base en un error. Observarse con atención significa querer superarse. Siempre me han hecho tristemente reír las personas que conociéndome solo de pocas horas, expresan opiniones sobre mí, sobre quién soy o lo que he vivido. Con sus juicios apresurados, y con su capacidad común y banal, dan muestra de no saber penetrar ni tan siquiera en un fragmento de vida que me pertenece. Presumen de saber más ellos de mí en un par de horas, que yo en 75 años de vida, creen conocerme sólo porque proyectan la interioridad de mi que prefieren, pero lo que me atribuyen no me pertenece. Su admiración no me satisface, sus críticas no me entristecen, todo esto no me afecta y me deja indiferente porque juzgan a un hombre que no me corresponde. Impulsado por el interés de sus reflexiones, pero incómodo por ese silencio que a veces se establece entre nosotros, trato de cambiar el tema para hacer más fluida la conversación. - ¿Alguna vez ha vivido un amor cuyo solo recuerdo continúe a hacerle latir el corazón? Me sonríe y sus ojos gris hielo me penetran el alma. - Todos han tenido un gran amor o una gran desilusión al menos una vez en su vida. Siempre debemos recordar las cosas que nos gustaría olvidar y que no querríamos confesar ni tan siquiera a nosotros mismos, porque es solo su recuerdo el que nos enseña a vivir. Esperaba mucho de ella, creí en ella, me arriesgué y perdí, hace muchos años por amor perdí todo lo que yo era, pensando que ella pudiese cambiar. Pensé que fuera un mar, un océano inmenso donde nadar para descubrir la profundidad… y me lancé lleno de pasión para vivir algo que pensaba único. Luego, con el paso de los días, me di cuenta de que su visión de la vida se reducía al tamaño de un estanque donde bañarse por un momento, y después irse. Después de un tiempo entendí que en realidad se trataba de un charco de agua, como tantos, que se secan rápidamente al sol. Sólo al final de nuestra historia llegué a comprender la verdad y el error de mi elección: pocas gotas de agua sin importancia que desaparecen por sí solas. Buscaba el amor, partiendo de la amistad, buscaba el riesgo partiendo de la certeza, quería conocer la pasión, partiendo de la banalidad. Tampoco ella tuvo el valor de vivir lo que quería y escapó de aquello que un día, por casualidad y por magia, hizo brillar su alma, prefirió irse con un hombre como hay tantos. Los hombres de verdad, los amigos auténticos, las mujeres verdaderas, incluso los propios pensamientos… no hay nada verdadero en este mundo. Todos se esconden, necesitan falsificar incluso los propios pensamientos para poder aceptarlos como verdad, de lo contrario se verían obligados a interrogarse, mientras que pensando lo que no es verdad se sienten satisfechos de sí mismos. El precio de la dignidad, mi joven amigo, es no aceptar compromisos, no llenar a toda costa los huecos dejados por otros, y asumir el peso del propio destino. Me gustaría hablar con este viejo para saber un poco de su vida, pero prefiero respetar el espacio que ha creado en torno a sí mismo, tal vez un espacio lleno de dolor, tristeza, dificultades, obstáculos superados con una dura lucha, o recuerdos que todavía vivos resurgen en su mente. Observar sus gestos es como vivir una nueva aventura, una sensación de poder y simplicidad al mismo tiempo, que te llega de este hombre, presente en todo su ser con una dignidad que lo hace emocionante. En un momento dado se levanta, se mete en el bolsillo unas hojas de papel que se encontraban sobre la mesa junto a él, y sin decir una palabra, se me acerca, me da la mano, y con una sonrisa cómplice me saluda. Le respondo diciéndole mi nombre y mirándolo fijamente a los ojos grises y penetrantes, como para agradecerle su presencia. No dice una palabra, se pone su viejo sombrero y sale del bar dejándome solo. Me pregunto si volveré a ver a ese hombre. Me doy cuenta de que con las prisas se ha ido sin pagar, me levanto, me acerco al mostrador y pido la cuenta. Despierto al camarero de su plácido letargo. Inclúyame en la cuenta también la botella de whisky del viejo que se ha ido hace un rato. -¿Qué viejo? -Responde el camarero con la expresión de uno que se acaba de despertar. - Aquel viejo con la barba y el pelo blanco, sentado en la mesa contigua a la mía, se ha bebido esa botella de whisky - y señalo la botella vacía sobre la mesa. - No, señor, me responde el camarero con una sonrisa pícara. - Sólo tiene que pagar su whisky, esa botella vacía está ahí desde esta mañana. Sabe… con el frío y la lluvia, todavía no he hecho limpieza. Desconcertado por la respuesta, pago y salgo del bar. Miro a mi alrededor como si advirtiese la presencia de alguien cerca de mí. Es una noche fría y lluviosa, la lluvia no ha parado de caer ni un momento y continúa cayendo, penetrante, sobre las callejuelas fangosas, llenas de charcos. A veces, incluso una noche fría y desierta proporciona las herramientas para entender, mientras la propia alma va en soledad, por el mundo, en busca de algo o de alguien que la haga de nuevo brillar. Y el alma pregunta…

domingo, 10 de noviembre de 2013

Desahogo del alma

Una reflexión sin importancia. Es domingo por la noche. Estoy en casa tumbado en el sofá bajo la luz de una vela, con una buena botella de vino que me hace compañía. Los pensamientos corren rápido dentro mi mente está llena de recuerdos y momentos vividos. No tengo a nadie con quien hablar. Solo quiero escribir, para vaciarme un poco, para poderme relajar, tal vez, también, para poder dormir esta noche. He aprendido a entender, que cuando los grandes pensamientos vienen a la mente, es desde el corazón que obtienen su fuerza, por lo que no voy a dejar que se vayan. Pensamientos, que a veces, me atormentan el alma. Me acerco a la mesa que está junto a la ventana que da a la calle, desde donde, asomándome un poco, puedo ver los coches pasar, la gente que camina apresurada, y las ultimas luces de las tiendas que están cerrando. Pronto todo habrá terminado y reinará el silencio. Las puertas y las ventanas de las casas se cerrarán y cada uno vivirá la propia realidad. Me siento frente a una hoja de papel para anotar algo, pero no sale nada. Nada que pueda tener una consistencia o una lógica. Pero no voy a dejar pasar esta noche en vano. Necesito desahogarme, abrir mi corazón, dejarme llevar, para poder descansar en paz. No sé qué saldrá de esta reflexión interior. Todo se confunde dentro de mí. A menudo sucede que quien piensa, no está seguro de pensar. El propio pensamiento se balancea entre la realidad y la ilusión, entre el sueño y la esperanza, entre la verdad y la mentira. Se escapa y se desliza, negándose a veces de dejarse agarrar. El vino de alta graduación me da el empuje para abrirme y liberarme. Me quito la camisa, y a pecho desnudo, me tumbo de nuevo en el sofá. Abro un poco la ventana y dejo que todo lo que tengo dentro de mí salga de la manera que prefiera. Aunque sea de una manera desordenada. Las experiencias de la vida me han enseñado que cuando un hombre o una mujer, no te dice nunca nada acerca de lo que no quieres oír, significa que te está engañando. No tengo miedo de la verdad, tengo miedo de las pequeñas mentiras dichas y repetidas, de la falsedad, que no hace más que confundir las cosas y alejar la solución. Pero la mentira a uno mismo, dicha y creída como una verdad, arruina la vida, y entristece el alma. Es el refugio de los miserables. Es mentir a la propia conciencia. A veces, necesito aislarme para depurarme de los que me rodean. Para alejarme de todo el mundo. Ir a las altas montañas cubiertas de nieve, o a islas desiertas perdidas en el océano. En contacto con la naturaleza, rodeado por ese silencio, logro llenarme, encontrar a mí mismo, para entender quién soy. Las voces que logro escuchar en mi soledad me rompen los tímpanos, sin embargo, entre los demás se vuelven imperceptibles. No me importa el dinero, los negocios, los coches de lujo, las casas faraónicos, las conversaciones inútiles, las gentes superficiales, las risas forzadas, las palmadas en la espalda, los amores que dejan un vacío, y los abrazos de los que no son amigos. Lo que hace que sean agradables y sociables es su incapacidad para soportar la soledad y en aquella tolerancia, de soportar a si mismos. Busco la profundidad, el espesor. Busco la verdad que hay detrás de cada palabra, cada acción, cada pensamiento. Busco un amor único y verdadero, leal, sincero, diferente de todos los que lo precedieron. Busco una mujer con quien pueda compartir la felicidad de cada instante. Con la complicidad que nos hace inseparables. Para poder crear, construir, y vivir un