domingo, 21 de diciembre de 2014

La señorita y la sombra


Sentada en un banco, una joven y bonita señorita lee con atención un libro comprado en un puesto. Mientras lee, subraya las frases que más le impresionan.
El libro habla del amor. Ese sentimiento sublime que… una vez descifrado el lenguaje, permite superar con las dificultades y fatigas de quien consigue vivirlo.
Delante de ella, los niños bajo la vigilancia de sus padres juegan a pillarse el uno con otro.
La joven señorita aunque hermosa, educada, elegante y de buena familia, no es feliz. Esa percepción de soledad que le aflora últimamente, también cuando está acompañada, le transmite un sentimiento de ansiedad. Le asalta esa fastidiosa sensación que le comunica que se ha entregado a los eventos y delante de las inevitables circunstancias de la vida. Se ha dado cuenta que ha sido secuestrada por falsas necesidades y que ha dedicado muy poco de aquel precioso tiempo a sí misma.
Correr sin parar desde por la mañana hasta por la noche para conseguir nuevos objetivos. Viajar sin un momento de pausa. Perseguir las propias ambiciones para poder tener la ilusión de ser alguien. Trabajar rodeada de personas que como ella jadeaban en la búsqueda del prestigio y del poder. Un modo de vivir que sin saberlo la había arrastrado hacia el camino de la infelicidad.
Transformando su vida amorosa en una maraña de estados de ánimo sin un principio ni un fin. Un auténtico desastre. Algunos amores sin importancia. Ningún hombre que le hiciera latir el corazón. Estaba solo rodeada de muchos “amigos” que la cortejaban. Hombres que aspiraban a pasar una noche, o quizá más de una, junto a ella, pero ninguno la tomaba en serio o intentaba vivir algo importante con ella. Por este motivo, había terminado hacía poco una relación con un hombre.
Uno de esos hombres que aspiran más a tener que a ser. Que prefieren esconderse detrás de sus falsos modales, palabras superficiales y banales apariencias. Promesas que nunca mantendrán. Uno de esos hombres que como ella tenía miedo de la soledad.
Y este “amor” se sumó como una desilusión más. Pero la desilusión más grande fue la de tomar consciencia de estar siempre equivocada en los juicios y de haber escuchado demasiado las opiniones de las amigas para formar la suya.
Pero ella tenía un sueño. Ella  buscaba un gran amor. Un amor fácil. Un amor perfecto. El príncipe azul. Y pensaba que el solo hecho de ser bonita y deseada por muchos hombres fuese suficiente y todo le fuese posible.
Pero no era así.
En ningún momento pensó que podía ser ella la causa que imposibilitara que su sueño si realizara. 
En ningún momento se analizó en su interior para buscar sus errores y aceptar sus culpas y las consecuencias que se derivaban.
En ningún momento pensó que con su carácter ligero y superficial había lentamente contribuido a destruir su sueño. La destrucción de aquel sueño al que desde pequeña siempre había aspirado. No, nunca lo pensó.
Ahora era demasiado  tarde. No se puede volver  atrás para empezar otra vez desde aquel momento ya desaparecido en el tiempo. Perdido el mágico instante si no se ha dado cuenta de los regalos que la vida le ha ofrecido, ya nada volverá a ser igual.

Aquel domingo por la mañana, sentada en aquel banco, intenta leer su libro. Sintió de repente un ruido detrás de ella. Como si hubiera alguien escondido tras los arbustos espiándola. Intrigada y con un poco de coraje se levantó y se acercó para ver quién era.

 
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jueves, 27 de noviembre de 2014


Mas amor y menos palabras


Más amor y menos palabras

 

Una reflexión de amor

 

De vez en cuando voy a la estación y cojo un tren.

Sin un destino determinado, recorro centenares y centenares de kilómetros, con la intención de llegar a algún lugar desconocido. Para poder tener la sensación de moverme rápidamente de un mundo a otro. Mundos diferentes entre ellos.

Recuerdo que una vez, mientras en la estación esperaba sentado a que mi tren llegase, miraba con curiosidad a las personas que pasaban delante de mí. Distintas entre sí, parecían esperar algo o a alguien. Como si la vida dependiera de aquél “algo” que debería pasar o de ese “alguien” con el que tendrían que encontrarse…

 

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sábado, 15 de noviembre de 2014

Desastre


Una crítica sin importancia.

 

Lo nuevo siempre es una versión alternativa de lo conocido, y las situaciones, pese a su disparidad, en sustancia acaban repitiéndose.

Como las historias de amor.

Cuando el desastre no tiene límites, nos vemos envueltos en una nube negra, que nos impide encontrar la salida.

Sólo entonces, nos damos cuenta de que estamos rodeados de la nada.  Sólo entonces, en ese preciso instante, como si una pequeña luz se encendiera en nuestro interior y nos alumbrara el camino, nos damos cuenta de la magnitud del desastre en el que hemos caído. Con ese alguien con el que no tenemos nada en común.

A veces la vida nos engaña. Le pedimos placer, y nos lo da, aunque acompañado por unas “sombras”.

Pero con el tiempo, las “sombras” dejan de ser sombras, y se convierten en realidad. Entonces, tenemos que reconocer que esa historia de amor a la que aspirábamos, no era más que un engaño que nos estaban jugando nuestros sueños y nuestras ilusiones.

Y para que no nos sintamos demasiado solos, nos regalaban la esperanza de que no todo era tan desastroso.

Y para hacernos caer mejor en ese engaño, nos proporcionan a alguien que aparentemente era lo que andábamos buscando.

Esa persona encontrada por casualidad, que…

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Desastre


Una crítica sin importancia.

 

Lo nuevo siempre es una versión alternativa de lo conocido, y las situaciones, pese a su disparidad, en sustancia acaban repitiéndose.

