El camarero
Estoy
tumbado en mi sofá preferido.
Hay
tres en el apartamento.
El
mío es el cercano a la ventana, desde donde puedo ver el mundo de fuera pasar
veloz y anónimo.
Comparto
el apartamento con un paquistaní que no le gusta ducharse, un dominicano que
escucha música demencial y un polaco enojado con los políticos. Cada uno de
ellos tiene su habitación con su mundo dentro, su vida. Por eso, cuando salgo, cierro
bien la puerta con llave. No quiero compartir con nadie los secretos del mundo
que mi habitación contiene.
En
el fondo, lo que nos rodea, los objetos, los libros, la ropa, los perfumes, las
pequeñas cosas insignificantes forman parte de nuestra existencia. Son una
prolongación de lo que somos y de lo que pensamos. A observar lo que uno tiene,
se puede fácilmente entender delante de quién nos encontramos.
El
apartamento tiene un único baño que compartimos, y por turnos intentamos
tenerlo limpio.
Hoy
hace un frío terrible en París, un frío húmedo, de ese que te cala los huesos y
no consigues nunca sacártelo de encima. En
París el clima es una mierda.
Pienso
que permaneceré tumbado en el sofá todo el día.
A
veces me gusta malgastar el tiempo haciendo cosas inútiles; no lo sé, pero
tengo la sensación que, después, cuando hago algo de útil, tiene más valor. Hoy
no tengo ganas de ir a trabajar a aquel hediondo y sucio bar.
Ser
camarero es un poco como ser una puta, o si queremos ser más educados, una
mujer de la calle, que vende su amor a quien le paga. Ella, de todas formas,
hace un trabajo libre. Es libre de elegir a sus clientes y si no le gusta, no
va con éllos.
Cuando
eres camarero, por el contrario, no puedes hacer como quieres. Tienes que
sonreír a todos aunque no tengas ganas. Aunque el que tengas delante de ti es
un auténtico cretino, de los que entran en el bar solo porque no saben qué
hacer.
Tienes
que tener siempre buen humor aunque dentro de ti estás muriendo de dolor y los
pensamientos te aplastan en el suelo, de otra manera los clientes se lamentan.
A
ellos, a los clientes, no les importa nada lo que eres, cómo te sientes o lo
que vive dentro de ti. Piensan… un poco todos en general, que el mundo interior
de otro sea menos interesante que el de ellos.
Pero
después, cuando los conoces, te das cuenta de que la mayoría de ellos no tiene
ningún mundo interior. Por eso, cuando trabajo, intento hablar lo menos
posible, evitando también escuchar todas las tonterías que se dicen por la
mañana en el bar. Sobre todo, tras un partido de fútbol.
El
bar se llena de los que creen haber entendido algo de la vida. Hacen llorar al
escucharlos hablar. Profesores de la nada.
Mi
turno comienza a las siete de la mañana hasta las seis de la tarde. Trabajo
mucho, pero me pagan bien. Cuando por la noche vuelvo a casa y tengo ganas de
hablar con alguien sin usar la voz, comienzo a escribir. Pruebo a comunicar por
escrito lo que no quiero decir con las palabras, pero solo con las letras.
Escribo
siempre a alguien. A un desconocido, a un personaje inventado en el momento, o
me inspiro en alguien que he visto entrar en el bar solo durante diez minutos,
o a una mujer, que he visto, y que quisiera conocer de un modo especial.
Estas
personas, sin saberlo, forman parte de mi teatro de pensamientos. Personajes a
veces protagonistas de mis sueños. Como en los sueños de cada ser humano.
Cada
uno de nosotros tiene sus actores preferidos que comunican solo con el creador
de ese sueño, donde recitan la parte asignada. Sueños que después cada uno de
nosotros intenta transformar en realidad.
