martes, 22 de abril de 2014

el libro y la rosa

Tumbado en el sofá y acompañado por la luz de una vela que lentamente se consume, en el silencio de la noche observo mi habitación.
Encima del armario, un viejo trenecito de hierro me transporta a los tiempos de mi infancia.
Observándolo, a la luz de esa vela, mis pensamientos corren, como debía de correr ese trenecito hace mucho tiempo.

La vida es como un tren, o mejor dicho, la vida es como un pasajero dentro del vagón de un tren.
Cualquiera de nosotros puede ser ese pasajero.
Si decides subir, sin posibilidad de elección, el destino te compra un pasaje hacia una destinación desconocida, y tú, de repente, comienzas a viajar.
Si decides no subir, permaneces allí, renunciando por siempre a ese viaje, quizá a un sueño.
Un largo viaje, con muchas paradas, donde encontrarás pasajeros muy diferentes: el dolor, la duda, el miedo, la soledad, la alegría, la felicidad, la pasión, el coraje, la incertidumbre, etc. Pero aun así, estarás siempre solo contigo mismo.
Algunos de ellos te acompañarán por un tiempo, quizá durante alguna parada, y después, sin decir nada, bajarán y te dejarán continuar tu viaje.
Algunos serán buenos, honestos, reales y leales, otros menos buenos, menos honestos, mentirosos y mezquinos.
Algunos querrían estar contigo, pero eres tú quien no los querrá a tu lado y preferirás que se vayan.
A otros los buscarás sin encontrarlos nunca.
Sea como sea, la mayor parte de ellos bajará en la parada siguiente y tú ni tan siquiera los recordarás.
Si tienes suerte, llegarás a tu destinación.
Si no tienes tanta, tu tren se detendrá antes, y deberás bajar para no volver a subir nunca más.
También el amor subirá a tu tren, pero deberás reconocerlo.
Y solo lo reconocerás si la vida te ha enseñado algo, de lo contrario también él se irá.

Recuerdo que hace ya algún tiempo, subió a mi tren una chica. Yo la encontraba maravillosa. 
Nuestras miradas se encontraron como por arte de magia y nuestras almas se compenetraron como si se hubieran conocido desde siempre. Llevaba consigo un libro que hablaba de amor y me lo regaló. Yo le regalé tres rosas rojas, el símbolo más grande del amor: la eternidad.
Viajamos juntos durante cinco meses, poco tiempo. Demasiado poco para conocerse. Demasiado poco para ella, para poder sentir el perfume de mis rosas, demasiado poco para mí, para poder leer su libro.
Y un día, por una discusión superficial sin importancia decidió bajar del tren cerrando con fuerza la puerta tras ella.
Nunca hubiese querido que se bajase de mi tren. Mi sueño era llegar a la destinación final con ella.
En cada parada, esperaba volver a verla, que volviese y subiese de nuevo. Pero el tiempo pasaba y de ella ni siquiera la sombra. La sensación de tristeza que sentí fue sustituida por la decepción. Por ella, que no supo reconocer un error, que no supo pedir perdón, que no supo volver atrás.
Después de algún tiempo, la decepción fue sustituida por la certeza de que aquella chica nunca más subiría a mi tren.
No quería dejar subir a nadie más, y en cada parada me encerraba en mí mismo.
Continué solo durante mucho tiempo.
Pero la soledad lleva consigo algo indispensable para poder ser soportada, el análisis del pensamiento. Cuando se está solo se piensa mejor, o al menos, se piensa en un modo más verdadero.
Inicié entonces a preguntarme el porqué de las cosas y de los hechos que suceden.
El porqué el destino dispone que un día, en una parada, en un momento en el que no esperamos a nadie, suba a nuestro tren alguien que nos hace latir el corazón, pero que luego, sin explicación alguna, se vaya, dejando parte de su esencia con nosotros.
No entiendo a qué juego juega el destino, ni cuál es el mecanismo que lo guía.
Sé que a veces nos hace sufrir, o quizá es su manera de advertirnos de que no debemos continuar en esa dirección.
Ahora… estoy de nuevo solo, continuando mi viaje.
No sé cuántas paradas me quedan ni cuál podría ser la última. Pero debo continuar, con el sueño de que en una parada cualquiera alguien suba de nuevo a mi tren y me haga latir el corazón y vibrar el alma. Alguien a quien poder regalarle mis rosas y que quiera que yo lea su libro.
Y aunque finalmente nadie tuviese que subir, lo repetiría igualmente este viaje, pues me habría servido para convertirme en un hombre.
Y es que vivir la vida sin ese viaje, sin esas paradas, sin esos encuentros, no tendría sentido. Sería solo hacer pasar el tiempo.