Como las historias de amor.

Cuando el desastre no tiene límites, nos vemos envueltos en una nube negra, que nos impide encontrar la salida.

Sólo entonces, nos damos cuenta de que estamos rodeados de la nada.  Sólo entonces, en ese preciso instante, como si una pequeña luz se encendiera en nuestro interior y nos alumbrara el camino, nos damos cuenta de la magnitud del desastre en el que hemos caído. Con ese alguien con el que no tenemos nada en común.

A veces la vida nos engaña. Le pedimos placer, y nos lo da, aunque acompañado por unas “sombras”.

Pero con el tiempo, las “sombras” dejan de ser sombras, y se convierten en realidad. Entonces, tenemos que reconocer que esa historia de amor a la que aspirábamos, no era más que un engaño que nos estaban jugando nuestros sueños y nuestras ilusiones.

Y para que no nos sintamos demasiado solos, nos regalaban la esperanza de que no todo era tan desastroso.

Y para hacernos caer mejor en ese engaño, nos proporcionan a alguien que aparentemente era lo que andábamos buscando.

Esa persona encontrada por casualidad, que…

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jueves, 6 de noviembre de 2014

los pensamientos de un loco

Espero que sea tan divertido para vosotros leer este texto como para mí ha sido escribirlo.

Por lo demás, no se puede tomar todo demasiado seriamente, ya que, hagamos lo que hagamos, de aquí… no saldremos vivos.

 Si no te gusta el café… No lo bebas.

Si no te gusta el agua… No salgas cuando llueve.

Si no te gusta el mar… Ve a la montaña.

Si no te gusta el cine… No vayas.

Si no te gusta conducir… No te compres un coche.

Si no te gustan las mujeres… Vete con los hombres.

Si no te gusta el pescado… Come carne.

Si no te gusta el vino… Bebe leche.

Si no te gusta hablar… Permanece en silencio.

Si no te gusta la cama… Duerme en el suelo.

 

Obviedad uno:

 

·        ¿Quieres hacer algo importante?

·        ¡Sí!

·        ¿Quieres hacer algo que guste?

·        Síí.

·        ¿Quieres hacer algo único?

·        Sííííí.

·        ¡Cásate!

·        ¿Con quién?

·        Pues…, con alguien.

·        No tengo a nadie.

·        Encuéntralo.

·        No es fácil.

·        Suéñalo.

·        ¿Y cómo lo sueño?

·        Durmiendo.

·        ¿Entonces me voy a la cama?

·        Sí, y tápate bien. Hace frío.

·        ¿Por qué?

·        Para soñar algo que te guste, algo importante, algo único.

·        ¿Y después, qué hago?

·        ¡Cásate!

 

 

 

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viernes, 24 de octubre de 2014

una botella de vino

Está oscureciendo. Hace frío.

Camino realizando movimientos lentos y silenciosos para ahorrar energías y no dispersar el calor corporal. El frío parisino me corta la piel de la cara y me obliga a agachar la cabeza, escondiendo el rostro.

Desde que ella se ha ido no he conseguido encontrar una verdadera razón para vivir, para seguir adelante, para experimentar cosas nuevas. Tengo siempre dentro de mí esa extraña sensación de que la vida se ha parado.

Ya ha pasado un año desde que se marchó cerrando la puerta detrás de sí. El tiempo, que cura todos los males, aún no ha empezado a realizar su trabajo. Me ha hecho solo entender que en la vida es necesario también concederse el derecho de equivocarse. Permitirse cometer errores, significa ser capaz de buscar el camino para crecer.

El error en sí cuenta poco. Es humano. Lo que vale es cómo nos transformamos tras dicho error. Cómo incide sobre nuestra vida. Cómo nos convierte. Solo en ese momento tomamos conocimiento de quiénes somos, pero, sobre todo, de quiénes teníamos  llegar a ser.

Nos concedemos la posibilidad de descubrir una parte distinta de nosotros. Algo que vive en nuestro interior. Algo que no conocíamos y que no sabíamos que teníamos. Y solo gracias a dicho error, a la equivocación, lo hemos descubierto.

Tendremos entonces que olvidarnos de quiénes éramos antes de aquel error. De lo que pensábamos y hacíamos. Y ponernos de nuevo a discutir delante de la vida, para sentir los rumores de aquello que acontece. Como asomarse al balcón de casa, observando la gente que pasa por debajo de nosotros. En la calle.

A veces sirve también hacer algo que no tiene sentido. O no hacer nada y dejarse llevar por el estado de ánimo del momento, para poder asistir como espectadores al cambio de las cosas y de las personas a nuestro alrededor.

Creer siempre que comprender es más importante que sentir no nos aporta nada.

 

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viernes, 10 de octubre de 2014

Erotico


¡¡¡Hola a todos!!!

 

A mis amigas y amigos que seguís mis relatos desde que me embarque en esta aventura como escritor, quería daros las gracias por dedicarme un poco de vuestro tiempo y por alagarme con vuestros comentarios… para mí son muy importantes para mejorarme como escritor. Gracias a todos desde lo más profundo del alma.

A través de mis escritos habéis visto cómo siento el amor, la pasión, el alma…. Pero aún no habéis descubierto una parte muy importante; como siento el erotismo. He relatado varios cuentos eróticos que han despertado el interés de unas cuantas editoriales. Si tenéis un poco de curiosidad y os gusta el amor erótico me gustaría poder compartirlo con todos vosotros. Podéis leerlos y comentarlo en mi blog pinchando en el siguiente link:

http://elalmapregunta.wordpress.com/category/erotico/

Bueno, espero que os gusten y que podáis seguirme como lo estáis haciendo en facebook.

Una saludo, un beso, un abrazo.

El alma pregunta

 

martes, 16 de septiembre de 2014

la crisis amorosa

Una observación sin importancia

 
La crisis amorosa entre un hombre y una mujer lleva consigo dudas y miedos.