futuros juntos. Un amor a tres rosas. En la Cábala el numero tres, representa el cuerpo, el alma, y el espíritu. La totalidad de un amor. El pasado, el presente, el futuro. La eternidad de un amor. Un amor que vive más que el tiempo. Y si pido demasiado, entonces prefiero estar solo. No regalaré mis instantes de vida. Ya no tengo más ganas de este teatro a mí alrededor. De gentes que no saben lo que quiere. Payasos que se mueven con la presunción de ser algo o alguien. Esos personajes me han hecho siempre reír. No quiero lo que estas personas buscan para sentirse realizadas. Para excusarse en la vida de no hacer nada, de no haber hecho nunca nada. Y de no tener meritos por lo que han logrado. Yo... me realizo por mí mismo. Por lo que soy, lo que valgo, lo que pienso y vive dentro de mí, en la profundidad de mi océano, donde pocos tienen acceso. Y si no me entienden o me malinterpretan, entonces continuaré adelante solo. Para apreciar el verdadero valor de una opinión, tengo que analizar y reflexionar sobre quiénes expresan esta opinión. Sólo entonces podré darle la importancia que merece. Pero si los hechos y las opiniones, deben pasar por el juicio y los consejos de otros, y ser malinterpretados por la locura de algunos, o por el análisis apresurado de otros, no pueden traer ninguna verdad. La superficialidad de los pensamientos, la bajeza de los sentimientos, los consejos de alguien que no es un amigo, lo absurdo de las opiniones que a menudo se encuentran en ciertos personajes, acaban por arrojarte fuera de la pista. He conocido a lo largo de mi camino millones de máscaras, sin embargo pocas caras; millones de seres humanos, aunque solo algunos merecían la pena. La sociedad que nos rodea tiene la capacidad de convertirnos en fantasmas de lo que somos. Ligeros como plumas movidas por el viento. He entendido que cuando se llega a no tener más la misma conciencia, la misma visión de la vida, las mismas aspiraciones a las que ellos aspiran, cuando ya no existe más la planificación del tiempo sino solo el instante que pasa, estarás marginado y aislado por todo el mundo, y la tuya libertad se transforma en una prisión al aire libre. Formar parte de un rebaño significa existir, pertenecer, tener una identidad. La ilusión de tener para ser. Necesitan ser considerados o consideradas para poder considerarse. Necesitan ser escuchados para poder escucharse. Necesitan hacerse conocer para los de más para poder conocerse. Quieren ser amables con todo el mundo, para que, a través de las opiniones comunes pueden llegar a entender lo que son. Buscan testigos de sus acciones, con el fin de justificar lo que nunca tuvieron el valor de hacer. Desde su vacío interior nace la búsqueda de compañerismo, de distracción, de amistades, de placeres y lujos de todos los géneros, que los llevaran con el tiempo a la disipación y a la miseria. Son desconocidos y desconocidas incluso para ellos mismos pero tienen la presunción de conocer a los demás. Hicieron un plan detallado de sus vidas, pero la han visto deslizarse a través de falsas sonrisas, discursos triviales, actitudes inútiles, y amores que han pasado sin dejar huella. Es fácil confundir el sentir con la compañía, el deseo con la novedad, el amor con la amistad. Pero es difícil, verdaderamente difícil, encontrar un amor que valga la pena de ser vivido. Y a veces, cuando por una casualidad de la vida, o por un destino ya dibujado eso pasa, en lugar de ser vivido intensamente, no es apreciado en su justa medida, y creyendo que sea un hecho absolutamente normal, viene destruido por la estupidez de algunos. Y todo esto, sin ni siquiera preguntarse si se estaban equivocando en algo. Si valía la pena perder lo que tenían, por lo que ilusoriamente buscaban. Solo con el tiempo aprenderán que estar con alguien solo para ser acompañado en la propia soledad, significa no desear volver a verlo. Solo con el tiempo aprenderán que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que un día querrán volver a sus pasado para sentirte vivos, y añoraran lo que desaprovecharon por el miedo de hacer. Solo con el tiempo aprenderán que sin complicidad no puede haber amor, un grande amor…y la complicidad nace solo cuando la propia alma se vincula con el alma de quienes se ama, de otro modo estar juntos es hacerse compañía. Solo con el tiempo aprenderán. Nunca, se han preguntado por qué vinieron al mundo, cual era su fin, su propósito, que misión tenían que cumplir para no ser olvidados. Si eso era el camino que tenían que recurrir. Han dejado pasar el tiempo acumulando horas para luego poder, en la cena del sábado por la noche hablando con los amigos, llamar aquel tiempo “vivir”. Aquel vivir que han perdido entre un hábito normal, y una costumbre común. No han ido a la búsqueda de lo que más le gustaba o deseaban, lo que hacía latir sus corazones y brillar sus almas; no, se han conformado con lo que era más fácil y más conveniente, logrando perder de esa manera cada pequeña pasión. Pero, quien está dispuesto a renunciar a su libertad para obtener una pequeña seguridad, o una certeza temporal, no merecen ni la libertad ni la seguridad. Quien está dispuesto a renunciar a amar por miedo a abrirse, y a hacerse conocer, no se merece ningún amor. Solo la compañía. Una monótona compañía. Con la presunción de los inseguros, y con el orgullo de los débiles, han demolidos, desmenuzado, triturado, un amor que hubiera podido ser inmenso, único, eterno. Con la estupidez de los banales, han huidos sin ni siquiera haberlo vivido en profundidad. Sin descubrir, el espesor del hombre o de la mujer que en ese momento tenían cerca de ellos. Podrían haber sido amado o amadas sin límites, pero ni siquiera han tenido la inteligencia de abordar un diálogo para averiguarlo. Se han hecho convencer y a su vez se han convencido. !Entonces! que se vayan!, lo mas lejos posible , no sé qué hacer con ciertos individuos. No voy a dar un paso. Ni siquiera un solo paso, para acercarme a aquellos que huyen de mí. Si me quieren, tienen que demostrarlo con los hechos y no con fáciles palabras. Me vierto el vino llenando casi todo el vaso, que vacío dando un trago codicioso. Me tumbo de nuevo en el sofá, mirando las sombras en el techo que entran de la ventana con la luz de la luna. Me sumerjo en mis pensamientos, y sigo con los ojos aquellas sombras que parecen correr una detrás de la otra. Si hay un hecho extraño en la vida, es que, un hombre o una mujer inteligente y sensible mantengan siempre la misma opinión, y siempre sean coherentes consigo mismos, sin preguntarse el porque de las cosas. Es una pura ilusión pretender que una opinión, que ha sido transmitida de generación en generación, nunca puede ser del todo equivocada. La constante transformación de cada cosa, acontece en nuestro cuerpo, como en nuestras mentes. Cómo se puede pensar la misma cosa de ayer, cuando nuestro cerebro ya no es el de ayer. Pero también el día de hoy, no es el mismo que el de ayer. Ni siquiera nosotros somos los mismos. Ser coherente es una enfermedad. Un defecto atávico de las personas inseguras. La convicción y la certeza son la evidencia de una mala educación y de una falta de cultura. De mentes encerradas en unos sistemas dados de una sociedad que los y las quieres todos iguales. Es una grave falta de inteligencia, no hacer uso de la posibilidad de tener una visión del mundo y de los hechos diferentes de la que tenemos. El tiempo es importante para entender que, incluso las nuestras más firmes convicciones podrían ser equivocadas. Que nuestras más firme certezas podrían haber sido los caprichos del momento. Saber dudar de los pensamientos tenido, de las palabras habladas y de las acciones hechas el día anterior, es la demostración de saber vivir. Un hombre o una mujer con una inteligencia viva, con una sensibilidad afín, atenta a los cambios y a los mensajes de la vida, tiene la obligación moral y mental de cambiar de opinión varias veces, incluso sobre el mismo tema. El hombre que se enorgullece de no cambiar nunca, porque tal vez demasiado influenciado por los demás, con el compromiso personal de caminar siempre en la misma línea, es un cretino que cree en la infalibilidad. Sólo los individuos superficiales tienen creencias arraigadas y profundas. Tienen siempre la misma opinión, y no prestan atención a las cosas que parecen verlas, solo para no chocar con ellas. No están dispuestos a considerar cualquier otra alternativa a lo que piensan, porque no tienen un criterio de valoración. Débiles de carácter, e inseguros de sí mismos, se refugian detrás de los consejos de los amigos, que aceptan como