Y el alma pregunta…

 

viernes, 11 de abril de 2014

A UN AMIGO

Querido amigo mío, después de tanto tiempo de silencio, te escribo para exteriorizar lo que a pesar de mi voluntad he estado obligado a vivir. Tengo que partir desde aquello que soy y con tristeza, volver nostálgico al pasado. A un pasado en el que he creído y en ese esfuerzo, he perdido una parte de mí que no he conseguido volver a encontrar. Aunque tengo que dejar de lamentarme de un futuro sin esperanza y aceptar las consecuencias de lo que deberá venir, no puedo esforzarme por apreciar aquella parte de lo que ha sido y proyectarme así como en un sueño con la ilusión de poder volver a vivirlo. No tengo un pasado que recordar ni un futuro que me espere. Solo tengo delante de mí un presente lleno de tristeza. Antes de aquel hecho, antes de aquella noche, de aquella nota, antes… de que ella se fuese, yo era un hombre. Un hombre sumergido en el mundo, lleno de ganas de hacer, de vivir, de dejar huellas. Pero desde aquel día soy rehén de mis pensamientos y de estas ruinas me reflotan a la memoria los recuerdos que a veces no me dejan dormir. Esta, amigo mío, es una de aquellas noches en las que no consigo pegar ojo. Con la oscuridad y con el silencio, estas horas se hacen interminables, y yo, tumbado en la cama, inmóvil con los ojos abiertos de par en par, soporto todo lo que me atraviesa. Observo mi entorno, casi queriendo vigilar a mis compañeros inmersos en el sueño. También ellos duermen con los pensamientos, los recuerdos y las imágenes de alguna cosa o de alguien que ya pasó. Recuerdo aún el estado de ánimo que tenía aquel día o, mejor dicho, aquellas pocas horas que me dividían desde un destino que había decidido cambiar a escondidas, sin saberlo, el curso de mi vida. Déjame que te explique: No hay nada que hacer… Esta maldita gota de agua que cae del grifo de aquel maldito lavabo no me deja dormir. Y pensar que he hecho de todo por ajustarlo. Pero a quién le importa. Ahora…no me importa nada. Dentro de pocas horas será otro día. Me queda solo un puñado de minutos para pensar. Pensar sobre mi vida, sobre lo qué debo hacer para continuar y salir adelante. A veces pararse, no hacer nada, y dejar que la vida misma te sumerja con su peso, asumiendo las consecuencias, es mucho más confortable que luchar y buscar volver a emerger. A veces, ciertas circunstancias que el destino te obliga a vivir son tales, que un hombre no encuentra más dentro de sí la fuerza para andar adelante. Cierto que la vida es extraña e imprevisible. Nunca llegas a conocerla verdaderamente, pero, sobre todo, no sabes nunca en qué momento ha decidido cambiar, cambiarte. Tenemos siempre que estar preparados para lo peor, porque lo peor está siempre preparado esperándonos. Pero…, querido amigo mío, a pesar de todo, y pensándolo bien, si un hombre se prepara siempre para lo peor, quiero decir, si se prepara, solo para afrontar las cosas negativas y dolorosas, no se consigue más tener aquel estado de ánimo lleno de alegría y de gozo que permite vivir las cosas bonitas y agradables que nos llegan ofrecida de la vida. Y son muchas. De todas formas, amigo mío, he llegado a la conclusión de que el hombre es débil, inexistente, precario delante de todo aquello que le rodea. Quien puede dirigir esta orquesta que nos obliga a bailar a un ritmo que no nos gusta, no se sabe. A veces el destino te hace fluir sin incertezas por recorridos fáciles, otras te sumerge en dificultades y te impide avanzar. Comienzo a pensar que el destino, solo es una cómoda justificación para ilusionarnos, que todo lo que sucede no depende de nosotros, sino de una fuerza misteriosa capaz de transformar los sueños en realidad y nuestras acciones, también las de mayor mérito, en un fracaso. Es necesario sabe aceptarlo y saber estar a la altura cuando no se entiende, sin buscar el porqué de ciertas cosas que suceden y cuál sea el mensaje secreto que transportan. ¿Las he querido yo? ¿Las he buscado? ¿He hecho algo para que sucedan? No, en absoluto. No he hecho nada… Han sucedido y basta. Sin explicación lógica. Y el hombre se aflige, se entristece, se enferma, por buscar el “porqué” de ciertas cosas que han sucedido. Tenemos, que buscar el “cómo”. Cómo salir de la mierda que a veces te sumerge y que, pese a tu voluntad, te has caído dentro. De todas formas, por decirlo entre tú y yo amigo mío, te confieso una cosa… esta noche, quizá una solución la he encontrada, debo solo pensarla con calma. Mañana por la mañana, o mejor dicho, dentro de pocas horas, cuando el policía venga