Se encuentran inmersos en un estado de penosa inseguridad al vivir una relación que se ha llenado de fracturas, algunas de las cuales, a primera vista, irreparables.

Se ven obligadas las partes a revisar sus costumbres, estilos de vida y modos de ser, creando entre ellos estados de ánimo ansiosos, precarios e inestables. Obligados a activarse lo antes posible para poder cambiar la situación presente y reconquistar la armonía perdida, indispensable en la vida para ser felices. Cualquier crisis amorosa, aunque haya sido una experiencia negativa, tiene necesidad de su espacio para ser absorbida, entendida, y, quizá, superada.

Pero la gente tiene miedo de sufrir y de no encontrar más la felicidad que tuvo en otro tiempo. Y comienza desesperadamente a correr en una dirección u otra, sin ninguna meta. Agarra con tenacidad la primera oportunidad que se le presenta delante de los ojos, sin preguntarse si esa es la justa, pero, sobre todo, sin detenerse un momento a pensar si eso es lo que buscaban.

A veces, darse un tiempo necesario para entender, es una de las mejores medicinas.

Por esto, ninguno encuentra la solución verdadera y definitiva a la propia infelicidad interior.

Tienen demasiadas prisas.

No asumir las consecuencias de las circunstancias o hacer de todo por evitar desencuentros consigo mismos, inevitables, nos transporta a un sufrimiento mayor.

Hablo de ese sufrimiento que se diferencia de las apariencias, muchas veces llenas de gozo y alegría, y que se instaura en lo más profundo de nuestro ser y no nos abandona en ningún momento.

Pero la gente tiene prisa por estar bien.

Y como un avestruz, prefiere esconder la cabeza bajo la tierra, recorriendo con todos los medios posibles una aparente ilusoria felicidad. Para no estar solo. Para no pensar. Para no analizar objetivamente las circunstancias, se esconde y rechaza el diálogo. Y al hacer así, escapando de aquella beneficiosa soledad, no hacen otra cosa que entrar en la misma.

Es el sentimiento que debe guiar la vida y no es la vida la que canaliza el sentimiento.

De lo contrario, el amor se transforma en algo mezquino y se convierte en la conveniencia de la oportunidad.

Aunque no existe voluntad humana que pueda perdurar y no venga triturada desde un querer contrario al propio sentir.

Es también cierto que las costumbres de la vida encadenan la existencia de una relación amorosa de una forma definitiva y concreta. Haciendo que el sentir espontáneo y natural pierda la libertad de expresarse y la relación se transforme con el paso del tiempo en algo banal y repetitivo.

Cuando entre un hombre y una mujer la vida se repite y no hay nada que haga palpitar el corazón y gozar el alma. Cuando uno se rinde a la evidencia, creyendo que nada vale la pena y no se tiene más dentro las ganas de luchar. Solo entonces comienza la verdadera soledad. Solo entonces la nube de la tristeza nos seguirá a todas partes y transformará cada instante de nuestro tiempo en un estado de ánimo ansioso y difícil de superar.

El paso tranquilo del tiempo no es suficiente para consolidar una unión. La pasión no encuentra desahogo en la vida tranquila, necesita de la emoción. Que no es otra cosa que aquel sentimiento que nos hace sentir que existimos para alguien y que ese alguien existe para nosotros.

También en nuestra lucha y en nuestro desencuentro, también dentro de una crisis amorosa, si persiste el amor, nos sentimos vivos, porque sabemos que luchamos por algo que existe, que está presente, en cada momento de nuestra vida y, si se supera, no podrá más que volver a unirnos.

Pero el mundo cambia y con el mundo, desgraciadamente para peor, cambian las personas.

 

He leído hace pocos días en una revista que yo defino demencial, pero, sin duda, de una gran tirada y lectura, un artículo que me ha llamado la atención.

Aunque por mi modo de ser no compro nunca este tipo de revistas, el título de la portada escrito con caracteres cubitales aparecía y resaltaba como algo revolucionario entre los títulos de las otras revistas expuestas en el quiosco de periódicos: “El divorcio, hazlo-tú”.

Compré la revista, me senté junto a la mesa en un bar y delante de una taza de té comencé a leer con atención de qué se trataba.

Bien… Esta absurda e inaceptable idea sobre muchos aspectos, pero geniales bajo el perfil económico, suministraba delante de la primera crisis matrimonial de una joven pareja apenas casada, un método rápido y a primera vista sin dolor para volver atrás cuando se dan cuenta o creen que están equivocados.  Aligerándolos de costes y de complicaciones, pero sobre todo de tiempo.

En efecto, son suficientes pocos minutos, un ordenador y un poco de paciencia para finalizar para siempre un amor que se creía eterno. ¡Eterno!

Para quien estuviera dotado de un grado de imbecilidad más bien desarrollado, el proceso es simple y fácil.

Se trata de buscar en la web adecuada que nos proporciona los motores de búsqueda, los formularios y módulos necesarios para rellenar. Una vez rellenados con los propios datos biográficos, se envían siempre vía

e-mail a la dirección indicada.

Dicho y hecho… El amor, los sueños, las ilusiones, las fantasías a las que se aspiraban, las palabras dichas y las promesas hechas se olvidan en pocos minutos. Borradas, tiradas al cubo de la basura con un simple “clic” con el dedo sobre el ratón del ordenador.

Sin salir de casa, hablar con el compañero de las propias inquietudes, hacerse un examen de consciencia para poner en duda las propias razones evaluando los errores cometidos, en un par de horas, o quizá menos, tenemos la ilusión de liberarse de cualquier vínculo con la pareja y nos sentimos libre y feliz.