¡Y
ahora estás tú! Ni siquiera te conozco. No sé si eres morena o rubia, gorda o
delgada, guapa o fea, inteligente o estúpida, profunda o superficial. No sé
nada de ti, ni siquiera tu nombre, ni una mirada, ni una sombra. Nada. Pero las
vibraciones que me llegan son suficientes para pensarte. Seguramente existes y
estás en cualquier lugar en este momento, aunque no imagino dónde estés. Quizá
también tú, te has hecho una idea de mí distinta de lo que soy. Por eso siento
la necesidad de escribirte. Para conocerte y darme a conocer un poco más.
¿Me
preguntas por qué estoy tan seguro de que te has hecho una idea distinta de lo
que soy?
Bien…
es fácil responderte. Soy camarero, trabajo entre la gente y tengo, yo también,
que llevar una máscara en la cara. Como ellos, los clientes, llevan conmigo.
En
ese teatro diario intento dar lo mejor de mí.
Pero…
cuando el trabajo termina y salgo para volver a casa, dejo de ser un camarero
cualquiera, y vuelvo a ser un hombre con sus miedos, sus debilidades, sus
ambiciones y dudas, sueños y realidades.
Con
sus experiencias de vida.
He
vivido muchas experiencias, quizá demasiadas.
Se
transforman con el tiempo en una mochila llena de recuerdos que te forman y graban
dentro de ti lo que estás destinado en convertirte. A veces la mochila que
llevo en la espalda me pesa mucho y me duele.
Pero no puedo hacer nada; he llegado hasta hoy “así” y ese “así” soy yo.
Existe un destino también en esto no te
creas.
De
todas formas, en general, debo decir que las personas no tienen una mala
impresión de mí. Y esto solo porque consigo ponerme la máscara adaptada a cada
circunstancia. Tantas personalidades en una sola. Te lo diría cualquier
analista, Dr. Jekyll y Mr. Hyde. ¿Has leído ese libro?
¿Sabes?,
a veces, en ciertos momentos de mi vida, me siento realmente así. Recito mi
papel y conozco de memoria los diálogos de las distintas partes.
Cada
persona puede ser conquistada por otra, pero necesita saber cómo hacerlo.
Yo
soy un manipulador de sentimientos, un verdadero actor. Juego a disfrazarme, intentando
gustar a todo el mundo en cada circunstancia.
¡No!
No, ¡No soy un falso! ¡No! Esa no es la definición justa, más bien diría lo
contrario. Doy a los otros lo que me piden, nada más. Por lo demás, tú lo
sabes, la gente no quiere sentir la verdad, prefiere escuchar lo que más le
conviene. Lo hacen para no sentirse solos. Y a diferencia de muchos que saben
solo ser y comportarse de un modo, yo soy versátil. No quiero hacer sufrir a
nadie, entendámonos bien, de hecho, no creo que ninguno o ninguna sufra por mis
comportamientos. Mi intento es vivir con
pasión cada momento de la vida. Sin promesas futuras o declaraciones teatrales.
¡Nunca hago promesas!
He
perdido las ganas de hacerlas y todas las veces que las he hecho, que lo he
intentado, créeme, me ha ido siempre mal. He sido siempre malentendido y esa
mujer se ha ido.
Y
esto lo hacía cuando en mi mochila había aún un poco de espacio para alguien. Ahora
ya no.
Ahora,
llegado a este punto, no sé ya respetar los compromisos y las promesas de amor los
encuentros falsos. Las clásicas mentiras que se dicen. Que todos dicen, y que
también a mí han dicho en ciertos momentos.
Yo
también…he creído ciegamente en el amor. He creído con amor y con pasión y he
dado todo de mí mismo para que esas promesas se transformasen en eternidad.
Pero
no ha sido posible.
El
amor es una utopía. Al contacto con la realidad, con las preocupaciones de la
vida, con los problemas por superar, aquellas palabras, aquellas promesas se
han deshecho como chocolate bajo el sol.
También
el amor, no puede hacer nada contra el tiempo, contra la costumbre, la rutina,
el aburrimiento; también él, muchas veces, la mayor parte de las veces muere.
