viernes, 9 de septiembre de 2016

EL CAMERERO


El camarero

Estoy tumbado en mi sofá preferido.

Hay tres en el apartamento.

El mío es el cercano a la ventana, desde donde puedo ver el mundo de fuera pasar veloz y anónimo.

Comparto el apartamento con un paquistaní que no le gusta ducharse, un dominicano que escucha música demencial y un polaco enojado con los políticos. Cada uno de ellos tiene su habitación con su mundo dentro, su vida. Por eso, cuando salgo, cierro bien la puerta con llave. No quiero compartir con nadie los secretos del mundo que mi habitación contiene.

En el fondo, lo que nos rodea, los objetos, los libros, la ropa, los perfumes, las pequeñas cosas insignificantes forman parte de nuestra existencia. Son una prolongación de lo que somos y de lo que pensamos. A observar lo que uno tiene, se puede fácilmente entender delante de quién nos encontramos.

El apartamento tiene un único baño que compartimos, y por turnos intentamos tenerlo limpio.

Hoy hace un frío terrible en París, un frío húmedo, de ese que te cala los huesos y no consigues nunca sacártelo de encima.  En París el clima es una mierda.

Pienso que permaneceré tumbado en el sofá todo el día.

A veces me gusta malgastar el tiempo haciendo cosas inútiles; no lo sé, pero tengo la sensación que, después, cuando hago algo de útil, tiene más valor. Hoy no tengo ganas de ir a trabajar a aquel hediondo y sucio bar.

Ser camarero es un poco como ser una puta, o si queremos ser más educados, una mujer de la calle, que vende su amor a quien le paga. Ella, de todas formas, hace un trabajo libre. Es libre de elegir a sus clientes y si no le gusta, no va con éllos.

Cuando eres camarero, por el contrario, no puedes hacer como quieres. Tienes que sonreír a todos aunque no tengas ganas. Aunque el que tengas delante de ti es un auténtico cretino, de los que entran en el bar solo porque no saben qué hacer.

Tienes que tener siempre buen humor aunque dentro de ti estás muriendo de dolor y los pensamientos te aplastan en el suelo, de otra manera los clientes se lamentan.

A ellos, a los clientes, no les importa nada lo que eres, cómo te sientes o lo que vive dentro de ti. Piensan… un poco todos en general, que el mundo interior de otro sea menos interesante que el de ellos.

Pero después, cuando los conoces, te das cuenta de que la mayoría de ellos no tiene ningún mundo interior. Por eso, cuando trabajo, intento hablar lo menos posible, evitando también escuchar todas las tonterías que se dicen por la mañana en el bar. Sobre todo, tras un partido de fútbol.

El bar se llena de los que creen haber entendido algo de la vida. Hacen llorar al escucharlos hablar. Profesores de la nada.  

Mi turno comienza a las siete de la mañana hasta las seis de la tarde. Trabajo mucho, pero me pagan bien. Cuando por la noche vuelvo a casa y tengo ganas de hablar con alguien sin usar la voz, comienzo a escribir. Pruebo a comunicar por escrito lo que no quiero decir con las palabras, pero solo con las letras.

Escribo siempre a alguien. A un desconocido, a un personaje inventado en el momento, o me inspiro en alguien que he visto entrar en el bar solo durante diez minutos, o a una mujer, que he visto, y que quisiera conocer de un modo especial.

Estas personas, sin saberlo, forman parte de mi teatro de pensamientos. Personajes a veces protagonistas de mis sueños. Como en los sueños de cada ser humano.

Cada uno de nosotros tiene sus actores preferidos que comunican solo con el creador de ese sueño, donde recitan la parte asignada. Sueños que después cada uno de nosotros intenta transformar en realidad.