Sin duda, libres burocráticamente al menos en parte lo conseguimos, es una realidad que no podemos discutir, pero en modo absoluto emocionadamente.

Este tipo de página web están diseñadas tan bien que te venden la ilusión de rehacerse una vida lejana de cualquier compromiso, y el sueño de poder ser de nuevo feliz. Listo para encontrar tu príncipe o princesa soñada.

Dado que, hoy en el mundo, la existencia de la inteligencia es sin duda inferior cualitativamente, cuantitativamente y numéricamente a la imbecilidad, a primera vista la idea de poder corregir un error y de volverse a estabilizar emocionalmente con un simple “clic” es muy cómoda y atractiva.

Pero como todas las cosas muy fáciles y simples, este tipo de páginas web contienen contradicciones y contraindicaciones muy, pero que muy complicadas, que terminan por destruir sentimental y moralmente a quien ha intentado escaparse de una realidad personal difícil, es verdad, pero que de algún modo debería haber afrontado antes de volver a sentirse libre.

De hecho, se sabe, que cuando el milagro es grande, se necesita siempre tener desconfianza en el santo.

Si dejarse, es algo muy fácil, se pierde la posibilidad de permanecer juntos y de confrontarse. Poner en discusión las respectivas diferencias. De crecer y de conocerse en la relación que se vive día a día. Afrontando las pequeñas y las grandes dificultades, inevitables para cada uno de nosotros, que una relación amorosa conlleva. Siendo  parte de la misma.

Si dejarse es algo fácil, ¿dónde residen las bases de los valores que se han transmitido durante años?

¿Cuánto era importante aquel amor que habíamos buscado con tanta persistencia si a la primera dificultad es suficiente un simple “clic” para destruir todo aquello en lo que creíamos?

Es también cierto que, para muchos, estar junto a alguien es solo un modo de introducirse en una sociedad que no acepta las diferencias. Un modo de huir de la soledad, intercambiándose recíprocamente una compañía banal.

Pero estas valoraciones, si hablamos de amor, nos llevan por mal camino.

Para resolver los propios conflictos es necesario dejar de acusarse recíprocamente. Dejar de defender las propias razones con la espada en la mano. Es, por el contrario, oportuno reconocer la propia culpa para superar juntos el obstáculo.

A veces, estar obligados por las circunstancias a volver a mirar y a corregir ciertos comportamientos, puede crear nuevos horizontes y hacernos descubrir una parte de nosotros mismos desconocida…

A veces, las peleas y los enfrentamientos, aunque hayan sido duros, nos recomponen y nos recrean. Dejan dentro de nosotros una mayor comprensión y tolerancia. Nos hacen entender dónde nos hemos equivocado, dándonos la posibilidad de volver atrás.

Se vuelve, como por magia, a encontrar una renovada gana de deseo de estar juntos con la otra persona. Se descubren sensaciones que pensábamos no probar más con esa persona. Y se llega a entender el sentido profundo del amor. De amar y de ser amados.

 

Nunca he estado de acuerdo con la simple, banal, superficial y consumística idea de que todo pueda ser fácilmente sustituido. Sin ninguna posibilidad de ajustar, corregir, rectificar y saldar de nuevo y con más fuerza el camino interrumpido entre dos personas.

Creo, por el contrario, partiendo del concepto de lo que sea el amor, que no es una cuestión de cuerpo, sino de alma y que no forma parte de la materia, sino del sentimiento del que está compuesto; que quien ama, quien ama de verdad y no se las da de actor que recita su parte, debe permanecer allí. Luchar hasta que existe una posibilidad y no escapar a la primera adversidad, haciendo las maletas y cerrando la puerta tras de sí, como un ladrón en la noche.

Como si los momentos de amor, vividos y compartidos con el otro no valiesen nada.

Si al principio el amor que nació entre un hombre y una mujer, tomó la inspiración y creció, de algo más que de la simple atracción física, que cambia y se desvanece con el tiempo, dejando a las personas que han invertido en ella, solas, desilusionadas y tristes, se tiene la obligación de intentar recuperar esa mitad del alma perdida.

Pero también el amor, hoy en día, se ha transformado en un bien de consumo y de interés. Algo que rellena los espacios vacíos dejados por otros. Una conveniente sustitución a ese sentir indispensable para amar.

Las relaciones son muy ligeras, muy oportunistas, muy fáciles para poder penetrar dentro del alma y agarrarse como las raíces de un árbol, en la profundidad del ser.

Los tiempos de depuración, de soledad por la persona perdida, por ese amor destruido en el que creíamos, no son más vistos como un análisis interior, pero sí como una pérdida de tiempo y de oportunidad.

Si el amor pierde su valor, entonces, ¿qué es lo que tiene más valor en la vida?

Me pregunto, ¿cuáles son las prioridades más importantes cuando dicho sentir que nos hace latir el corazón no se tiene en cuenta?

¿Cuándo ha sido que estos dos amantes han dejado de amarse? ¿Qué los ha alejado?

¿Por qué dos cuerpos que se gustaron y dos almas que se han escogido para estar juntas después de algunos años no se reconocen y llegan incluso a detestarse?

¿Qué delitos cometieron por los que no llegan a perdonarse?

¿Qué representa en la historia de un amor un momento negativo sobre el peso de la balanza de la vida?

¿Por qué no consiguen hablarse ni comunicarse entre ellos?

¿Por qué a la primera contradicción se esconden detrás de barreras egoístas, prepotentes y presuntuosas sin querer entender o escuchar las razones del otro?

¿Quizá porque esto sucede a todos no lo debemos considerar grave? ¡No, al contrario! ¡No es grave… es gravísimo! ¡Gravísimo!

Es la pérdida de los valores que soportan el mundo. Y cuando se pierden los valores, el mundo cae al suelo con todo su contenido.

La mayor parte de las parejas se separan, los matrimonios no funcionan y cada vez hay más gente sola.