verdades, evitando cualquier responsabilidad y búsqueda personal. Son esclavos o esclavas, con la presunción de ser libres, sólo porque pueden hacer lo que quieren. No se han dado cuenta de que viven en una jaula al aire libre. Dueños de una existencia que no crece, y solo se acumula. Súperdisciplinados, parecen más unos soldados que hombres y mujeres libres. No actúan de forma independiente, rompiendo con el ambiente que los rodea, sino de acuerdo a los dictados que la sociedad en que se mueven le impone. Actúan como un grupo, se mueven como un grupo, piensan como un grupo, y no pueden amar a alguien que está fuera del grupo. Tal vez ni siquiera saben lo que es amar. Están siempre esperando que los demás hagan algo, porque nunca toman la iniciativa de hacer cualquier cosa. Pero, quien no arriesga nada, no hace nada, no tiene nada, y no es nada. Podrá evitar con suerte el sufrimiento y la angustia, pero no podrás aprender, sentir, cambiar, crecer, superarse, vivir, y amar. Será siempre un esclavo anclado a sus convicciones. A la espera de la voz del maestro para obedecer, y ser un esclavo diligente de quien tiene más autoridad. Pero a pesar de la voluntad empleada, se ven afectados y en continuo conflicto con ellos mismos. Y esto sucede porque su personalidad y su voluntad de elegir se ha atrofiado por la disciplina. Es suficiente un pequeño problema, o una fútil contrariedad y desaparecen inmediatamente, sin ni siquiera preguntarse por qué. Y lo hacen, porque están vacíos, superficiales y tienen poca memoria. No se enfrentan a las cosas, hablándola, explicándose, discutiendo. No, no. Prefieren esconderse detrás de los propios pensamientos, que los llevaran con el tiempo a ser hombres y mujeres infelices. Solo entonces se darán cuenta que nunca han sido capaces de escuchar. He conocido a muchos de estos personajes y se han quedado siempre allí, en el mismo lugar. Como habían nacido. Sin haber cambiado nada en su forma de ser y de pensar. Se han casado, han tenidos hijos, han viajado, han ganado dinero... después se han separado, han encontrado otros amores, a veces han perdido lo que tenían, pero siempre han permanecido allí. Inanimados. Con la misma mirada, el mismo pensamiento, la misma actitud, la misma luz en los ojos, como si la vida no hubiera existido nunca. No han ido mas adelante porque nunca encontraron el coraje de abrirse. Pero un hombre o una mujer que quiere ser tal, debe recorrer el camino hacia sí mismo, ajeno a los demás y a sus patéticas aspiraciones que no son, sino una repetición de lo más común. Para saber quién eres, debes primero saber quién no eres; sólo así renunciarás a la ilusión de ser alguien que no eres tú, y encontrarás dentro tu esencia, la fuerza de tu existencia. Creen de querer la libertad, en realidad tienen miedo, porque la libertad le obliga a tomar decisiones, y las decisiones implican un riesgo.Un hombre no es libre porque hace lo que quiere, es libre cuando puede elegir de hacer lo que quiere. Es libre cuando se aleja de algo o de alguien y entiende el por qué lo hace, y se compromete consigo mismo a pagar el precio de su elección. La libertad no significa elegir entre una cosa y otra, sino que está en renunciar a esta elección cuando viene impuesta. Sólo si se convierte en un juez imparcial de sí mismo, acusador y defensor, protagonista y espectador de ese proceso, podrá entenderse. Y cuando llegará el día en que se darán cuenta de que están solos, y los sentimientos dentro de ellos sembrarán la duda sobre el camino y las decisiones tomadas, y su orgullo se doblará…entonces, deberá encontrar la fuerza para levantarse y seguir adelante. Tendrá que matar a esos sentimientos, aquellos recuerdos, aquellas debilidades, aquellas dudas, las cuales lo habrían transformado en algo que no les pertenece. Todos cometemos errores. Todos nos equivocamos. Pero lo más importante, no es sólo levantarse y seguir adelante, pero es hacer el modo en que estos errores no pesen dentro de nosotros y no afecten a nuestro futuro. No tenemos que olvidarlos, no, sino superarlos para poder ver más allá. Y si el corazón late, debemos encontrar el coraje de seguirlo, para no persistir en el error y cerrarnos, en nuestro egoísmo edificando un muro recóndito, perdiendo así la oportunidad de vivir algo de grande que puede aparecer en nuestra vida de forma casual. Una estúpida obsesión, es la enfermedad de las mentes pequeñas, adoradas por los hombres pequeños. Una gran alma no tiene nada que hacer y nada que dividir. El hombre nació solo. Pero no ha tenido la fuerza para resistir a su soledad, y buscó la compañía. Pero la compañía de alguien, no el amor. El amor es otra cosa. Por esta razón, se divide en dos y crea dentro de sí a un enemigo que lo acompaña en todos los momentos de la vida. Pero solo entrando en sintonía con aquella mitad enemiga, podrá llegar a conocerse y a aceptarse. La mitad de la que se escapa no hace otro, que permanecer más tiempo con él y dentro de él. Al igual que cuando se pelea con algo, no hacemos otra cosa que darle más fuerza. Es fácil vivir secundo la opinión de los amigos, pero es difícil, en medio de los amigos de mantener la serenidad y la independencia de la propia soledad. Pero, quién no ama la soledad no ama ni siquiera la libertad, porque únicamente cuando estamos solo, somos verdaderamente libres, para hacer, para pensar, para sentir, para ser. E la unión de un amor que nace del miedo a la soledad, y va adelante por la convicción de la voluntad, es triste, carece de pasión, y su existencia se transforma con el tiempo en monótonos momentos ya repetidos. Mis ojos se cierran, el vino comienza a hacer su efecto. He bebido más de la mitad de una botella de litro y medio. No quiero ir a dormir, y perder la oportunidad de recordar lo que vibra dentro de mí. Todavía tengo demasiados pensamientos que recorren mi mente. Con un movimiento mecánico, me lleno otra vez mi copa que termino enseguida con dos sorbos. Te dicen que ames a tu prójimo como a ti mismo. Pero sin amar a ti mismo, ni siquiera puedes amar al prójimo. El primer paso a dar es el de amarse, de lo contrario no se puede dar amor a los demás, porque no se conoce el significado, el peso, el valor. No se conoce el contenido y la sustancia de ese amor, y no se puede dar algo que no nos pertenece. A veces, dar amor a los demás sin darse cuenta, es una forma de renunciar a una investigación personal. Entonces el amor al prójimo ya no es un acto de caridad, una acción noble, sino una alternativa, una respuesta al propio egoísmo y al propio ego, que no es amor. Ya no es una virtud o un alto mérito, sino, la cobardía de no haber tenido el valor de amarse. Si un hombre o una mujer, quieren donar algo, cómo su corazón deben primero tenerlo y conocer su valor, de lo contrario no pueden donarlo. Si la esencia no es rica, y el alma no está llena de amor, no se puede amar a nadie, ya que los recursos se agotan pronto. Tenemos siempre ante nosotros el resultado de lo que somos y de lo que hemos vivido durante el día. No debemos disculparnos con los demás si hemos sido crueles con nosotros mismos. No podemos ocultar nuestros errores, sería como mentirnos. Nadie merece elogios por su bondad, si no tiene también la fuerza de ser malo. A veces, la bondad no es más que la pereza y la impotencia de la propia voluntad. La buena acción no esconde la maldad, el engaño, la mentira, la mezquindad. No se puede convertir aquel gesto en un testimonio, para ocultar lo que somos. La bondad, como la humildad, que nace del cansancio de sufrir, es un horror, peor que el mismo sufrimiento. Un hombre no es bueno cuando se lo reconoce bueno, sino que lo es, cuando sus acciones preceden a sus palabras, y ejercita la bondad que conoce. La bondad irresponsable, inexperta, sin criterio, ni siquiera es bondad, es una ingenuidad que causa solo desastres. La vela se va a apagar. La botella está casi vacía. Quedan sólo dos dedos de vino. La agarro con la mano y la llevo cerca de mí. El vidrio frío me da un momento de alivio. Me acerco la botella al pecho como si estuviera abrazando a una mujer. La mujer que más deseo. Pero la mujer que más deseo no esta junto a mí. Pienso en el amor. Es difícil definirlo. El amor para el alma es la pasión, para la mente es el deseo, para el cuerpo es la posesión de lo que se ama. Pienso a la importancia de amar. En como sea difícil encontrare a alguien con quien sentir algo de maravilloso, profundo, verdadero, sincero, único. Como el amor a perdido de importancia frente a los factores materiales de la vida que jamás proporcionaran la felicidad. El amor no es