 

¡Y ahora estás tú! Ni siquiera te conozco. No sé si eres morena o rubia, gorda o delgada, guapa o fea, inteligente o estúpida, profunda o superficial. No sé nada de ti, ni siquiera tu nombre, ni una mirada, ni una sombra. Nada. Pero las vibraciones que me llegan son suficientes para pensarte. Seguramente existes y estás en cualquier lugar en este momento, aunque no imagino dónde estés. Quizá también tú, te has hecho una idea de mí distinta de lo que soy. Por eso siento la necesidad de escribirte. Para conocerte y darme a conocer un poco más.

¿Me preguntas por qué estoy tan seguro de que te has hecho una idea distinta de lo que soy?

Bien… es fácil responderte. Soy camarero, trabajo entre la gente y tengo, yo también, que llevar una máscara en la cara. Como ellos, los clientes, llevan conmigo.

En ese teatro diario intento dar lo mejor de mí.

Pero… cuando el trabajo termina y salgo para volver a casa, dejo de ser un camarero cualquiera, y vuelvo a ser un hombre con sus miedos, sus debilidades, sus ambiciones y dudas, sueños y realidades.

Con sus experiencias de vida.

He vivido muchas experiencias, quizá demasiadas.

Se transforman con el tiempo en una mochila llena de recuerdos que te forman y graban dentro de ti lo que estás destinado en convertirte. A veces la mochila que llevo en la espalda me pesa mucho y me duele.  Pero no puedo hacer nada; he llegado hasta hoy “así” y ese “así” soy yo.  Existe un destino también en esto no te creas.

De todas formas, en general, debo decir que las personas no tienen una mala impresión de mí. Y esto solo porque consigo ponerme la máscara adaptada a cada circunstancia. Tantas personalidades en una sola. Te lo diría cualquier analista, Dr. Jekyll y Mr. Hyde. ¿Has leído ese libro?

¿Sabes?, a veces, en ciertos momentos de mi vida, me siento realmente así. Recito mi papel y conozco de memoria los diálogos de las distintas partes.

Cada persona puede ser conquistada por otra, pero necesita saber cómo hacerlo.

Yo soy un manipulador de sentimientos, un verdadero actor. Juego a disfrazarme, intentando gustar a todo el mundo en cada circunstancia.

¡No! No, ¡No soy un falso! ¡No! Esa no es la definición justa, más bien diría lo contrario. Doy a los otros lo que me piden, nada más. Por lo demás, tú lo sabes, la gente no quiere sentir la verdad, prefiere escuchar lo que más le conviene. Lo hacen para no sentirse solos. Y a diferencia de muchos que saben solo ser y comportarse de un modo, yo soy versátil. No quiero hacer sufrir a nadie, entendámonos bien, de hecho, no creo que ninguno o ninguna sufra por mis comportamientos.  Mi intento es vivir con pasión cada momento de la vida. Sin promesas futuras o declaraciones teatrales. ¡Nunca hago promesas!

He perdido las ganas de hacerlas y todas las veces que las he hecho, que lo he intentado, créeme, me ha ido siempre mal. He sido siempre malentendido y esa mujer se ha ido.

Y esto lo hacía cuando en mi mochila había aún un poco de espacio para alguien. Ahora ya no.

Ahora, llegado a este punto, no sé ya respetar los compromisos y las promesas de amor los encuentros falsos. Las clásicas mentiras que se dicen. Que todos dicen, y que también a mí han dicho en ciertos momentos.

Yo también…he creído ciegamente en el amor. He creído con amor y con pasión y he dado todo de mí mismo para que esas promesas se transformasen en eternidad.

Pero no ha sido posible.

El amor es una utopía. Al contacto con la realidad, con las preocupaciones de la vida, con los problemas por superar, aquellas palabras, aquellas promesas se han deshecho como chocolate bajo el sol.

También el amor, no puede hacer nada contra el tiempo, contra la costumbre, la rutina, el aburrimiento; también él, muchas veces, la mayor parte de las veces muere.