Es
por esto que estoy solo. La soledad es el precio que se debe pagar por ser un
hombre libre. Yo soy libre. A veces
considero la compañía un impedimento. No se… algo que puede limitarme. Y yo,
estoy ya combatiendo una guerra diaria conmigo mismo para perder el tiempo por
entender a los otros.
Aunque
algunas veces necesito sentirme rodeado de “alguien”.
Pero
espera, espera…, no me malinterpretes, por “alguien” no quiero decir esa gran
multitud de personas anónimas que nos rodean y que nunca tendrán un peso en la
vida. Esos encuentros falsos y superficiales con los que nos tropezamos
diariamente para avanzar en la vida, no me interesan. Esas personas las veo de
un modo abstracto y no les doy importancia. Necesito, por el contrario, “alguien”
sincero, leal, honesto y verídico. Que tenga un peso, una consistencia, una
profundidad de ánimo. Eso si… me gustaría encontrarlo. Pero de ese tipo hay
pocos. Pocos en la vida de cada uno.
Yo,
me he convertido en lo que soy porque he vivido de un cierto modo, coherente a
mi modo de ser y de pensar. Por ejemplo, no quiero una familia, no quiero
casarme, no quiero hijos, no quiero la misma mujer toda la vida y no creo en el
matrimonio.
La
única chica que he amado me ha traicionado. Las otras han pasado como sombras;
no recuerdo siquiera qué aspecto tenían. Pero ella, a la que quería tanto, me
traicionó y se fue.
Cuando
la vi la primera vez, no hubiera podido imaginar que hubiéramos pasado tantos
tiempos juntos. La verdad es que no me gustaba físicamente… te lo confieso con
toda franqueza. No era mi tipo. Pero después, inexplicablemente, con su
dulzura, con su presencia, con su amor, conseguí conquistar su posición y tras
conocerla un poco más, dejó detrás a todo el grupo.
Me
gustaba pensar que entre nosotros podía nacer un gran amor. Me daba alegría
pensar que había encontrado una mujer especial. De las que no lo notas a primera vista, pero
cuando las conoces, te das cuenta de que vive un océano dentro de ellas.
No
sabía el porqué, pero sentía que de ella podía fiarme.
De
hecho, se ha ido a follar con mi mejor amigo. La clásica traición innoble y
mezquina.
¿Con
todos los hombres que había en el mundo a él tenía que elegir? ¿Y él? Peor que ella.
Por
su incapacidad de encontrarse una mujer, aprovechando nuestra amistad se ha follado
a la mujer que yo amaba. Si queremos ser sinceros, le ha sido fácil. La conocía
de hace ya tiempo y con la excusa de la compañía, se la ha follado. Pero estos
hombres, incapaces por naturaleza, quieren transformar una aventura en un amor.
Mezclan las cartas y se equivocan. De hecho, después de un mes que estaban
oficialmente juntos, ella lo dejó.
Así
van las cosas.
Es
por esto que las parejas no funcionan y los divorcios aumentan. Se han casado
con quienes conocían desde hace tiempo y no han entendido que las exigencias
del amor son completamente distintas de las de la amistad.
Ellos
mismos se engañan… ¿entiendes?
Yo
no estaba cuando él se aprovechó de ella. En esa época yo era militar. Casi un
año fuera de casa. A fin de cuentas, a ella podía entenderla. Se sentía sola. Además,
no era una mujer demasiado inteligente, diría justo todo lo contrario. Aunque a
mí me gustaba. Pero ¿él? ¡Él, no! Él era mi amigo, tenía que tener respeto a
nuestra amistad. Qué gusano.
E
yo… que he tenido tantas mujeres en mi vida, después de lo que me ocurrió, no
llegaba a amar a ninguna otra.
Las
odiaba a todas. Hemos estado juntos dos años. Vivía para ella. Éramos muy
diferentes, pero estando juntos comenzábamos a conocernos, a construir nuestra
historia día tras día, creando un castillo lleno de amor. Y nos metíamos dentro
de aquel castillo cerrando las puertas y dejando el mundo allí afuera,
envidiándonos. Pero ella estaba siempre en equilibrio en el universo y podíamos
caer de un momento al otro. De hecho, hemos caído.