a por mí, para echarme de mi casa como se echa a un perro, sabré qué hacer. Y pensar que todo esto caos, hace tres años no existía. Tenía un buen trabajo como agente inmobiliario, hacía buenos negocios y era considerado uno de los mejores de mi sector. A decir verdad, he ganado mucho dinero, quizá más de lo que merecía. Pero mira, amigo mío, existe también esto en la vida, a veces obtenemos cosas sin merecerlas verdaderamente. Pero un día por casualidad la encuentro a ella. Marina. Qué mujer. Fantástica. Rubia, con los cabellos que le caían como racimos de uvas, ojos azules como el mar, labios suaves como una pluma y una piel blanca como la nieve. Un cuerpo de infarto, parecía esculpido. La sensualidad y la feminidad de su cuerpo me drogaron desde el primer momento en que la vi. Hubiese sido mejor que no la hubiera encontrado nunca. Pero qué se le va a hacer, una mujer así no se encuentra todos los días. Quince años más joven que yo. Yo tenía 45 y ella 30. Después de un año nos casamos. Nada de niños, por fortuna. ―Aún soy muy joven ―me decía. Y yo lo creía. Yo creía a todo lo que ella decía. Tú sabes amigo, mejor que yo, que el corazón vive mientras tiene algo que amar o alguien a quien creer, sino se entristece de aburrimiento. Mentiras, mentiras, me ha dicho solo mentiras. Quizá siempre me las dicho, desde el primer momento en que nos encontramos. Pero qué importa, ahora ya es demasiado tarde para lamentarse. Me queda solo el tiempo de recordar para intentar superar, y probar a pensar en lo que recuerdo, de un modo distinto, más verdadero, más real. De hecho, no se puede superar lo negativo, que vive dentro de nosotros, si no se recuerda. Aunque si nada se borra, y lo que ha estado ha estado, no consigo alejarme de mis pensamientos. ―Amor. Amor. Amor mío. Llámame, amor mío ―me decía abrazándome y mirándome con aquellos ojos azules, llenos de pasión. La pasión que yo tenía por aquella mujer se alimentaba de lo que yo no sabía de ella, más que lo que conocía. Pero la pasión no es otra cosa que una idea en el primer grado de desarrollo, es un atributo de la juventud del amor y de la alegría del alma. Pero créeme, amigo mío, es de estúpidos pensar de invertir sobre eso durante toda la vida y obtener beneficios. Y yo, estúpidamente, superponía mis fantasías a las zonas oscuras, y no obstante existían muchas zonas de sombra que me debían de hacer pensar, yo, como un hombre enamorado, las transformaba en espacios libres para dejar entrar a mis sueños. Por lo demás, para no resignarse y no rendirse, es necesaria la pasión. Para vivir se necesita pasión. Y también si las ilusiones caen, unas tras otras, y los sueños se desvanecen y todo se reduce con el tiempo a un café con sabor amargo, queda siempre algo áspero de aquello vivido que nos fortifica. La desilusión en sí no deriva de lo poco que nos viene dado, sino de lo mucho que esperamos de quien creemos. Y yo creía. He creído, amigo mío. He creído tanto que puse a su nombre todo lo que tenía. Incluso la cuenta del banco… a medias. Ella quiso en seguida la tarjeta de crédito oro. ―Si en el amor no existe la confianza, ¿qué amor es? ―me decía convencida. Y yo, para demostrarle que tenía fe en el amor, me dejé convencer. Créeme, amigo mío, el amor es una ilusión, un engaño, que después de habernos atraído hacia la luz se disuelve y desaparece dejándonos de nuevo en la oscuridad. El amor nace de un sentimiento, de una sensación que parte de la idealización de la persona amada, de quien nos enamoramos por un encantamiento de la fantasía. Pero después, con el tiempo y las circunstancias adversas, que juegan a favor de la realidad y no de los sueños, se produce el desencanto y transforma el amor en un afecto de compañerismo privo de alegría, de alegría y de pasión o quizá con el tiempo lo transforma en el sabor amargo de la desilusión. A menudo se busca esclarecer las dudas del presente especulando las posibilidades que nos favorecen e inventándonos esperanzas de distintos tipos. Pero como a menudo sucede, cada esperanza lleva consigo su opuesto, que es la desilusión, que no tarda en presentarse cuando tal esperanza se enfrenta a la dura realidad. Una realidad que se desliza y se escapa continuamente. Con la gran crisis inmobiliaria, vino también la crisis del amor. No se vendía ni un botón. No conseguía ganar nada. Perdí el trabajo y me encontré solo delante problemas que me sumergieron. Deuda tras deuda. Los malditos bancos que hasta aquel momento me habían sostenido, me dejaron caer al vacío, sin ni siquiera pensarlo. Sin