La evidencia que ninguno puede negar, y que se está haciendo siempre más difícil para todos conocer una persona que valga la pena amar.

Muchos, por falta de tiempo, recurren a las banales páginas donde rellenando los formularios y exponiendo cualquier foto, que nos hace parecer más joven y guapos, nos venden la ilusión de encontrar al amor verdadero.

Son sitios en los que todos mienten. Nadie dice la verdad.

Y una vez que en la realidad encontramos la persona con la que hemos chateado durante meses, nos quedamos desilusionados y amargados por ser distinta a lo que esperábamos.

Por desgracia, el río que desemboca en el mar muy rápido lleva tras de sí la tierra de la montaña y el color del barro.

Una relación de amor se construye día a día, confrontándose y afrontando juntos los pequeños obstáculos.

Y las personas que buscan al príncipe azul o a la princesa rosa, quedan siempre con un sabor amargo en la boca.

 

Siempre he pensado, y continúo haciéndolo, que no existe peor soledad que la de estar junto a alguien que no se ama. Solo por probar, por pasar el tiempo, por algo, que no sea amor.

Porque además de perder la dignidad regalando el propio cuerpo, se pierde la cosa más importante de la que un ser humano está dotado: la libertad.

Creo, por el contrario, que se debería en un cierto sentido condenar el genio que con sus acciones, con objetivo puramente económico, produce máquinas o mecanismos donde muchos seres humanos débiles de carácter y vueltos imbéciles por la propaganda, para adecuarse a los bienes consumísticos de una sociedad que los quiere así, deslumbrados por las luces de las que no conocen la procedencia, no llegan a distinguir entre lo que deben y no deben hacer y, en su infantil ingenuidad, destruyen uno de los valores más importantes que debería ser transmitido: la capacidad de amar.

Y el alma pregunta.

 

 

 

 

viernes, 22 de agosto de 2014

El comerciante de libros

Bajo los soportales de la Galleria de los Uffizi de Florencia, refugiado de la lluvia densa y violenta que cae sobre la ciudad, un vendedor ambulante monta su banco para vender viejos libros usados.

De edad avanzada, con la barba blanca, los ojos azules y vivos, de aspecto un poco descuidado en el vestir; con un tono de voz no muy alto hace publicidad de su mercancía a los pocos paseantes y a algunos turistas que, distraídamente, indiferentes al tiempo, se encontraban en aquellos parajes, perdidos entre las callejuelas de piedras desunidas, ricas de historia y de arte.

 

-¡Libros! ¡Vendo libros usados a cinco euros! -grita con entusiasmo el anciano comerciante.

 

Una joven de aspecto cuidado y elegante, vestida de un modo rebuscado y costoso, con una actitud snob y la arrogancia que distingue a las personas de la alta sociedad de los demás, con un paso sigiloso casi sin tocar el suelo se acerca lentamente al banco del comerciante y curiosa, o quizá simplemente aburrida en aquel momento, comienza a coger algunos libros, hojeándolos sin mucho interés.

El anciano comerciante se le acerca y, con voz suave y convincente, le dice:

 

-¡Libros, señorita! ¡Vendo viejos libros! Antiguos y preciosos. Todos a cinco euros. Escoja uno. No se arrepentirá.

 

La joven, alzando ligeramente la cabeza y esbozando una sonrisa de superioridad, marcando una cierta distancia antipática, con aquel punto de maliciosa curiosidad, le pregunta:

 

-¿Por qué debería de comprar un libro?

-Para leerlo, señorita -le responde rápidamente el viejo comerciante-. Los libros están hechos para ser leídos y entender su significado.

-¿Y cuando lo haya leído? ¿Y cuando haya entendido el significado? ¿Qué hago con el libro? ¿Lo tiro?

-No…, no, señorita -le responde alzando los brazos al cielo-. Un libro no se tira nunca. Cada uno de los libros que están aquí expuestos es un ejemplar concreto que se puede coger, volver a colocar, abrir, cerrar; sus letras representan días, meses, años de la soledad de un hombre. Del hombre que lo ha escrito. Podría decir que nos encontramos frente a una partícula de esa soledad. Una vez que lo haya leído podrá conservarlo y releerlo cada vez que quiera. Le aseguro que siempre descubrirá cosas nuevas. Para algunas personas el contenido de ciertos libros hace la diferencia entre felicidad e infelicidad, entre la esperanza y la desesperación, entre el dolor y el placer, entre una vida digna de ser vivida porque pensada, y otra horriblemente aburrida porque ignorada.

Ve, señorita… Los libros, entre las líneas; entre aquellas miles de palabras, letras, puntos y comas, contienen secretos. Llegar a descubrir parte de aquellos secretos es como encontrar un tesoro de inestimable valor.

-¿Perdone? -le responde la joven casi riendo-pero, ¿de qué secretos me habla? ¿Cuáles son esos tesoros escondidos que residen dentro de un libro? Un libro es solo un cúmulo de hojas escritas, relacionadas y atadas unas con otras, nada más.

 

Al escuchar esas palabras llenas de hostilidad y ese modo de pensar simple y banal (desgraciadamente hoy común), el comerciante se levanta del pequeño taburete de paja donde está sentado y se acerca a la joven como si quisiera confesarle una cosa que los otros clientes no deben escuchar y le dice:

 

-Querida señorita, el mundo va mal porque la gente no lee o lee poco. Si leyese más… Si leyese libros como los que yo vendo aquí, estaría obligada a pensar, a reflexionar, a razonar, y podría poner en duda el tipo de vida que está viviendo. Los libros no sirven para saber, pero sí, para pensar. Y pensar significa preguntarse sobre las cosas y sobre los acontecimientos más allá de su significado habitual, convertido en algo de estable y conocido por la pereza, la costumbre y el aburrimiento por descubrir cosas nuevas.  No se olvide de que nuestra mente se alimenta de conceptos y de verdades vividas por los grandes hombres de otros tiempos.