voluntad, ni convicciones, ni conveniencia; El amor es sentir…sentir…sentir… Sentir dentro de nosotros a la persona que amamos. Sin esa alegría de amar, no es amor es otra cosa. No he logrado nunca entender cómo un hombre puede amar a una mujer durante años, y en el momento en que ese amor se acaba, lo encuentras veinte días más tarde viviendo, con la misma pasión e intensidad, otro amor, conocido en el bar de la esquina. Yo he siempre he tiempos larguísimos para depurarme de una mujer que me había dejado huella y robado el corazón. Nunca he sido el primero, en romper los anillos invisibles que me ataban con el pensamiento a esa mujer. Nunca he sido capaz de traicionar lo que mi alma sentía por ella, al revés, lo he sufrido, cayendo a veces en un dolor y una tristeza profunda. Se iría contra mi naturaleza. Seria como dejaría de existir o de amarme. El amor dicta condiciones inevitables para cualquier ser humano, es inútil tratar de evitar o ignorar ciertas condiciones, que han sido previamente esculpidas en la propia alma. Sólo viviendo se aprende a vivir. Solo amando se aprende a amar. Sólo abriéndonos podemos recibir. El amor es indispensable para todos. Pero muchas veces se ignora el verdadero significado. Y por amor se entiende solo ser amado. De esta manera aquel maravilloso acto creativo y dinámico se trasforma, en un tentativo egoísta de ser deseado. Pero el verdadero amor es un sentimiento que nace del alma. Y si no nace, no es amor es otra cosa. Sigo pensando que no vale la pena perder a alguien que ha hecho latir el corazón y brillar el alma, porque después, el precio más duro de pagar, no será la soledad, pero será estar al lado de alguien que no se ama. Sería como regalar el propio corazón. Y de corazón se tiene uno solo. Y sólo tú sabe lo que hay dentro y lo que necesita. He entendido con las experiencias de la vida que si un hombre y una mujer, no encuentran la audacia para luchar con las garras del tigre, y con el coraje del águila, por un gran amor, no vale la pena que luchen por nada. Incluso si llegasen a las metas más altas, las nubes ocultaran siempre el sol. No podrán ser felices porque habrán vivido contra su naturaleza. Y la naturaleza es amar y ser amado. Todo lo demás es cosa común. No es sin motivo que una mujer me llama la atención, mientras que otras miles que me pasan cerca, me dejan indiferente. No es sin razón que el pensamiento o el recuerdo de aquella mujer vuelven constantemente a mí. Lo que queda grabado en el corazón, no está desprovisto de luz o de armonía. Un amor… ese maravilloso encuentro, que permanece esculpido dentro de nuestros corazones, ya había sido dibujado y preestablecido por alguien que quería que eso sucediera. Es La ley de la tres rosas. Sólo con el corazón podemos entender si la mujer o el hombre que tenemos al lado, o en el que pensamos cuando no lo tenemos al lado, tiene el poder de hacernos brillar el alma, y de ser un gran amor, o representa solo la conveniencia del momento, y el miedo a nuestra soledad. Amar no significa mantener el balance de quien hace esto o aquello, de quien hacen más o menos. Amar es entender que hay momentos en los que tenemos que dar más de lo que recibimos, pero, habrá otros momentos en los que necesitaremos recibir más de lo que somos capaces de dar. Amar es ser concientes de lazos invisibles que unen dos almas gemelas y las atan de una manera que puedan disfrutar de la misma alegría y sufrir del mismo dolor. Amar es ser capaz de encontrar y leer entre las palabras escritas de una carta, las palabras que no se escribieron, escuchando las sensaciones que la propia alma comunica, y actuar de consecuencia, para no perder la oportunidad de ser felices. Las cosas no se repiten con facilidad. Pero tal vez este es el signo del destino, que te dice que no te vaya, no huir, porque si lo haces te vas a arrepentir por toda la vida por lo que has querido perder. Regalar el propio corazón es perder la propia alma. No hay que hacerlo nunca… jamás. Porque el alma, cuando estés a solas te inquirirá porque lo hiciste. Y como no lograrás persuadirla, difícilmente podrá aportarte la alegría de vivir. Y la alegría de la propia alma es más importante que el amor. Ya que el alma te acompañara en cada momento, de tu vida, mientras que el amor… el verdadero amor es difícil de encontrar….Un amor a tres rosas rojas. He terminado mi botella de vino, es mejor que me vaya a dormir y deje de pensar, de todos modos el mundo no cambiará nunca, y la gente será siempre la misma. Y el alma pregunta.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Montenegro ( Un Hecho erotico)

Septiembre 2013 Esta historia ha ocurrido realmente en términos un poco difíciles de contar. Por esta razón, he decidido añadirle algo para que pueda parecerse a un cuento. Pero la parte principal ha sido vivida por mí en las formas, en los lugares y con las personas que aquí describo. Me esperaba sentada en un bar de la calle Vergara, tomando un café con una amiga que trabajaba con ella. Después de 10 minutos, la amiga se levantó y nos dejó solos. La noche anterior le envié un mensaje a su móvil para proponerle tomar un café. No podía deshacerme de la necesidad continua de descifrar mis sentimientos. Quería saber el efecto que me haría verla de nuevo. Si todavía los sentimientos que sentía hacia ella eran ciertos. Si todavía quería vivir esos momentos de verdadero placer y de deseo que me hacían brillar el alma y latir el corazón sólo con verla. He amado a esa mujer más de lo que ella podía imaginar y me hubiera apasionado amarla mucho más si me hubiese dado la posibilidad. Pero no quiso. Cuando me vio, ni siquiera me pregunto cómo estaba, cómo me sentía, lo que había hecho en ese tiempo. No dijo ni siquiera una palabra que tuviera un poco de peso. Su única preocupación fue la de informarme con media sonrisa, que iba a acompañar a su amiga a comprar algo de ropa nueva. Su cara no tenia luz, estaba invadida por el vacío y la tristeza. Sus ojos estaban privados de la alegría que la hacía diferente a las otras mujeres. Y aquel cuerpo que yo tanto había amado me era indiferente. Había cambiado. No era ya emocionante y estimulante antes mis ojos. Escondido detrás de aquel vestido negro de poco coste, que destacaba sus formas, ya no tenía la sensualidad y la feminidad de una vez. Su belleza había desaparecido. Frente a ella, mis pensamientos perdían rápidamente cuerpo y consistencia y se deshacían convirtiéndose en algo ya visto. No la deseaba más como alguien que se ha perdido y deja rastros dentro de nosotros, sino como a alguien que ha pasado rápidamente por nuestras vidas sin dejar huellas. Ni siquiera tuvo la dignidad de decirme que estaba saliendo con otro hombre. Un extranjero. Que se veían y estaban juntos desde hacia algún tiempo. Aunque ella no estaba enamorada. Se notaba por sus ojos que no brillaban. Tal vez estaba con él, porque formaba parte de su grupo de amigos, porque le convenía, por miedo a estar sola, o para olvidarme. Pero la unión que viene del miedo a la soledad, y va adelante por la convicción de la voluntad, es triste, es carente de pasión, y su existencia se transforma con el tiempo en monótonos momentos ya repetidos. Si me hubiera dicho la verdad no hubiera cambiado nada, pero al menos me hubiera quedado con una recuerdo más hermoso, más leal, más digno de nuestra historia. Con un recuerdo más digno de ella. Mentir es ir en contra de la propia conciencia y contribuir a entristecer la propia alma. Era una mujer pequeña. Y mentía para esconderse y huir como lo hacen los seres pequeños. No puedo decir que me sentía ofendido en mi inteligencia, sino simplemente que estaba sorprendido por la pena de aquella estupidez sin límites, la de decir esas mentiras. Yo sabía muy bien que ella por sí sola no era capaz de hacer nada y aterrorizada por el paso del tiempo tenia constantemente la necesidad de tener una figura masculina a su lado. Pero cuando una mujer por miedo a la soledad, cae en la trampa de la facilidad y se hace accesible, pierde la capacidad de crear una relación cómplice con un hombre. Es fácil confundir el sentir con la compañía, el amor con la amistad, el deseo con la novedad, la comodidad con la oportunidad. Desde que dejamos nuestra relación, su objetivo había sido destruir para olvidar, para encontrar una alternativa lo más rápido posible, sin pararse un momento a reflexionar, para pensar, para hablar y tratar de reconstruir. Había roto los lazos invisibles que unen dos almas gemelas y las atan de una manera que puedan disfrutar de la misma alegría y sufrir del mismo dolor. Pero ella, era demasiado