Es por esto que estoy solo. La soledad es el precio que se debe pagar por ser un hombre libre.  Yo soy libre. A veces considero la compañía un impedimento. No se… algo que puede limitarme. Y yo, estoy ya combatiendo una guerra diaria conmigo mismo para perder el tiempo por entender a los otros.

Aunque algunas veces necesito sentirme rodeado de “alguien”.

Pero espera, espera…, no me malinterpretes, por “alguien” no quiero decir esa gran multitud de personas anónimas que nos rodean y que nunca tendrán un peso en la vida. Esos encuentros falsos y superficiales con los que nos tropezamos diariamente para avanzar en la vida, no me interesan. Esas personas las veo de un modo abstracto y no les doy importancia. Necesito, por el contrario, “alguien” sincero, leal, honesto y verídico. Que tenga un peso, una consistencia, una profundidad de ánimo. Eso si… me gustaría encontrarlo. Pero de ese tipo hay pocos. Pocos en la vida de cada uno.

Yo, me he convertido en lo que soy porque he vivido de un cierto modo, coherente a mi modo de ser y de pensar. Por ejemplo, no quiero una familia, no quiero casarme, no quiero hijos, no quiero la misma mujer toda la vida y no creo en el matrimonio.

La única chica que he amado me ha traicionado. Las otras han pasado como sombras; no recuerdo siquiera qué aspecto tenían. Pero ella, a la que quería tanto, me traicionó y se fue.

Cuando la vi la primera vez, no hubiera podido imaginar que hubiéramos pasado tantos tiempos juntos. La verdad es que no me gustaba físicamente… te lo confieso con toda franqueza. No era mi tipo. Pero después, inexplicablemente, con su dulzura, con su presencia, con su amor, conseguí conquistar su posición y tras conocerla un poco más, dejó detrás a todo el grupo.

Me gustaba pensar que entre nosotros podía nacer un gran amor. Me daba alegría pensar que había encontrado una mujer especial.  De las que no lo notas a primera vista, pero cuando las conoces, te das cuenta de que vive un océano dentro de ellas.

No sabía el porqué, pero sentía que de ella podía fiarme.

De hecho, se ha ido a follar con mi mejor amigo. La clásica traición innoble y mezquina.

¿Con todos los hombres que había en el mundo a él tenía que elegir?  ¿Y él? Peor que ella.

Por su incapacidad de encontrarse una mujer, aprovechando nuestra amistad se ha follado a la mujer que yo amaba. Si queremos ser sinceros, le ha sido fácil. La conocía de hace ya tiempo y con la excusa de la compañía, se la ha follado. Pero estos hombres, incapaces por naturaleza, quieren transformar una aventura en un amor. Mezclan las cartas y se equivocan. De hecho, después de un mes que estaban oficialmente juntos, ella lo dejó.

Así van las cosas.

Es por esto que las parejas no funcionan y los divorcios aumentan. Se han casado con quienes conocían desde hace tiempo y no han entendido que las exigencias del amor son completamente distintas de las de la amistad.

Ellos mismos se engañan… ¿entiendes?

Yo no estaba cuando él se aprovechó de ella. En esa época yo era militar. Casi un año fuera de casa. A fin de cuentas, a ella podía entenderla. Se sentía sola. Además, no era una mujer demasiado inteligente, diría justo todo lo contrario. Aunque a mí me gustaba. Pero ¿él? ¡Él, no! Él era mi amigo, tenía que tener respeto a nuestra amistad. Qué gusano.

E yo… que he tenido tantas mujeres en mi vida, después de lo que me ocurrió, no llegaba a amar a ninguna otra.

Las odiaba a todas. Hemos estado juntos dos años. Vivía para ella. Éramos muy diferentes, pero estando juntos comenzábamos a conocernos, a construir nuestra historia día tras día, creando un castillo lleno de amor. Y nos metíamos dentro de aquel castillo cerrando las puertas y dejando el mundo allí afuera, envidiándonos. Pero ella estaba siempre en equilibrio en el universo y podíamos caer de un momento al otro. De hecho, hemos caído.