Si no fuera como yo le digo, la vida de cada uno de nosotros no sería otra cosa que la repetición diaria de lo mismo, que si no se alimenta, se seca y se estanca. Las personas que no leen, en vez de avanzar con su pensamiento, vuelven atrás, porque su modo de pensar no se alimenta. Y el modo de razonar, gira entonces sobre sí mismo como una mosca dentro de una botella vacía. Los libros, señorita -le dice abriendo sutilmente los ojos- son por naturaleza instrumentos críticos y democráticos, y aunque a veces se contradigan, ayudan a elegir y a razonar. Es por esto que a lo largo de la historia, muchos de estos viejos volúmenes, algunos de los que están aquí expuestos, han estado censurados, prohibidos, quemados en la hoguera junto a sus autores. Esos libros contenían verdades que no se podían revelar. Muchos textos, de los cuales nos ha quedado solo un título, algún fragmento o nada, han sido destruidos a causa de la estupidez humana.

-Pero…, será como dice usted -le responde con incredulidad, encubierta por aquella desconfianza que no permite avanzar en la vida por miedo a dar un paso-, pero delante de mí solo veo páginas escritas que una vez leídas no tienen más valor. Y sobre esos secretos, esos tesoros, esas verdades de las que me habla…, sinceramente, créame, no he encontrado ningún indicio.

-Perdone, señorita -insiste el comerciante-, pero es justo el contrario de lo que dice. Estas hojas adquieren valor al leerlas. Ve, señorita, hay libros que teníamos cerca desde hace años sin leer, quizá algunos los hojeamos en alguna ocasión, cuando lo sacamos de la caja donde lo habíamos guardado con cuidado, pero nos guidamos muy mucho de leer por completo ni siquiera una sola frase, una pequeña estrofa, cualquier letra del libro. Y después de mucho tiempo, por casualidad, llega un día, un momento, en el que improvisadamente no se puede dejar de leer uno de estos libros de una vez, de inicio a fin, entero. Y estas letras que habíamos ignorado se convierten en una revelación. Solo entonces, señorita, créame, solo entonces, sabremos el porqué hemos tratado esos libros de una forma tan especial. Los libros dan las respuestas a las grandes preguntas que a veces nos formulamos en la vida, y estas respuestas si se saben poner en práctica, nos ayudarán a crecer y nos ofrecerán los medios para poder encontrar lo que buscamos. Abrir con llaves invisibles, las puertas a las que nunca hubiésemos tenido acceso.

-De acuerdo…, de acuerdo -le responde riendo-. Entonces, si está tan seguro de lo que dice, ¡hagamos una prueba! Un juego, un experimento.

-¿Un juego? ¿A qué quiere jugar?

-Hagamos lo siguiente: yo elijo un libro cualquiera, y usted abriéndolo por la mitad al azar, me leerá una estrofa. Si con lo que hay escrito en esa estrofa consigue confirmarme su teoría de los libros y hacerme sentir algo diferente, y hace que nazca dentro de mí las ganas de leer, entonces le compraré muchos libros.

-Me parece una buena idea -le responde el comerciante seguro de sus palabras-. Escoja el libro, señorita, por favor.

-A ver, a ver… La verdad es que siempre me he dejado llevar por la foto de la cubierta y aquí no veo ninguna.

-Señorita -interviene el comerciante-, las apariencias de las cosas son siempre diferente de su sustancia. Si se deja guiar por una simple foto, podrá equivocarse fácilmente.

-Sinceramente -le responde con un velo de tristeza en los ojos-, no sería la primera vez que me pasa. Así que esta vez haré una excepción y me guiaré por el título. ¡Eso es! ¡Este, sí! ¡Este me gusta! El alma pregunta.

-Me parece una buena elección, señorita. Este libro, particularmente, es muy especial para mí por su contenido.

 

El comerciante alarga el brazo y coge el libro que la joven le indica. Lo hojea rápidamente, pasando sus páginas con el dedo, y lo abre por la mitad, deteniéndose en el primer párrafo de la página. Observa en silencio aquellas líneas escritas con paciencia, como si quisiera aprendérselas. Levanta de nuevo la vista, y mirando a la joven le dice:

 

-Antes de leer lo que está escrito en estas tres estrofas, quisiera hacerle una pregunta, si me lo permite.

-Dígame, por favor.

-¿Qué es lo más importante para usted en la vida, para poder llegar a ser feliz?

 

Un poco sorprendida por la pregunta, la joven se toma algunos minutos para pensar y reflexionar la respuesta.

 

-La verdad es que he pasado un tiempo de mi vida creyendo que me hubiera hecho feliz sentirme realmente amada por un hombre. Pero desde hace un tiempo no creo más en lo que antes sentía. Ahora, el amor que siempre buscaba lo he sustitutito por el placer de la diversión, por el éxito en mi trabajo, por la satisfacción que me produce mi apariencia física, por las buenas relaciones con mis amigas, por lo que otros piensan de mí. Quiero dar siempre una buena impresión. Supongo que me he transformado en una mujer moderna y madura. Una mujer que no vive ya de los sueños  y de las ilusiones, pero si de la realidad. Sin duda, he crecido.

-¿Ha crecido? ¿Ha Madurado? ¿Una mujer moderna? Señorita -le responde el comerciante sacudiendo la cabeza y bajando ligeramente la mirada -, yo creo que su forma de madurar no es otra cosa que la incapacidad de mirar adelante, la renuncia a descubrir cosas que se encuentran más allá de las simples apariencias, el conformarse con vivir una felicidad superficial y fútil, el resignarse a compartir su tiempo con alguien que no amará nunca, a vivir una vida lejana de las verdaderas necesidades de su alma.  Ir contra la propia naturaleza es muy peligroso.