superficial; superficial como la gente que la rodeaba, para comprender las sutilezas del amor. Esta actitud, me producía un inmenso cansancio y no hacía más que alejarme de ella. Había desaparecido dentro de mí el recuerdo de aquella silenciosa y dulce nostalgia, que vivía dentro de mi corazón, y en lo más profundo de mi alma para esa mujer. De ese amor, que hubiera mantenido y querido por toda mi vida. Me di cuenta de que, no había nada que ella pudiera hacer para que yo volviera a experimentar esos sentimientos que una vez sentí y viví con tanta pasión. Cuando se fue me quedé mirándola por detrás unos momentos Tuve la triste sensación de haber perdido el tiempo. Me di cuenta de que el océano que vi cuando la conocí la primera vez, había sido sólo un producto de mi imaginación y de mi ilusión. Pero la realidad era diferente. Delante de mí tenía una mujer sin peso, sin espesor, sin profundidad. Yo en una mujer no amo simplemente lo que es en sí misma, sino, la capacidad que tiene de amar, de sentir, de donar ciertos sentimientos. El coraje que tiene de vivir y luchar con sinceridad a lado de un hombre. Pero sobre todo amo la verdad, la lealtad y la honestidad. Sólo así, se puede crear una alianza que dura toda la vida, o quedarse con un buen recuerdo de ella, si este amor es imposible. Esa misma noche fui a cenar a un restaurante recién abierto en el Barrio Gótico. Quería ir con ella, para hablar, para aclararnos, para reconquistarnos de nuevo uno al otro. Pero estaba solo. Sólo conmigo mismo. Decidí entonces celebrar mi libertad y brindar por un futuro diferente. Había sido invitado por mi amigo Filip a ir cinco días a Montenegro, para una celebración especial que tenia lugar en Budva . Un amigo suyo, después de siete largos años de renovación abría las puertas de su castillo, dando una fiesta memorable con más de 500 invitados que venían de todos los rincones de Serbia y Croacia. Había gente del más alto nivel. Televisión, periódicos, la radio. Todos se habrían hecho eco y habrían hablado de ese acontecimiento. Fue en ese preciso momento en que decidí enviar un mensaje desde mi móvil a Onijko en París. Hacia casi un mes que no sabia de ella. No había respondido a sus llamadas telefónicas. Me había negado a verla y salir con ella. Mientras que Mónica vivía dentro de mí no quería mezclar los sentimientos. No podía traicionar lo que sentía mi alma. Pero después de aquel café tan amargo, todo era diferente, todo había cambiado dentro de mí. Después de aproximadamente una hora, me contesto un poco sorprendida de mi mensaje. -Hola hermoso italiano, pensé que me había olvidado. ¿Cómo estás? -me di cuenta por el tono de su voz que estaba triste-. - Tengo una propuesta qué hacerte y no acepto un “no” por respuesta. El día 21 de este mes me voy a Montenegro y me quedo hasta el 25. Me ha invitado un amigo, a una fiesta en un castillo. ¿Quieres venir conmigo? - ¿Un castillo? -contesto sorprendida- ¿Bromeas o hablas en serio? - Vaaa Onijko ... Sabes que no estoy bromeando . Sí, en un castillo. ¿Vienes? Salí desde Barcelona el sábado por la mañana a las 7:30 vuelo directo a Dubrovnik. Desde allí tome el bus el bus que me llevó en dos horas a Budva. Tenía una cita con Onijko a las tres de la tarde. Ella llegó desde París 2 horas antes. La vi sentada en una mesa en la plaza principal de Dubrovnik frente a una taza de café. Bronceadísima, con el cabello recogido, oculta tras unas gafas negras. Llevaba una vestidito de punto fino, que resaltaba su cuerpo, y bailarinas de seda negra. Era más hermosa y sensual de lo que recordaba. Para quedarse sin aliento al mirarla. -Hola italiano ¿cómo estás? -me saludó con una sonrisa). -Hola, Onijko, estoy bien... muy bien. -¿Por qué me has llamado después de tanto tiempo? ¿No tenías ninguna amante que te acompañase? -Detrás de su voz se escondía una cierta emoción. - Yo no tengo amantes -le dije serio-. La mujer a la que amaba ya no existe más. Se ha quedado sólo en un borroso recuerdo. Ahora soy libre y estoy disponible -dije con una sonrisa. - ¿Y me llamas porque quieres que yo ocupe un lugar en tu vida? o, ¿simplemente porque no tienes nada mejor que hacer? Quería desdramatizar el tono de la conversación. - Te he llamado porque quiero hacer el amor contigo, y darte algunos buenos golpes en ese culo duro y redondo. Se levantó, me apretó vigorosamente hacia ella, y me dio un beso lleno de pasión, que llamó la atención de algunos clientes en el bar. En dos horas llegamos a Budva . Un pueblo de piedra asomado al mar. Había reservado un hotel encantador para celebrar nuestro encuentro. Un 5 estrellas de lujo, no muy lejos del centro histórico, ubicado frente a la playa con todas las habitaciones con vistas al mar. El Avala Resort Hotel. Estaba equipado con una sauna, solarium, spa, casino, dos piscinas y una gran piscina jacuzzi con vistas al mar. En la recepción nos recibieron con sonrisas, y las chicas, casi todas rubias, competían entre ellas felicitándose con Onijko por su belleza. Había reservado para la ocasión una Suite Executive. La habitación era preciosa. Tirados en el sofá se podía ver el mar abierto. Y una gran ventana iluminaba la habitación dejando entrar durante el día los rayos del sol y por la noche la luz de la luna. La cama, enorme y dura, se podía cambiar a nuestro propio ritmo con un movimiento hidráulico. El cuarto de baño estaba oculto por un vidrio transparente, y las luces suaves salían de las pequeñas grietas del suelo y de las paredes. Pasamos los dos primeros días, perdiéndonos entre las estrechas calles del pueblo totalmente restaurado. La piedra gris con la que fue construido, le daba una imagen austera llena de misterio. Y por la noche, iluminado por las farolas de hierro forjado, transportaba atrás en el tiempo. Íbamos a cenar a pequeños restaurantes, a lado del mar, a la luz de las velas, con música serbia de fondo. Melancólica pero penetrante. Siempre, una o dos botellas de vino para volver al hotel medio borrachos, y hacer el amor hasta altas horas de la noche. El día de la fiesta, Onijko me dio una sorpresa que no me esperaba. Salió de la ducha con una toalla atada alrededor de su cuerpo; todavía un poco húmeda, abrió la maleta, y me dijo, sonriendo: - ¡Mira lo que traje para ti! -Sus ojos brillaban de felicidad; sacó el vestido de Chanel que le había regalado en París. - Ya sabes... No me lo he vuelto a poner desde entonces. – Había algo de tristeza en sus palabras-. Había pensado en volver a usarlo sólo para un evento especial. Bueno... -Dijo sonriendo- la verdad es que me había prometido a mí misma ponérmelo solo si volvería a verte. Me acerqué a ella y le di un beso abrazándola con fuerza. Se lo puso sin sostén. La tela de seda fina se adaptó a su cuerpo como un guante. Era de una belleza y sensualidad fuera de lo común. De quitar la respiración Nos encontramos con Filip y su novia en la plaza central de Budva, frente a la iglesia. A partir de ahí, los momentos que siguieron nunca dejaron de sorprenderme. Un autobús disponible para los huéspedes vino a recogernos y nos llevó a la fiesta de la que todos hablaban. Sentada a mi lado Onijko olía a vainilla. Con la cabeza apoyada en mi hombro, me miraba regalándome a veces una media sonrisa. Estaba feliz de estar allí con ella. Después de unos 20 minutos llegamos al castillo que dominaba la colina. La categoría de los coches aparcados frente a la entrada, nos hacía entender de inmediato qué tipo de personas habríamos encontrado. Ferrari, Mercedes, Jaguar último tipo, eran los que más abundaban. El castillo era uno de los símbolos de Budva . Construido sobre una roca de piedra caliza en la parte superior de una colina, desde una altura de 960 metros dominaba todo el paisaje de los alrededores. Más allá de la gran puerta de madera y hierro, nos dio la bienvenida un gran salón iluminado por decenas de antorchas adosadas a los muros. En el centro un gran candelabro de bronce, que descendía desde el techo en forma de corona, con cientos de velas encendidas iluminaba el gran salón. Los suelos del castillo eran de mosaico y las paredes llenas de pinturas en marcos dorados. Desde las grandes ventanas caían cortinas de seda color vino. Las pequeñas aberturas en las paredes, daban acceso a los corredores y pasadizos secretos, que nos llevaban misteriosamente a rincones inaccesibles del castillo. Los subterráneos estaban perfectamente restaurados, todavía divididos en celdas de tortura donde un tiempo venían torturados los invitados que no eran bienvenidos. Onijko me seguía agarrando mi mano, entusiasmada y curiosa. Caminaba detrás de mí con habilidad y desenvoltura