motivo. Sin lógica. Solo porque así lo tenían que hacer. Para seguir un sistema que les había sido impuesto. Lo cogieron todo y no me dejaron nada. Aquel director…aquel imbécil… Que si profesaba un mi amigo. ―Soy tu amigo ―me decía sonriente―. Puedes contar conmigo. Contar con nosotros ―señalando al banco al que pertenecía y resaltando la estabilidad y la seriedad de la entidad. ―Nosotros tenemos a nuestros clientes. Qué imbécil. Fue justo él el primero en embargarme la casa por tres plazos no pagados. ―Sabes… ―me dijo casi excusándose― Debo seguir las reglas, y las reglas son las reglas. Me lo quitaron todo. Ni siquiera por un momento pensaron en el dinero que les hice ganar con los intereses de usureros que tuve que pagar durante 3 años enteros. Nada. No tuvieron ni siquiera el coraje de mirar atrás y probar a entender. Hipócritas. Hipócritas. Han sido solo unos hipócritas. Pero, querido amigo, solo con el tiempo y el dolor, con la tristeza y la soledad, he llegado a entender que la hipocresía no es el instrumento o al fuerza del hipócrita, sino su prisión. En cada situación que se presenta, cada uno de ellos “que mi juzgaron”asume un comportamiento, una actitud, un modo de ser o de hacer para parecer a los otros como él quiere que se crea. Por esto, la vida humana de estos seres no es otra cosa que una comedia, un teatro dentro del cual recitan con máscaras distintas, hasta que alguien más falso e hipócrita y con más autoridad, los hacen descender de aquel escenario. Para ellos, la hipocresía no es un defecto grave, sino una virtud, puesto que les da la posibilidad de esconderse. Ah… Los banqueros. Una raza aparte. Aprenderán a sus costes que ninguno puede tener una cara para sí mismo y otra para los demás, sin arriesgar de no saber más cuál sea la verdadera. Lo aprenderán… lo aprenderán a su coste. Pero a quién le importaba el dinero, los apartamentos, los terrenos, todo aquello que parece mucho, pero que no es nada. Yo tenía el amor, el amor verdadero, y para mí era suficiente. Al menos lo creía… Creía que ella era el amor. Y por el contrario, no era nada. Era menos que nada. Y con fue con lo que yo me quedé… con nada. Sabes, amigo mío, es difícil definir el amor, yo nunca lo he conseguido. Todo lo que puedo decirte es que en el alma es la pasión de prevalecer, en la mente es la sutil complicidad que une los silencios y en el cuerpo el deseo escondido de poseer lo que se ama, donde el alma y el cuerpo, el espíritu y la materia a igual medida se compenetran. Pero hay mujeres que por mucho que se las busque, dentro de ellas no hay interioridad, no existe la profundidad, no existe nada. Son máscaras estéticas que aunque sean guapas y atractivas, quedan simplemente máscaras. Siempre. Máscaras de papel que se mueven según el viento. Sin carácter, sin personalidad, sin criterio. Desaparecen ante la primera dificultad, por la búsqueda de lo fácil, de lo que le conviene. Es digno de lástima el hombre que tiene que interactuar con tales seres espectrales, casi siempre insatisfechas consigo mismas. Es digno de lástima el hombre que continúa buscando su alma, sin nunca llegar a encontrarla y poseído por la esperanza hasta en el último acto de su desesperación, permanece engañado y desilusionado. Ella escapó con él. Un individuo que se encontró de casualidad una noche en un bar. Quizá tenía una polla gigantesca. Quizá la follaba mejor que yo. Quién lo sabe…, el hecho no cambia. Llegué a casa tarde, sobre las 22 horas, cansado y muerto del trabajo. Feliz de encontrarla esperándome, le compré 3 rosas rojas. Las más bonitas. Y en lugar de ella, dispuesta a acogerme con los brazos abiertos, encontré debajo de una botella una nota que decía: -Perdona amor mío si te dejo así, sin explicarte una palabra, pero no podría mirarte a los ojos. Te he querido mucho. No te olvidaré jamás. Pero se ha acabado. Ya no te amo. Escapo con él. Él es mi gran amor. Estoy ilusionada por vivirlo. Estoy segura de que lo entiendes. Te quiero. Un beso, Marina-. ¿Que lo entiendo? Una mierda entiendo. Se ha ido con otro y, ¿debo entenderlo? Que les den por el culo a los dos. Desgraciadamente, amigo mío, consideramos impensable que el amor, que la mujer de nuestra vida, pueda ser algo ligero, superficial, que no tiene peso. Cada uno de nosotros pensamos que nuestro amor es algo que debería necesariamente ser y que sin él, nuestra vida nunca sería nuestra vida, sino algo distinto. Y es en eso en lo que nos equivocamos. En definitiva, el amor es el estado de ánimo en el que el hombre ve y vive las cosas y los