Ser amada por un hombre, como dice usted, forma parte de una inmensa felicidad, es cierto, pero para que esta felicidad sea tal, debe cumplir dos condiciones importantes: la primera es la capacidad interior que debe de tener para poder recibir este amor. Y la segunda condición, es saber reconocer si dentro de ese hombre existe la capacidad de amar o solo es la representación de un guión de teatro. Muchos hombres, como muchas mujeres, son actores de baja categoría.

Pero… dígame señorita, usted que vive en un mundo basado en la superficialidad y la apariencia, en la estética y lo efímero, ¿puede satisfacer ambas condiciones? ¿Sabe recibir el amor que le dan? ¿Puede distinguir sin equivocarse la diferencia entre los hombres que se le presentan, o quizá, se deja fácilmente guiar por lo que los otros le dicen? ¿Entiende lo qué hay detrás de los ojos de un hombre? O quizá… ¿Delante de todos sus pretendientes tiene y siempre ha tenido la misma actitud?

 

Atraída por aquella conversación, la joven se acerca aún más al banco del anciano comerciante para que no la escuchen los clientes que rebuscan entre los libros allí expuestos. Y mirándolo con ojos severos le responde:

 

-Le diré honestamente y con toda la sinceridad lo que pienso. El tiempo y las experiencias me han enseñado que el no poder ser amada verdaderamente por un hombre no ha sido solo un error del otro. Del hombre, quiero decir. El problema de muchas mujeres, como el mío, es que el ansia de ser amadas nos lleva a precipitarnos por un algo que tiene su propio ritmo y su propia vida. Y si algo está por nacer, lo matamos por miedo a perderlo, sin darnos cuenta de que aún no era nuestro. Me pregunta si sé ver la diferencia y si sé elegir entre los hombres. Quizá, no… Quizá, sí… Quizá quiera transformar cada hombre que se me presenta en mi hombre ideal, en el hombre perfecto, en mi príncipe azul, olvidándome de que dentro de cada hombre vive una esencia diferente y que los príncipes existen solo en las fábulas que leen a los niños. Quizá, en mi camino de búsqueda, llegada a un cierto punto, he retrocedido en vez de avanzar por haberme fiado de lo que las amigas me aconsejaban. Pero también es cierto que cuando he decidido fiarme y dejarme arrastrar por un hombre, me ha engañado, transformándome en la mujer que he llegado a ser. Engañada y traicionada con palabras bonitas que no existían en la realidad. No tenían peso, significado, eran ausentes de alguna verdad, como era ausente aquel hombre. A este punto, le pregunto, ¿Cómo se encuentra el equilibrio entre saber amar y ser amado permaneciendo uno mismo? ¿Sufriendo el mínimo y disfrutando al máximo?

 

Esbozando una sonrisa maliciosa, el viejo comerciante le responde:

 

-Perdone, señorita, pero antes de responder a su pregunta, debería preguntarse algo de más importante para poder entender y saber si dentro de usted vive la capacidad de ver las diferencias o si se deja arrastrar solo por las apariencias. ¿Sabe estar sola? ¿Sabe prescindir de lo que la rodea permaneciendo en sintonía consigo misma? ¿Sabe afrontar con serenidad lo que la vida le ofrece sin recurrir a la ayuda de nadie? ¿Sabe renunciar a lo que le aconsejan las amigas, muchas veces celosas y envidiosas de su estado sea cuál sea?

-¿Que si veo la diferencia? Sí, creo verla, creo que sí, no lo sé, pero -pensando sobre las palabras del comerciante- dígame una cosa, ¿por qué debería de estar sola? ¿Por qué debería renunciar a realizar los planes que me entusiasman y por el contario quedarme en casa? La búsqueda de uno mismo y la sintonía con la propia persona no tiene nada que ver con la soledad o con la renuncia del placer.

Es verdad que solo ahora me doy cuenta de que mi error ha sido abandonarme a un modo de vida exento de todo lo que tiene un sentido profundo y dejarme embaucar por la superficialidad que me rodeaba, pero, créame, prefiero este vacío al vacío que me ha proporcionado un hombre, viviendo continuamente momentos envueltos en una auténtica mentira. Cuando decidí acceder a aquella renuncia, a la renuncia de la cual usted me habla, y me dejé llevar por los sentimientos arrastrada por bonitas palabras de un hombre que resultó un payaso sin alma y vacío en su ser, perdí una parte importante de mi vida.

-¿Puede ser que esa auténtica mentira de la que me habla usted y esas palabras falsas y privadas de significado que ese hombre le decía, eran solo las palabras que usted quería escuchar y tenía necesidad en aquel momento de satisfacer su ego y su egoísmo, entrando así, sin saberlo, en un túnel de mentiras aún más grande? Las mentiras… que usted se decía a sí misma por miedo al ignoto y a la soledad. Aislarse no significa renunciar, significa tomarse un tiempo de depuración para uno mismo. Entrar en contacto con una parte desconocida del propio ser y no dejarse arrastrar siempre por las circunstancias que se presentan o por lo que le propongan. ¡Señorita! Créame, soy un pobre hombre, más viejo que usted, la vida y las experiencias vividas me han enseñado que para depurarse se debe en un cierto modo alejarse de todos y de todo. Para fortificarse, para pensar, para entender cuáles son realmente nuestras prioridades. Para encontrarse y tener un poco de claridad y lucidez con los propios deseos. El tiempo que pasamos con nosotros mismos aclara las dudas y lo pone todo en su justo lugar. Representa la parte más importante de la que se compone la inteligencia. Darse tiempo para entender. Es muy fácil culpar a los otros de nuestra tristeza interior. A veces esta tristeza vive dentro de nosotros porque no tuvimos el coraje de afrontarla cuando se presentó. Todos en la vida hemos tenido momentos difíciles que superar; afrontarlos significa crecer y madurar, esconderse o escapar significa volver atrás.