entre las piedras sueltas, con sus zapatos de tacón alto. Después nos sentamos en una grande mesa en una sala de estilo renacentista. Las luces de las velas daban un aire misterioso al todo. Los mayordomos, con librea blanca nos traían los platos en bandejas de plata. Me había dado cuenta de que un par de amigas, miraban constantemente a Onijko . Sus ojos estaban fijos en ella, como si yo no existiera. Una situación que me dejó perplejo, pero no le di demasiada importancia. También porque Onijko bronceada como estaba, con aquellos rasgos orientales, en ese vestido de Chanel, parecía salida de una revista de moda y atraía las mirada de todos los huéspedes. Después de cenar nos sentamos en un gran sofá con una botella de champán. Las dos chicas vinieron a sentarse junto a nosotros. Rivka era más delgada y masculina en la manera de ser. Helena más bien formada y sensual, parecía más dulce. Ambas venían de Moscú. Para mi sorpresa, hablaban español. Habían vivido durante dos años en Madrid, trabajando como modelos para la revista Vogue España. No apartaban los ojos de Onijko Era la primera vez que nos veíamos y, sin embargo, entramos inmediatamente en confianza, como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo. Después de un rato de estar allí un rato, me levanté para ir a buscar otra botella de champán. Una de ellas, Rivka, se puso de pie y me acompañó. La otra Helena, se quedó sentada hablando con Onijko . Al alejarse un poco, se me acercó y me dijo. - Tu novia es hermosísima. Una cereza difícil de encontrar. Entendí inmediatamente el sentido de su afirmación, y le seguí el juego. - ¿Te gustan las cerezas? -Le respondí con un tono malicioso-. - Mi amiga y yo, adoramos las cerezas -me dijo como si estuviera esperando algo-. - ¿Y te gustaría comer mi cereza, verdad? -Comer aquella cereza nos gustaría a las dos. Entendí por dónde iba, y lo que me estaba proponiendo. - Mira que no le gustan las mujeres. Tendrías que saber conquistarla. ¿Eres capaz? -Le dije, intrigado por la respuesta-. - Déjala en nuestras manos y no te arrepentirás. -Me contesto sin vacilar- - ¿Sois buenas? Quiero que le guste... que sientas placer... que sea feliz con su primera experiencia. - Mira -dijo con un tono de voz como para aclarar las cosas- a mí y a mi amiga nos gustan sólo las mujeres. Vamos a proporcionarle un placer que no te puedes ni imaginar. Confía en mí. - ¡Está bien! Acepto el juego. Pero... con una condición, de lo contrario no me interesa. - ¿Qué condición? -me contestó con curiosidad- - Quiero ver todo el espectáculo de principio hasta el final. Contesto sin vacilar. - Puedo aceptar esta condición si tú aceptas la mía. No debes entrar entre nosotras. No tienes que tomar ninguna iniciativa y no tienes que abrir la boca. Debes permanecer en silencio y observar. Acepté intrigado y emocionado por la propuesta. Pero… no me podía imaginar lo que iba a pasar. A las dos en punto de la noche salimos medios borrachos del castillo. Tomamos un taxi hasta llegar al apartamento de Helena para celebrar el final de la noche. Una buena botella de vodka ruso nos esperaba. El apartamento tenía una decoración de estilo minimalista. Un gran ventanal desde donde se podía ver el mar iluminaba la habitación creando una atmósfera de misterio. La división de los cuartos había sido diseñada de una manera inusual. Cortinas de seda blanca, bajaban desde el techo y sustituyan las paredes. Un grande sofá, con tres o cuatro sillones alrededor, dominaba la sala principal. Helena apagó las luces, encendió unas velas, puso un poco de música suave y un perfume con olor a Pachulí. Se sentaron las tres en el sofá con Onijko en el centro. Yo me quede de pie junto a la ventana, casi oculto por una cortina observando la escena Mi corazón latía con fuerza de la emoción y el sudor corría por mi cuerpo. Me sudaban las manos por la tensión. La luz de la luna reflejada en el mar entraba por el ventanal que iluminaba toda la escena La noche era cálida y tranquila y no circulaba mucha aire en la habitación .Onijko estaba visiblemente borracha y se reía divertida haciendo caso omiso de lo que iba a suceder. Las dos chicas rápidamente se quitaron el vestido y se quedaron en tanga dejando descubiertos sus cuerpos atléticos y fibrados. Después se acercaros a Onijko, y casi forzándola un poco le quita el vestido. Advertí por su parte una cierta resistencia, muy leve, visto que todo se parece a un juego. - ¿Qué estáis haciendo? -les dijo con sorpresa-. - Venga déjate hacer… -contestó Helena- Hace calor y estamos más cómodos sin ropa. - Puedo hacerlo yo misma, gracias. - No-le respondió Rivka -con un tono de voz seco y autoritario- lo hacemos nosotras. A pesar de la reacción un poco brusca, se dejó llevar. Como en un juego, Helena, propuso usar máscaras para que fuese más divertido el momento. Me di cuenta de que la máscara que le dieron a Onijko tenía las grietas de los ojos tapados. Comenzaron a tocarse, a buscarse, a abrazarse unas a otras, tratando de reconocerse entre sí. Cuerpos que se movían con sensualidad. El olor sudado y seductor de la piel comenzó a sentirse. Onijko tenías un pecho que era un espectáculo. Una 90 abundante, firme, a pesar del tamaño. Mirándola me hacia pensar en el pecho de una chica de 20 años... Se creó una atmósfera emocionante e incluso Onijko parecía excitada por la situación. Sus movimientos eran irregulares y un poco distraído, parecían que sólo servían para calentar su cuerpo ya sudado. Helena con un gesto rápido, casi por sorpresa, trató de deslizar una mano dentro del tanga de Onijko , intentando de tocarla entre las piernas. Pero fue rechazada inmediatamente con fuerza y firmeza, de manera que, por un momento creí que todo estaba por acabarse. - ¿Qué estás haciendo? -le dice Onijko apartándose con el cuerpo y quitándose la máscara-. No me gusta este juego. Ni se te ocurra nunca mas hacer un gesto así o me voy. - Lo siento -respondió Helena en voz baja- Estaba bromeando no te enojes. -Que quede claro que no me gustan las mujeres, y no quiero que este juego vaya mas allá. Intercambié una mirada con las chicas, y le hice una señal con la cabeza de entrar en acción. Tal vez ha llegó el momento de forzar la situación. Me acerqué y me senté tranquilamente en el sillón frente a ellas. Estaba emocionado y excitado. La invitaron tirándole suavemente de los brazos, a sentarse en la cama para hacerle un masaje tántrico en la espalda. Onijko no parecía muy convencida, pero sucumbió a la presión y el deseo de las dos chicas. Tal vez la cantidad de Vodka bebida empezó a hacer su efecto. Se sentó en el borde de la cama como ellas le indicaron. Rivka se encontraba detrás de ella, Helena se arrodilló delante apoyando las manos sobre las piernas de Onijko, quien parecía estar un poco incómoda. Las fuertes manos de Rivka comenzaron a masajear sus hombros, para luego recorrer su cuerpo y volver de nuevo a la espalda. Se le acercó con el cuerpo, empujando hacia adelante, apoyando sus pechos su los hombros de Onijko . Estirándose un poco más sobre ella, comenzó a tocar su vientre, bajó dulcemente por el costado, y subió hasta tocar sus pechos. Sus manos tienen la posesión de los pechos de Onijko que parecía darse cuenta de que algo iba a suceder. - ¿Qué estás haciendo? ¡No quiero! Protesta con vigor, pero no se rebelaba. Helena era consciente de la situación, y comenzó rápidamente a acariciarle el interior del muslo pasando sus manos sobre el tanga. La respiración de Onijko se volvió más irregular. A veces suspirabas; otras gemía. Las manos de Helena empezaron a tocarla con más energía. Rivka le agarraba con fuerza los pechos y la tiraba hacia sí quedándose debajo de ella. Cruzó las piernas en la parte delantera del cuerpo de Onijko como una pinza, evitando que pudiera levantarse. Le bloquearon los brazos y la tiraron fuertemente hacia ellas. Ahora Onijko no podía moverse. Sólo entonces se dio cuenta de la situación y gritó. Pero ya era demasiado tarde. - ¡Que estáis haciendo! ¡Ya he dicho que no! ¡Basta ya! ¡Quiero irme! ¡Dejadme! ¡Dejadme! ¡No quiero esto! ¡No me gusta! ¡Dejadme! ¡Ayuda! ¡Ayuda! Pero Rivka es fuerte y la inmovilizó. Sus manos delgadas le agarraron el pecho y empezaron a apretarlo acercándolo. Lo que hizo que sus pezones se pusieran más duros y se hicieran más evidentes. Un grito de dolor salió ronco de la boca de Onijko. En ese momento, Helena se arrodilló delante de ella y le quitó con fuerza el tanga dejándola desnuda. Onijko trató de cerrar las piernas para evitar que penetrase con la mano, pero una bofetada en la cara hizo que aflojara su resistencia. Si bien la