hechos diferentes a lo que son. Se ha llevado todo el dinero y me ha dejado sin una lira. Ni siquiera calderilla para comprarme un paquete de tabaco. Y menos mal que me amaba. Ciertas mujeres son como ciertos directores de banco, serpientes. Créeme, amigo mío, nada hiere, envenena, enferma y procura más dolor que la desilusión. La desilusión es un dolor que deriva siempre de una esperanza desaparecida. Una derrota que nace de una fe traicionada. De un cambio de camisa de alguien a quien creíamos. Cada desilusión presupone la muerte de una ilusión o de un sueño. El caer preso de expectativas, destruye la libertad interior, la capacidad de analizar, de entender, de poner las solicitudes adecuadas y si es necesario, de renunciar. La única cosa que me queda es este pequeño apartamento en alquiler, pero ahora ya por poco tiempo. Dentro de pocas horas vendrá el policía a sacarme por la fuerza. Hace más de 8 meses que no pago el alquiler. Me han cortado la luz, el agua, el gas. Bien…, hay que comprenderlos. Ellos quieren el dinero y esto es justo. Es el dinero el que mueve el mundo. Pero, amigo mío, entre nosotros, un poco de tolerancia no haría mal a nadie. No se puede enviar a un hombre a vivir en la calle o a dormir bajo un puente. De hecho, la tolerancia es el principio de una comunidad civil, es el espíritu que conserva lo mejor del pensamiento del hombre. Necesitaríamos un Estado que nos ayude, un Gobierno que asista a las personas como yo, las que han perdido todo y no saben dónde ir. Y personas como yo hay muchas. Pero no le importa nada a nadie. Todos piensan en su interés y la compasión por la necesidad de los otros no existe. Solo son capaces de crear necesidades artificiales que los llevan a conducir una vida de esclavos. Son esclavos y no lo saben. Los políticos…que se vayan a la mierda, todos. Cuando están cerca de ser elegidos, te prometen todo aquello que nunca mantendrán. Solo palabras. Comienzo a pensar, amigo mío, que el único modo de concebir la vida es de verla como una auténtica desilusión. Lo he aprendido a mi coste, sobre mi piel. Pero qué importa. Ahora ya que todos se ahogan en lo más profundo de los océanos. También este mundo. El mundo que me ha dejado solo y me ha impedido que vuelva a flote. Los amigos… Olvídalo. Eres el único que me queda, y lo sabes bien. Tenía dos amigos de verdad que tú conocías. Ellos sí que me hubiesen ayudado. Me hubiesen animado y confortado con su presencia. Si estuviesen, nunca hubieran permitido que esto sucediese. Cualquier persona que tenga un amigo no sabe qué es la verdadera soledad. Aunque tuviera delante de él como oponente a todo el mundo. Siempre he pensado que la amistad es un poco como el amor. La felicidad para conseguirlo no consiste en la multitud pero sí en el valor de la elección. Y quien se convierte en amigo o ha buscado un amor por conveniencia, por conveniencia terminará siéndolo. Si en la amistad o en el amor se busca una utilidad para obtener lo útil, se irá en contra de la amistad misma y se destruirá el amor. Pobrecillos… Ellos están peor que yo. Aplastados por un tren que pasaba mientras cruzaban las vías en bicicleta una mañana de domingo. Y esto ha pasado, por culpa de un estúpido, que en vez de hacer con cuidado su trabajo, se duerme por todo el alcohol que ha tomado la noche anterior. Y no bajó el eje del paso a nivel. Tendrían que matarlo también a él bajo ese tren, pero por el contrario, nada. Y como no oía muy bien…, visto que era completamente sordo, no lo han condenado y le han dado la atenuante de discapacidad. Amigo mío, créeme, estamos rodeados de seres inútiles. Por esta absurda prueba de bondad colectiva, dos de mis mejores amigos han muerto dejando familia e hijos solos llorando. Maldita sociedad formada por imbéciles. Estamos rodeados de imbéciles con buen aspecto que se dan aires de personas inteligentes. Mientras que el mundo esté en manos de estos inútiles, estaremos siempre mal. En efecto, hay solo dos modos de hacer carrera y de ser alguien: o gracias a la propia ingeniosidad o gracias a la propia imbecilidad de la cual se alaban. Una estúpida vanidad que para ellos es una fuente de satisfacción, porque les permite sustituir a las cualidades que no adquirirán nunca, la convicción de haberlas siempre poseídas. Estamos… Estamos. Faltan solo 10 minutos para las 7:00. A pesar de mis pensamientos, las tragedias y las decepciones que llevo dentro de mí, el tiempo no se detiene y sigue avanzando en silencio e indiferente a mi dolor. A las 7 vendrá el policía para sacarme fuera para