De todas formas, me gustaba la idea de que se ella hubiera caído, estaría yo allí abajo con los brazos abiertos para salvarla. Eso es lo que yo creía. Sin darme cuenta de que, había una multitud que esperaba a bajo. Y en medio de esta multitud, mi mejor amigo.  Qué cobarde.

Hacía ya cinco meses que se la follaba. Follaban y basta. Yo la amaba y ella follaba. Cuando me di cuenta, la dejé. No quería escucharla. No quería escuchar ninguna patética, falsa e inútil explicación.

Ella hizo lo posible por reconquistarme, pero no hubo manera. Sus intentos fueron inútiles. Había tomado mi decisión y no volvía más atrás.

Cuando una mujer traiciona, significa que no se siente tuya. Y no quiero una mujer que no me pertenezca.

Y así va el mundo.

Es así que ciertos amigos te hacen entender que no han sido nuca amigos tuyos, y que ciertas mujeres nunca te han amado.

Ahora follo yo también.

Comienza a robar cuando te roban. Comienza a matar cuando te matan. Comienza a traicionar cuando te traicionan.

Termina de amar cuando te hacen sufrir. Quizá un día podrás también dejar de robar, de matar, de traicionar y volver a amar, pero tienes primero que vengarte y algunas veces lo haces también contra quien no tiene nada que ver. El problema es que no he logrado pararme y a encontrar otra vez mi equilibrio interior. Pero ahora comienzo a estar cansado de vengarme…

He conocido a tantas mujeres y he amado sus cuerpos. Algunas veces, con la ayuda de alguna botella de vino en un restaurante de moda. En esos lugares han sido drogadas de palabras, de promesas que no he respetado nunca. Que también ellas me hacían, pensando que me las creía. Un recíproco y conveniente intercambio de falsedad.

Se aprende a mentir para defenderse, para escondernos o quizá para esconder la propia debilidad y vulnerabilidad. Hay quien considera miserable este modo de vivir.

Yo considero miserable su modo de vivir.

Se puede amar también sin amor, solo buscando el placer físico; no existe una regla, justa o equivocada, todo depende de la persona. La vida se vive en base a lo que uno quiere y busca en aquel preciso “momento” y ese espacio de tiempo, ese “momento” no es igual para todos. Cada uno tiene el suyo.

No sé a quién enviaré esta carta ni si tendré el coraje de hacerlo. Quizá para ti esta mezcla de palabras escritas no tienen importancia. Para mí…es suficiente saber que estás, que estás en alguna parte, que existes y que un día podré encontrarte.

Estoy seguro que cuando nos encontremos, nos reconoceremos sin necesidad de hablar o de escribir.

 

Siento el ruido de una llave. La puerta de casa se abre, es el polaco que vuelve tras su trabajo de noche. Trabaja como portero en una discoteca. Entra en el salón, me mira sin decir una palabra y se va para su habitación. Es un tipo extraño el polaco.

El dominicano aún está durmiendo.

Normalmente, cuando se levanta va a la cocina, se prepara una taza de café y se queda allí sentado en una silla durante una hora. Tomando con calma su café. Con la mirada hacia la pared. También el dominicano es un tipo extraño. Y yo continúo tumbado en mi sofá pensando qué hacer con mi tiempo.

Fuera comienza a llover. Abandono mis sueños. Tengo que volver a la realidad que está hecha de otras cosas. El trabajo, el bar, los clientes. Ese es mi mundo, al menos es el que yo conozco.

Pero en el fondo la vida es esto también… hacer lo que sabemos hacer. Yo como camarero soy el mejor o quizá… solo soy un tipo extraño como el polaco, o como el dominicano, o como hay tantos otros esparcidos por el mundo. Del resto, recordamos siempre las cosas habituales y deseamos siempre las mismas.

Todo es siempre así, igual y repetitivo.

El alma pregunta.

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El alma pregunta