bofetada no fue violenta, me cogió por sorpresa. Por un momento estuve dudando si intervenir. No hice nada. Me quede inmóvil observando la escena. Onijko se mantenía en equilibrio entre el borde del dolor y del placer. Difícil donde estaba el límite. Helena entonces le abrió con fuerza las piernas y comenzó a tocar su coño. Le metió dos dedos que comenzó a mover con energía subiéndolos hacia arriba, o torciendo y empujándolos más a fondo. Onijko trató de mover el cuerpo, de defenderse, pero era demasiado tarde para escapar. Era difícil presenciar sin hacer nada, aquella apasionada sensualidad de cuerpos que se tocaban, se besaban, que iban buscándose. Los gemidos y los gritos ahogados de Onijko me excitaban. No sabría como describir las sensaciones que iban creciendo dentro de mí. Ver a la propia mujer violada por dos desconocidas, y presenciarlo con la complicidad de un espectador, me hacia debatirme entre los celos y la excitación. Su respiración se volvió más profunda, más fuerte, cada vez más acelerada, bajo el ritmo de la mano que se movía cada vez más rápido y con gran maestría. Su cuerpo se inundó en un placer desconocido. Helena se estiró un poco, y siempre moviendo los dedos en su interior, se extendió sobre su cuerpo y comenzó a chuparle los grandes pezones duros y negros. A veces mordiéndolos otra lamiéndolos. Onijko se rebelaba, trataba de salir de esa situación. Pero no era tan fácil. Estiraba las piernas, las alargaba tratando de encontrar un punto de apoyo para levantarse, una manera de salir. Se dio cuenta que estaban abusando de su cuerpo. Contra su voluntad. La estaban violando. Se movía frenética en la cama, pronunciando frases incoherentes. Se mordía los labios, aprieta los puños, pero los movimientos de los dedos de Helena eran cada vez más intensos, más penetrantes, tenían el dominio de su cuerpo, y la capacidad de procurarle placer. Rivka por detrás le agarraba con fuerza el cabello tirándolo hacia ella y le lamía el cuello con su lengua. Onijko lanzó un grito. Como para negarse a sentir placer. Pero vi que ya no podía resistir. El dolor se mezclaba con el placer, y unos momentos después, tuvo un orgasmo fuerte y prolongado. Un placer que se posesionaba de todo su ser. Helena sacó los dedos de su vagina, se arrodilló de nuevo frente a ella, y se hundió con el rostro entre sus muslos. Violentamente, comienza a lamer los labios de su coño. Empujando su lengua dentro hasta el final, como si se tratara de un miembro masculino. A continuación, comenzó a chupar su clítoris, chupándolo como si fuera una ventosa. Lo chupaba con avidez. Sentía su aliento lento y prolongado. Onijko comenzó a gemir, a suspirar, comenzó a sentir un inmenso placer. Lapsus donde estaba celoso por el placer que ella sentía. ¿Le gustaba más que cuando hacía el amor conmigo? ¿Aquellas dos chicas sabían chuparla y lamerla mejor que cuando se lo hacía yo? ¿Se dejaba llevar para acrecentar nuestra complicidad, o porque, estaba invadida por un deseo irresistible? Sabía que su resistencia estaba desapareciendo y que su cuerpo ya no se resistía. El placer de la carne era superior al querer del celebro. Percibí una caída en su voz, y me dí cuenta de que una vez más se encontraba cerca de otro orgasmo. Otro grito de placer, rompió el silencio de la noche. Luego, como si despertara de un sueño, suplica otra vez a las chicas que la dejen libre. - No... No... No... ¡Dejadme! ¡Dejadme! ¡No quiero! ! Por favor, por favor, déjame ir! - Ahora el tono de su voz perdió fuerza, era más suplicante- ¡Me estáis haciendo daño! ¡No quiero! - ¡Cállate! ¡Cállate! ¿Quieres callarte? -le gritó Rivka- - ¡Suéltame! Estáis exagerando. ¡Suéltame! ¡Suéltame o me pongo a gritar! Le gusta...le gustaba ser violada. Hizo de nuevo un movimiento brusco del cuerpo y trató de deshacerse, cruzando las piernas como para levantarse, pero otra bofetada de Helena en la cara la hizo rendirse. Rivka la tenia cogida con fuerza y con un gesto brusco la acercó aun más a ella. Helena de rodillas delante de ella le abrió con fuerza las piernas y se introdujo en el medio con el cuerpo, por lo que ya no podías cerrarlas. Ahora podía chupar el clítoris, sin ningún tipo de resistencia por parte de Onijko . Su duro clítoris parecía como otra lengua, responder a aquel juego de pasiones. Onijko tuvo un estremecimiento. Empujó la pelvis hacia adelante, Helena siguió lamiéndola sin parar, deseosa de darle placer. Lo chupó, lo mordió, movió rápida y penetrante la lengua en el coño completamente mojado. El cuerpo de Onijko parecía inundado de descargas eléctricas que precedían de nuevo un orgasmo. Se movía frenéticamente, pronunciando palabras desconectadas. Su respiración se volvió más y más irregulare. Su continuo gemidos me hicieron entender que esta muy cerca de tocar el cielo. Helena intensificó el movimiento de la lengua, y Onijko no resistió más. Arqueó el cuerpo, abrió la boca, dejó salir la lengua que mojaba sus labios con un movimiento circular, apretó los puños agarrando las sábanas. Ya no quiere aguantar y se dejó llevar por un orgasmo fortísimo. Gritó todo su placer rompiendo el largo silencio de la noche. Su cuerpo ya no tenía ningún secreto para las dos chicas. Estaban cada vez más ardientes y ávidas de deseo. Rivka aflojó un poco el agarre, y aprietó sus pechos acercándolos Los pezones de Onijko estaban duros y erectos. Sus piernas ya no podían detenerse. Las subía y las bajaba sin control. Cuando Helena empezó a darle algunos golpes fuertes con la palma de la mano en el coño todo mojado, Onijko se agarró enérgicamente a las sabanas intentando liberarse por última vez. - ¡Basta ya! -Le gritó Rivka- o te queda quieta o te haré daño. Y le agarró con fuerza el pelo. -Si te mueves te los arranco. Entendí por los gemidos no propios de placer que estaba en curso una especie de lucha, pero al final he comprendí que también a Onijko le gustaba. En cierto momento Helena se levantó y sacó de la mesita de noche al lado de la cama dos cordones de seda negra; le ató las manos que sostenía con firmeza. Con la ayuda de Rivka le dieron la vuelta, la pusieron boca abajo y levantándole el culo comenzaron a lamerle el orificio. Rivka la golpeaba fuerte en las nalgas hasta hacerla gritar. Le ataron los pies a los extremo de la cama. Onijko empezó de nuevo a implorarles: - No... No... !!Por favor dejadme!! ¡No quiero! ¡Suéltame! dejadme! Onijko siguió negándose a colaborar. Trató de nuevo de escapar pero la fuerza de Rivka le impidió cualquier movimiento. Con fuerza le ataran las piernas formando así una “X”. Tendida en la cama, atada por los cuatro lados, con las piernas y los brazos abiertos no podía hacer nada. En aquel momento, los movimientos de negación se bloquearon: y se dejó llevar, rendida antes la evidencia. Se entregó por completo. Entendió que ahora se veía obligada a persistir en el juego a ceder a sus voluntades y permanece allí para ser lamida, besada, tocada como un objeto. Un objeto sexual en sus manos. Las dos chicas se dieron cuenta de su rendición y empezaron a besarla suavemente con pasión, cruzando aquella delgada línea entre el dolor y el placer. Después de abusar de su cuerpo durante media hora, se alejaron, dejándola sola, atada a la cama con los ojos vendados por casi 10 minutos. Nadie sabía lo que iba a suceder. Rivka abrió un cajón y coge una fusta de la piel con un lazo en la parte inferior. Como las que utilizan los jinetes. Una especie de látigo. Onijko no podía moverse. Helena se acercó, se tumbó detrás ella, entre sus piernas, le abrió las nalgas del culo, sujetándola con las manos y empezó a lamer el orificio. Mientras Rivka situada en frente de ella, comenzó a golpearle el culo con ese látigo, dejándole rápidamente su piel roja. Golpes cada vez más fuerte. Onijko gritaba entre el dolor y placer. Tuve la sensación de que le gustaba ser tratada como una esclava. Le daban pequeño latigazos primero en una nalga, luego en la otra. Los golpes caían fuertes y precisos. -¡Ya basta! ¡Basta! ¡Me hacéis daño! - Cállate... cállate... tienes que estar en silencio. Quédate quieta o te dolerá mucho. - ¡No quiero seguir! ¡Desátame! - ¡Cierra la boca! Ahora viene la parte divertida. Te gustara mucho. - No ... no ... no quiero ! ¡No quiero! ¡Dejadme! Pero Rivka y Helena con fuerza y dulzura impusieron su voluntad y Onijko como una niña indefensa estaba abrumada. Helena se deslizaba entre las manos uno de eso guantes finos y transparente que utilizan los cirujanos para operar, casi una segunda piel. Se extendió luego vaselina en sus manos, cubriendo casi todo los dedos, se tumbó de nuevo entre las piernas de Onijko