echarme como a un perro. ¿Dónde iré a las 7 y 10? ¿Qué hago? No tengo nada. No soy nada. A nadie le interesa mi vida. ¿Dónde iré a dormir esta noche? Estoy lleno de deudas. Todas las tiendas del barrio me conocen y ninguno me hace más créditos. ―Ni siquiera un tomate ―como me dijo el verdulero gritando delante de mi casa. ―Hasta que no hayas pagado tu deuda, no vuelvas, no te daré nada. Idiota. Es un idiota y se cree inteligente. Todos saben que su mujer se deja follar por el primero que pasa. No sabe estar sola una hora y regala su cuerpo como se regala el pescado en el mercado. La conozco bien. Hace ya mucho tiempo. Ha regalado 30 años de su vida pasando de un hombre a otro, como hacen los monos en la jungla, que dejan una rama cuando tienen otra en la mano. Como hacen las personas que no saben estar solas. Se regalan pidiendo compañía. Y ella lo ha hecho con su cuerpo. Su moralidad consistía en creer profundamente las propias mentiras y transformar la mentira en una media verdad. Después llegó él. El hortelano. Un campesino revestido de nuevo. Y se casa con ella. A él lo único que le importaba era que cuando llegase a casa después del trabajo, encontrase una sopa caliente sobre la mesa, una botella de vino y la mujer disponible para follar un poco. Este, era su mundo. No tenía otra necesidad. Hizo bien su mujer a ponerle los cuernos. Hombres así no merecen nada. El mundo está lleno de hombres como estos. Son unos fariseos, eso es lo que son. Sí, es así… pero él va por delante, y yo que creía en el amor, muero de pena. Sumergido en la mierda, recordando entre estas 4 paredes como únicos testigos, mis penas. Creer, amigo mío, es una solución cómoda porque dispensa de la reflexión. Pero esto lo he entendido demasiado tarde. El recuerdo de la felicidad de aquellos momentos vivido junto a ella, ya no es felicidad. Pero el recuerdo del dolor por lo que me ha procurado es todavia dolor. Y las cosas que se descubren desde los recuerdos, es como verlas por primera vez y vivirlas de nuevo bajo otra luz. Son ya las 7:00 y suena el timbre. Bajo lentamente las escaleras desde el piso de arriba para ir a abrir. Veo la sombra del policía desde la vidriera de la puerta de entrada. Abro lentamente y lo miro. Lo veo allí, con el uniforme, delante de mí, parecía un hombre valiente. Un buen hombre. Lo siento. Me mira y sonriente, como si viniese a invitarme a una fiesta, me dice con un cierto sarcasmo: ―Tienes que irte, amigo mío. Se te acabó el chollo. Esta no es tu casa. ¿Se acabó el chollo? Lo miro y sin responder, le devuelvo una sonrisa, saco de mi bolsillo una pistola automática. Pum…pum…pum…Tres tiros en la cabeza, uno tras otro y todo se termina. Ahora se terminó el chollo de verdad. Pero termina para ti, para mí comienza ahora. Para mí comienza una nueva vida, serena y tranquila, sin prisa y sin estrés. No tendré que escapar más de nadie. No tendré que esconderme más. Todas mis deudas han sido pagadas. He renacido. Amigo mío, ¿te preguntas si me he vuelto loco al pensar así? No. No estoy loco. Nunca he sido tan sabio, te lo puedo garantizar. Los locos son ellos y la sociedad que nos rodea que no ha entendido nada. Haber comprado aquella pistola ha sido la mejor inversión que he podido hacer. ¿Sabes lo que he ganado gracias a los directores de banco que me ha arruinado? ¿Gracias a los deudores que no me han dejado en paz? ¿Gracias a los políticos que hacen leyes internacionales y que no ayudan a la gente pobre? ¿Gracias a una sociedad que te deja morir? ¿Sabes qué he ganado? Me he ganado el derecho del preso. Y para que ninguno se confunda… Este escrito en un cartel que todos pueden leer al entrar en la prisión: …La cárcel es la simple custodia de un ciudadano libre, hasta que sea juzgado culpable o inocente. Esta custodia debe durar el menor tiempo posible y debe ser lo menos dura que pueda... Cuando lo he leído, he entendido que aquel era el sitio que buscaba. Un sitio donde dormir todas las noches. Caliente en invierno y frío en verano, ya que todas las celdas tienen aire acondicionado. Con comida gratis durante todo el día: desayuno, almuerzo, cena. Con la posibilidad de elegir entre tres menús diferentes. Televisión todas las tardes, la puedo ver tranquilamente en las zonas comunes. Billar, mesa de ping pong, mesilla para jugar a las cartas, a las damas y al ajedrez. Cine el sábado por la tarde. Proyectan siempre la película que los presos han elegido por mayoría. No hablamos de los amigos. Aquí sí que son amigos de verdad. Se acabó mi soledad. Aquí dentro somos todos