Y cuando en la vida se escapa y no se tiene el coraje de afrontar cualquier cosa, esas cosas se nos representan bajo otra apariencia procurándonos tristeza. Usted juzga, critica e ignora lo que estos libros pueden contener sin siquiera haberse tomado el tiempo y la paciencia de ver y leer su contenido. Y como lo hace con estos libros, lo hará con todo lo que se le presenta, porque este comportamiento forma parte de usted.

-Perdóneme -le responde con un tono enérgico la señorita-, la mentira es la mentira y la soledad es la soledad. Una mentira se puede también ocultar, pero continúa siendo una mentira. Yo no quiero alimentar con esas palabras a mi ego o a mi egoísmo, busco solo la verdad. Cuando uno ama, ama y basta. Esto significa que puede ser mejor o peor, pero es un amor verdadero. Cuando hay mentiras, no se ama. Y es entonces cuando uno se da cuenta de que está verdaderamente solo. Es fácil pensar que se debe aislarse para encontrarse y reconstruir el propio camino, pero la verdad es que uno continúa siendo el mismo. Lo difícil no es, como dice usted, afrontar con coraje las propias dudas, los propios miedos o incertezas aislándose, pero es continuar a vivir la propia vida, para levantarse lo más rápidamente posible.

De este modo el dolor desaparecerá antes.

La mentira más grande, fue creer que aquel hombre me amaba y esa mentira, me ha hecho caer en la frivolidad que ahora usted me critica.

-¡Pero señorita! Si usted se ha dado cuenta que ha caído en una cierta frivolidad, ¿por qué continúa por ese camino?

-Porque es más fácil, más simple, y me hace ser más feliz que vivir ciertas mentiras. Las mentiras dichas por un hombre.

-¿Pero no se da cuenta de que se engaña a sí misma?

-¿Sabe usted que es lo peor de esta vida? La incerteza. Cuando el otro miente y no se puede demostrar y el amor que siente por él no te deja tomar la decisión justa. En cambio, mentirse a uno mismo es más fácil. Conoce el porqué lo hace y sabe cuándo quiere parar. Este tipo de mentira, créame, es mucho menos dolorosa.

-Dicho así, parece fácil, ¿pero usted sabe de verdad el porqué lo hace? Cuando uno se miente a sí mismo, esa mentira comienza a ser la dueña del propio ser, y esa persona se transforma en esa mentira. Se hace difícil entender los límites. ¿Cómo puede distinguir esa línea tan sutil y no dejarse arrastrar por las circunstancias? Para ver las diferencias y conocer los propios límites no es suficiente tener la voluntad de hacerlo o de quererlo, se debe también saber cómo hacerlo. Y usted, señorita, ¿sabe cómo hacerlo?

-¿Si yo sé hacerlo? ¿Si consigo ver esa línea tan sutil? ¿Por casualidad hay alguien que honestamente puede admitir esto? No existe una fórmula matemática. Las circunstancias y las experiencias de la vida al final te enseñan y te muestran el camino que se debe recorrer.

-El hombre, señorita, es como una planta que crece de una semilla. Pero, crece de una semilla si la tierra donde se siembra es fértil, es buena, y está dispuesta a recibir la semilla. Porque si no, siembra resulta inútil. Sería como hacerlo en el desierto. Sin excusar a nadie… -le dice con una cierta humildad en la voz-, debería preguntarse por un momento si el error cometido por ese hombre, y no me refiero solo a las palabras dichas, fue realmente porque no la amaba o porque usted misma lo impulsó a cometer esos errores.

-¿Cómo? ¿Lo impulsé a cometer errores?

-En teoría nada es excusable si no se quiere y los hechos son los hechos -continúa con calma el comerciante-pero, hay grandes diferencias entre los hechos. A veces, y lo repito, hablo en general, entender el porqué un error se comete, a veces, entenderlo, señala el inicio o el final de un gran amor. No se olvide señorita, que las rosas más hermosas, más perfumadas, más raras de ver, crecen de los brotes con ramas llenas de espinas, rodeados de arbustos duros y ásperos. Superar una gran dificultad juntos a veces une en la vida. Cada uno de nosotros debería realizarse un exhaustivo examen de consciencia antes de juzgar rápidamente. Por eso, aislarse es importante. El alma entrará en contacto con usted, señorita, y le aconsejará lo más justo para hacer y la decisión que tomar.

 

El comerciante coge el libro, apoyado en el taburete, que la joven había elegido; lo abrió por la primera página señalada con una hoja que puso en el medio y, como prometió al inicio de su diálogo, leyó la primera estrofa escrita:

 

“No existe una sola verdad. La verdad es lo que cada uno de nosotros está dispuesto a creer o le es más cómodo creer en ese momento”.

 

-Y según usted, ¿qué estoy dispuesta a creer para ser feliz?-le pregunta la joven-.

-Como todos, a creer y a escuchar lo que le es más cómodo, lo que no la hace sufrir, lo que le conviene, pero a veces esta no es la verdad. Al menos no es la verdad que su alma quiere.

 

Sin decir una palabra, la joven abre el bolso y coge 20€ que le ofrece al vendedor para pagar el libro.

 

-Tenga, pues, el cambio -le dice con una sonrisa-.

 

Coge el libro y lo mete en el bolso, da unos pocos pasos para alejarse del banco, se para de nuevo, se gira, mira al vendedor a los ojos, abre el bolso, coge el libro, lentamente se lo lleva hacia el corazón y le dice con los ojos brillantes:

 

-Gracias.

 

El comerciante se despide con una sonrisa.

 

El alma pregunta.