le abrió las nalgas y le metió dos dedos por detrás, dentro el orificio del culo ya muy húmedo. Moviéndolos con una habilidad, que nunca había visto a nadie hacer, casi de inmediato encontró el punto sensible. Onijko empezó a gritar de placer. Placer y dolor. Quería pero no quería. Luchaba contra si misma. Rivka con un gesto le quitó la máscara, puso el látigo en el suelo, y la sostuvo con firmeza por los hombros. Ya no podía moverse. Le dijo que estuviese calma, que se relajarse, que empujase el culo hacia fuera, para que pudiese penetrar más a hondo con los dedos. Le dijeron que moviese las nalgas. Y Onijko lo hizo. Lo hizo y se movía como si tuviera un miembro que la penetrase por detrás. Se movía con sensualidad, dulce, suave. Lentamente. Hasta hacerse penetrar hasta el fondo. Sentía un placer increíble. No paraba de gritar. Moviendo su cuerpo, y su culo, al compás el movimiento de los dedos de Helena. La estaban follando como lo haría un hombre. Se parece a una niña indefensa. Sus gritos eran cada vez más poderosos. Volvía la cara contra la cama, mordiendo las sabanas lanzó un profundo suspiro, y en una explosión de llanto, gritos, de gestos, en la agonía de un placer incontrolable, comenzó a perder el control y la voluntad de sí misma. Una vez más tuvo un orgasmo. Un grito violento y prolongado. Un placer indescriptible. Lo vi en la expresión de su cara. Después de esa última pasión, se relajaron junto a ella, acostándose a los lados, le desataron las manos, las piernas y comienzan a acariciarle dulcemente el cuerpo y a besarla con los labios en las partes rojas de su piel. Onijko en medio de ellas, parecía responder. Ahora se intercambiaban besos y caricias. Se entregó por completo, tal vez el placer experimentado le hizo bajar sus defensas. Un espectáculo sensual, dulce, hecho de suspiros, gemidos, que se extiende durante más de una hora antes de mis ojos. Helena desde detrás le extendió una crema en el culo con movimientos lentos y rotatorios. Rivka delante le besaba delicadamente los labios. Una maraña de cuerpos. Salimos del apartamento a las siete de la mañana. Sin decir una palabra simplemente intercambiándonos algunas miradas llegamos al Hotel. Nos lanzamos muertos y agotado en la cama hasta las seis de la tarde. Por la noche fuimos a cenar en nuestro restaurante favorito en el paseo marítimo, para abrir la última botella de vino. Había descubierto una de sus fantasías secretas. En cualquier caso no habría hecho más que aumentar nuestra complicidad. En definitiva ser cómplice de una mujer es compartir secretos que nunca tendrías el valor de confesar a nadie. Y que ella nunca hubiera vivido si no estuviera contigo. Al día siguiente partimos. Onijko para París yo para Barcelona. -Dime la verdad -le pregunté, mirándola a los ojos- ¿Te ha gustado lo de noche? - Me gustó mucho. Nunca me imaginé que podría ser tan hermoso. Aunque, a decir la verdad, me costó mucho relajarme.-Me dijo casi con un tono de disculpa por haber sentido placer- - ¿Qué pensabas cuando estaba allí? ¿Cuando te tocaban y te besaban, obligándote a hacer lo que querían? - Al principio pensé que era una broma, pero cuando me di cuenta que no era así, traté de luchar, de escapar, pero no pude. Entonces no sé por qué, pero en algún momento el dolor había desaparecido. Empecé a sentir placer. Era un placer para mí desconocido. Preferí entonces, déjame llevar y vivir esa experiencia. Y luego, el hecho de que tú estuviera allí mirándome, me daba tranquilidad y me excitaba aún más. - Pero aparte el placer físico, ¿Que es lo que sentía en esos momentos? - Cuando intentaba liberarme, para escapar, y me agarraban con fuerza, contra mi voluntad, me sentía como una esclava. Su esclava, obligada a su voluntad. Esta situación me excitó muchísimo. Sentía con un cierto pavor que empezaba a experimentar sensaciones que nunca había sentido antes. - Eres una mujer increíble -le dije con un susurro de voz-. En definitiva la complicidad es vivir juntos incluso las pequeñas cosas que la vida te presenta de una forma aleatoria. Una relación sin imaginación, se reduce con el tiempo a una acumulación de horas aburridas y banales. De hecho, la mayoría de las relaciones entre un hombre y una mujer parecen frías y distantes a primera vista. Son vividas con una tal pereza, lentitud y debilidad, que todos están insatisfechos del propio destino y aburrido de la vida. Aun que nadie hace nada para cambiar. A la mañana siguiente desayunamos juntos. Volábamos alrededor de las ocho de la tarde. Sentados en el bar nos mirábamos en silencio. Absorto en mis pensamientos me acordaba de la noche anterior. De vez en cuando me encontraba con los ojos de Onijko que silenciosa me espiaba. La gente a mí alrededor se movía envuelta por una cierta apatía. La música de una tienda de dulces flotaba en el aire. Todo parecía tranquilo, y calma, pero en mi mente reinaba la confusión, la ansiedad, la agitación. Los pensamientos no me dejaban un instante. “No había dado ni un paso para demostrarme que era importante para ella. Solo el silencio. Lo había querido destruir todo. Sin ninguna razón. Sin hablar. Escapando y escondiéndose como hace la gente pequeña. Había destrozado, desmenuzado mis sueños. Los sueños que quería realizar con ella. Solo con ella. Beh…Si tuviera que apostar por una hipótesis, diría, que se había dejado convencer o influenciar por algunos de sus amigos o amigas que no conocían ni tan siquiera una sola gota de agua del océano que vivía dentro de mi, y de lo que podríamos haber sentidos y vividos juntos, ella y yo, si nuestra historia hubiese continuado. Y entonces... no debía quedar nada. Nada de nada. Ni tan siquiera una piedra encima de otra. Como si nunca hubiera existido nada”. Cogí el móvil, cansado de esperar algo que nunca llegaría, y le envié un mensaje. " No me envíes ninguna foto. No me interesas más. Que te vaya bien con tu nuevo novio. Adiós " Con tristeza y una profunda desilusión para haberle creído, apreté la tecla de envío, y cerré para siempre ese capítulo. Salí de su vida, y de aquel teatro hecho de nada. Aquel gesto me procuro un dolor enorme, y se llevó gran parte de mi alegría. Pero el amor es el latir del corazón, el brillar del alma, la alegría de ver a una persona, y el deseo de estar con ella. Sin esto, el amor no es nada. No me gusta en una mujer la media palabra. No aguanto la hipocresía miserable. Detesto la mentira y el chismorreo. No quiero una mascara que se esconda y se escape por miedo. No me gustan los viles. Onijko rompió el silencio de mis pensamientos. -Quiero estar contigo. ¿Por qué no vienes a vivir a París? -dijo con un hilo de esperanza- La miré sonriendo sin decir una palabra. -Italiano, te necesito. No quiero vivir una simple aventura, quiero algo más. Algo que tenga sentido. No quiero ser la mujer del momento. - No puedo ya lo sabes -Le dije con cierta tristeza- ¡Y mi trabajo! No podría hacerlo en París. Debería empezar de cero. No, Onijko ya no tengo la fuerza para empezar de cero. Pero te prometo que nos veremos más. Tan a menudo como sea posible. - ¡Pues entonces vengo yo a vivir a Barcelona! Puedo permitírmelo lo sabes. Dejo París y vengo para quedarme contigo. - ¿Cómo? -le dije sorprendido- ¿Quieres dejar París? -sabía que la mujer que tenía delante hubiera tenido el valor de hacerlo-. - Me voy a vivir a Barcelona, y no necesito trabajar. He pensado mucho en ti durante este tiempo y tenia gana de verte. No quiero hacer pasar más tiempo sin ti. -Había algo de verdad en sus palabras, me di cuenta por la luz de sus ojos.- - Hacemos así... Ahora yo soy libre. No tengo a nadie que vive en mi corazón. No tengo a nadie que me mantenga despierto por la noche pensando en ella. Vamos a ver lo que va ha nascer entre nosotros, lo que sentimos, y luego decidimos. - ¡Está bien! Pero vamos a empezar ahora -me dijo con decisión- El próximo fin de semana tengo la oportunidad de pasar cinco días en Barcelona. Iré a verte. No pude decirle que no. He aprendido a dejar ir a quien no tiene intención de quedarse...a no esperar quien no va a regresar… a dar una oportunidad a quien la merece. Esta noche he reservado una mesa en Boccagrande , un restaurante de moda en la ciudad. Onijko está aquí. Esperando de pie cerca de la puerta, lista para salir. Me mira regalándome una sonrisa. Es de una belleza impresionante. Una vez que esta historia será publicada , saldremos los dos de la casa e iremos a cenar delante una botella de vino, para hablar de nosotros, y tal vez del futuro. Pero... una pregunta sigue dando vuelta en mi cabeza... ¿Realmente le gustó ser violada? Y el alma pregunta.