amigos, porque estamos todos en el mismo barco y todos respetamos las reglas, de lo contrario, pagamos personalmente. Aquí dentro la amistad es una cosa seria. Duermo en una celda de 10 metros cuadrados con 2 literas. Somos cuatro. Un poco estrechos, pero no importa. Mantengo largas conversaciones con mi compañero hasta la noche bien tarde, ya que el día de después no hay nada que hacer. No tengo que ir a trabajar para ganarme el pan como hacen otros que ahí fuera deben sellar su tarjeta para no perder el puesto. No han entendido que la libertad no es un fin, es un medio. Y quien la cambia por un fin, cuando la obtiene, no sabe qué hacer. La libertad no está en el elegir, sino en el sustraerse a esa elección cuando se impone. Pero ellos ahí fuera creen ser libres, por el contrario son esclavos. Su libertad consiste en tener y no en ser. Pero no saben que quien está preparado a renunciar a la propia libertad para obtener algunas seguridades ilusorias no merece ni la libertad ni la seguridad. Es el destino que se encarga. Tienen miedo de la verdadera libertad, que es aquella de no hacer nada, como hago yo. La gente se ocupa y se preocupa cada instante de la vida con el trabajo, el gimnasio, los encuentros banales, las charlas inútiles y superficiales con el fin de volver a casa cansados, y tener una escusa para poder dormir y evitar pensar, pero, sobre todo, para evitar tener la sensación de estar solos. Están solos y no lo saben. Es verdad que lo que se piensa cada día puede no ser siempre importante, pero es enormemente importante aquello que cada día no se piensa. Pero la sociedad que nos rodea está fundada en el tácito presupuesto de que el hombre no piense. Una cabeza que no se ofrezca en cualquier situación, como un espacio vacío para rellenarse de cualquier modo, no tendrá vida fácil en el mundo. Duchas calientes tres veces a la semana. Revistas, también pornográficas, todos los días y libre acceso a la biblioteca. Cambio de ropa una vez a la semana. Gimnasio abierto todos los días y posibilidad de tener un entrenador personal. Entre los detenidos hay verdaderos atletas. Y para quien tiene ganas de trabajar, aparte de enseñarte un oficio, te dan un sueldo mensual con el que puedes comprar cigarros, y si tienes suerte, apostar. Yo no fumo ni apuesto. Nunca. Cuando he apostado por cosas importantes de la vida, como el amor, siempre he perdido. Ahora no tengo más ganas de apostar, ni tampoco de probar, ni de perder. No tengo más ganas de nada. Mejor ahorrar un poco de dinero, no se sabe nunca, quizá un día me puede entrar ganas de fumar. Si hay alguna cosa que he aprendido, amigo mío, al estar en la cárcel es que cuando pasa el día y uno se mete en la cama para dormir, sin miedo, sin dolor, sin preocupaciones, sin dudas, no importa si dicha cama se encuentra entre las cuatro paredes de una prisión o entre las paredes de un castillo. He aprendido finalmente que las alegrías del mundo son fugaces y que el verdadero bien está en la conciencia de cada uno de nosotros y no en los objetos exteriores que no dan la posibilidad de sentir en el profundo del alma la vida. Representan solo los medios para pasarla. No te lo creerás… Pero estando aquí, entre estas cuatro paredes hablando y escuchando a otros presos, sus historias y sus vidas, me he dado cuenta de que he entrado en contacto con hombres de verdad, hecho de carne y de hueso, libres de cualquier brillo exterior, sin máscaras, sin hipocresía, sin falsedad. Con sus sentimientos, emociones y sensaciones, con sus necesidades y sus contradicciones. Hombres que llevan dentro de sí la tristeza de haber generado violencia y dolor a otros hombres. El sentido de la consciencia. Y un hombre…, amigo mío, se hace hombre supera la oscuridad, cuando es consciente de lo que hace, de lo que dice y de lo que piensa. Pensar, decir, hacer. Una única cosa. De lo contrario, no existe, se mueve con el viento como una bandera. Hombres que dentro del centro penitenciario tienen que elaborar cada día su sufrimiento para seguir adelante. Amigo mío, créeme… En los pensamientos de cada hombre hay recuerdos que no revela a todos, quizá solo a los amigos. Hay otros que no revela ni siquiera a los amigos, quizá llega a encontrar el coraje de decirlos a sí mismo. Pero hay infinitos de estos recuerdos, que cada hombre conserva dentro de sí y tiene miedo de revelar incluso a sí mismo. Y se acumulan dentro de él como piedras miliarias. En este sitio se tiene que estar atento solo a una cosa, a no comportarse demasiado bien. Si te comportas muy bien, te acortan