De
todas formas, me gustaba la idea de que se ella hubiera caído, estaría yo allí
abajo con los brazos abiertos para salvarla. Eso es lo que yo creía. Sin darme cuenta
de que, había una multitud que esperaba a bajo. Y en medio de esta multitud, mi
mejor amigo. Qué cobarde.
Hacía
ya cinco meses que se la follaba. Follaban y basta. Yo la amaba y ella follaba.
Cuando me di cuenta, la dejé. No quería escucharla. No quería escuchar ninguna
patética, falsa e inútil explicación.
Ella
hizo lo posible por reconquistarme, pero no hubo manera. Sus intentos fueron
inútiles. Había tomado mi decisión y no volvía más atrás.
Cuando
una mujer traiciona, significa que no se siente tuya. Y no quiero una mujer que
no me pertenezca.
Y
así va el mundo.
Es
así que ciertos amigos te hacen entender que no han sido nuca amigos tuyos, y
que ciertas mujeres nunca te han amado.
Ahora
follo yo también.
Comienza
a robar cuando te roban. Comienza a matar cuando te matan. Comienza a
traicionar cuando te traicionan.
Termina
de amar cuando te hacen sufrir. Quizá un día podrás también dejar de robar, de
matar, de traicionar y volver a amar, pero tienes primero que vengarte y
algunas veces lo haces también contra quien no tiene nada que ver. El problema
es que no he logrado pararme y a encontrar otra vez mi equilibrio interior. Pero
ahora comienzo a estar cansado de vengarme…
He
conocido a tantas mujeres y he amado sus cuerpos. Algunas veces, con la ayuda
de alguna botella de vino en un restaurante de moda. En esos lugares han sido
drogadas de palabras, de promesas que no he respetado nunca. Que también ellas
me hacían, pensando que me las creía. Un recíproco y conveniente intercambio de
falsedad.
Se
aprende a mentir para defenderse, para escondernos o quizá para esconder la
propia debilidad y vulnerabilidad. Hay quien considera miserable este modo de vivir.
Yo
considero miserable su modo de vivir.
Se
puede amar también sin amor, solo buscando el placer físico; no existe una
regla, justa o equivocada, todo depende de la persona. La vida se vive en base
a lo que uno quiere y busca en aquel preciso “momento” y ese espacio de tiempo,
ese “momento” no es igual para todos. Cada uno tiene el suyo.
No
sé a quién enviaré esta carta ni si tendré el coraje de hacerlo. Quizá para ti
esta mezcla de palabras escritas no tienen importancia. Para mí…es suficiente
saber que estás, que estás en alguna parte, que existes y que un día podré
encontrarte.
Estoy
seguro que cuando nos encontremos, nos reconoceremos sin necesidad de hablar o
de escribir.
Siento
el ruido de una llave. La puerta de casa se abre, es el polaco que vuelve tras
su trabajo de noche. Trabaja como portero en una discoteca. Entra en el salón,
me mira sin decir una palabra y se va para su habitación. Es un tipo extraño el
polaco.
El
dominicano aún está durmiendo.
Normalmente,
cuando se levanta va a la cocina, se prepara una taza de café y se queda allí
sentado en una silla durante una hora. Tomando con calma su café. Con la mirada
hacia la pared. También el dominicano es un tipo extraño. Y yo continúo tumbado
en mi sofá pensando qué hacer con mi tiempo.
Fuera
comienza a llover. Abandono mis sueños. Tengo que volver a la realidad que está
hecha de otras cosas. El trabajo, el bar, los clientes. Ese es mi mundo, al
menos es el que yo conozco.
Pero
en el fondo la vida es esto también… hacer lo que sabemos hacer. Yo como
camarero soy el mejor o quizá… solo soy un tipo extraño como el polaco, o como
el dominicano, o como hay tantos otros esparcidos por el mundo. Del resto,
recordamos siempre las cosas habituales y deseamos siempre las mismas.
Todo
es siempre así, igual y repetitivo.
El
alma pregunta.