la pena por buena conducta y en vez de 20 años de prisión, te quitan 18, aunque hayas cometido el crimen más atroz y aterrador, te encuentres en mitad de la calle sin saber qué hacer y dónde ir. Porque la sociedad ha decidido darte un premio, olvidando lo que has hecho. El estúpido abogado de oficio que me han endosado ha conseguido demostrar los atenuantes a mi cargo y hacerme reducir la pena de 30 años a 5. Lo han creído todos porque ha dicho mentiras, y la mentira es mucho más creíble que la verdad, ya que la aceptan todos. Ha llegado a enternecer a los jueces con mi pasado. A veces el pasado es algo que no queremos olvidar, otras veces ese mismo pasado se transforma en algo por lo que haremos de todo para olvidarlo. En definitiva, el pasado es una pequeña parte de eternidad que llevamos dentro de nosotros, dividida por el presente y un periodo imaginario conocido como futuro. Y uno y otro se borran mutuamente. Pero quien le ha pedido a este intruso de abogado de cambiar mi futuro, mi destino. Haces un plan y las cosas van al contrario. Quieres alguna cosa y esta se aleja de ti. Buscas a alguien y no lo encuentras nunca. No te puedes fiar de la vida. Solo aquí dentro he entendido que si vivir significa escoger, eso no constituye la riqueza del hombre, pero sí la miseria. La libertad de elegir no representa su grandeza, pero sí su permanente drama. En efecto, ahora estoy aquí andando a tientas en la oscuridad, en una posición inestable entre la falsa libertad y el verdadero cautiverio, en la permanente indecisión, sin conseguir orientar mi vida y llegar a elegir intencionalmente un sentido u otro. En poco tiempo me echarán fuera de aquí. El tiempo no conoce treguas y pasa rápido. Tendré que enfrentarme de nuevo a la realidad de siempre, a esa realidad que he dejado detrás de mí desde hace tiempo. Y aunque he hecho de todo para alargar mi pena, he hecho demasiado poco para ellos. No me he comportado suficientemente mal y han decidido echarme fuera. Y entonces, amigo mío, he elaborado otra idea que quiero poner en práctica. Por lo demás, a ti te lo puedo contar porque pensar sin comunicar a nadie el propio pensamiento no tiene atractivo y no sirve para nada. Solo un hombre pobre no comunica sus pensamientos. Un hombre como yo, que rebosa de inteligencia los disemina y los pone en acto. Esta vez no me engañaré. Aquí dentro tengo una casa, amigos, un trabajo, como, duermo, aquí dentro tengo mi libertad, soy querido y respetado, soy un hombre libre. Pero allí fuera soy uno más entre tantos. Soy un ninguno. Para poder vivir, tengo que convertirme en un esclavo bajo las órdenes de otros esclavos. Así es la sociedad. Una sociedad que nos quiere ausente de cualquier pizca de individualidad, de personalidad y de carácter. Pasan la vida esperando un mañana distinto, un mañana que no vendrá nunca porque hacen las mismas cosas de siempre y de esas mismas cosas no podrá salir ningún resultado distinto. Acumulan dinero, casas, poder, prestigio, con el pensamiento de que algún día todas estas riquezas superficiales servirán para vivir mejor y dejan pasar el tiempo convencidos de que todo eso se transformará en una realidad. Pero la única verdad es su presente que pasa silencioso y se desliza sin que se den cuenta. No puedo aceptar lo que me rodea sin luchar. No me dejaré engañar por las pasiones, lo sueños, los deseos, por las ilusiones que han arruinado mi vida. Quiero ser un hombre concreto, un hombre práctico. He entendido cómo funcionan las cosas, cómo funciona la sociedad. Por eso, amigo mío, he tomado una decisión. Si cometes un crimen, hasta el más atroz, te excusan porque no interesas a ninguno. Para ser realmente libre debes cometer algo grande, verdaderamente grande. Algo de lo que los periódicos puedan hablar durante semanas, la televisión llene los espacios vacíos, y los políticos intervengan y se muestren para poder decir algo. La sociedad quiere que todos allí fuera queden con la boca abierta delante de la televisión, comiendo palomitas y bebiendo latas de Coca-Cola. Sin hablar, sin pensar, sin reflexionar, sin entender, como cuando dan un partido de fútbol que entusiasmado llaman derbi. Para poderse ir contentos a la cama y tener la sensación de estar al corriente de algo extraordinario y la ilusión de pertenecer a una gran familia. Quieren finalmente que alguno transforme lo ordinario, lo banal, el aburrimiento, la rutina de sus vidas en algo excepcional. Bien, amigo mío. En vez del policía…, he pensado al presidente. Pum…pum…pum…¿Qué me dices? Y el alma pregunta.