Se
encuentran inmersos en un estado de penosa inseguridad al vivir una relación
que se ha llenado de fracturas, algunas de las cuales, a primera vista,
irreparables.
Se
ven obligadas las partes a revisar sus costumbres, estilos de vida y modos de
ser, creando entre ellos estados de ánimo ansiosos, precarios e inestables.
Obligados a activarse lo antes posible para poder cambiar la situación presente
y reconquistar la armonía perdida, indispensable en la vida para ser felices.
Cualquier crisis amorosa, aunque haya sido una experiencia negativa, tiene
necesidad de su espacio para ser absorbida, entendida, y, quizá, superada.
Pero
la gente tiene miedo de sufrir y de no encontrar más la felicidad que tuvo en otro
tiempo. Y comienza desesperadamente a correr en una dirección u otra, sin
ninguna meta. Agarra con tenacidad la primera oportunidad que se le presenta
delante de los ojos, sin preguntarse si esa es la justa, pero, sobre todo, sin
detenerse un momento a pensar si eso es lo que buscaban.
A
veces, darse un tiempo necesario para entender, es una de las mejores
medicinas.
Por
esto, ninguno encuentra la solución verdadera y definitiva a la propia infelicidad
interior.
Tienen
demasiadas prisas.
No
asumir las consecuencias de las circunstancias o hacer de todo por evitar
desencuentros consigo mismos, inevitables, nos transporta a un sufrimiento
mayor.
Hablo
de ese sufrimiento que se diferencia de las apariencias, muchas veces llenas de
gozo y alegría, y que se instaura en lo más profundo de nuestro ser y no nos
abandona en ningún momento.
Pero
la gente tiene prisa por estar bien.
Y
como un avestruz, prefiere esconder la cabeza bajo la tierra, recorriendo con
todos los medios posibles una aparente ilusoria felicidad. Para no estar solo.
Para no pensar. Para no analizar objetivamente las circunstancias, se esconde y
rechaza el diálogo. Y al hacer así, escapando de aquella beneficiosa soledad,
no hacen otra cosa que entrar en la misma.
Es
el sentimiento que debe guiar la vida y no es la vida la que canaliza el
sentimiento.
De
lo contrario, el amor se transforma en algo mezquino y se convierte en la
conveniencia de la oportunidad.
Aunque
no existe voluntad humana que pueda perdurar y no venga triturada desde un
querer contrario al propio sentir.
Es
también cierto que las costumbres de la vida encadenan la existencia de una
relación amorosa de una forma definitiva y concreta. Haciendo que el sentir
espontáneo y natural pierda la libertad de expresarse y la relación se
transforme con el paso del tiempo en algo banal y repetitivo.
Cuando entre un hombre y una mujer la vida
se repite y no hay nada que haga palpitar el corazón y gozar el alma. Cuando
uno se rinde a la evidencia, creyendo que nada vale la pena y no se tiene más
dentro las ganas de luchar. Solo entonces comienza la verdadera soledad. Solo
entonces la nube de la tristeza nos seguirá a todas partes y transformará cada
instante de nuestro tiempo en un estado de ánimo ansioso y difícil de superar.
El paso tranquilo del tiempo no es
suficiente para consolidar una unión. La pasión no encuentra desahogo en la
vida tranquila, necesita de la emoción. Que no es otra cosa que aquel sentimiento
que nos hace sentir que existimos para alguien y que ese alguien existe para
nosotros.
También en nuestra lucha y en nuestro
desencuentro, también dentro de una crisis amorosa, si persiste el amor, nos
sentimos vivos, porque sabemos que luchamos por algo que existe, que está
presente, en cada momento de nuestra vida y, si se supera, no podrá más que
volver a unirnos.
Pero el mundo cambia y con el mundo,
desgraciadamente para peor, cambian las personas.
He leído hace pocos días en una revista que
yo defino demencial, pero, sin duda, de una gran tirada y lectura, un artículo
que me ha llamado la atención.
Aunque por mi modo de ser no compro nunca
este tipo de revistas, el título de la portada escrito con caracteres cubitales
aparecía y resaltaba como algo revolucionario entre los títulos de las otras
revistas expuestas en el quiosco de periódicos: “El divorcio, hazlo-tú”.
Compré la revista, me senté junto a la mesa
en un bar y delante de una taza de té comencé a leer con atención de qué se
trataba.
Bien… Esta absurda e inaceptable idea sobre
muchos aspectos, pero geniales bajo el perfil económico, suministraba delante
de la primera crisis matrimonial de una joven pareja apenas casada, un método
rápido y a primera vista sin dolor para volver atrás cuando se dan cuenta o
creen que están equivocados.
Aligerándolos de costes y de complicaciones, pero sobre todo de tiempo.
En efecto, son suficientes pocos minutos,
un ordenador y un poco de paciencia para finalizar para siempre un amor que se
creía eterno. ¡Eterno!
Para quien estuviera dotado de un grado de
imbecilidad más bien desarrollado, el proceso es simple y fácil.
Se trata de buscar en la web adecuada que
nos proporciona los motores de búsqueda, los formularios y módulos necesarios
para rellenar. Una vez rellenados con los propios datos biográficos, se envían
siempre vía
e-mail a la dirección
indicada.
Dicho y hecho… El amor, los sueños, las
ilusiones, las fantasías a las que se aspiraban, las palabras dichas y las
promesas hechas se olvidan en pocos minutos. Borradas, tiradas al cubo de la
basura con un simple “clic” con el dedo sobre el ratón del ordenador.
Sin salir de casa, hablar con el compañero
de las propias inquietudes, hacerse un examen de consciencia para poner en duda
las propias razones evaluando los errores cometidos, en un par de horas, o
quizá menos, tenemos la ilusión de liberarse de cualquier vínculo con la pareja
y nos sentimos libre y feliz.
Sin duda, libres burocráticamente al menos
en parte lo conseguimos, es una realidad que no podemos discutir, pero en modo
absoluto emocionadamente.
Este tipo de página web están diseñadas tan
bien que te venden la ilusión de rehacerse una vida lejana de cualquier
compromiso, y el sueño de poder ser de nuevo feliz. Listo para encontrar tu
príncipe o princesa soñada.
Dado que, hoy en el mundo, la existencia de
la inteligencia es sin duda inferior cualitativamente, cuantitativamente y
numéricamente a la imbecilidad, a primera vista la idea de poder corregir un
error y de volverse a estabilizar emocionalmente con un simple “clic” es muy
cómoda y atractiva.
Pero como todas las cosas muy fáciles y
simples, este tipo de páginas web contienen contradicciones y
contraindicaciones muy, pero que muy complicadas, que terminan por destruir
sentimental y moralmente a quien ha intentado escaparse de una realidad
personal difícil, es verdad, pero que de algún modo debería haber afrontado
antes de volver a sentirse libre.
De hecho, se sabe, que cuando el milagro es
grande, se necesita siempre tener desconfianza en el santo.
Si dejarse, es algo muy fácil, se pierde la
posibilidad de permanecer juntos y de confrontarse. Poner en discusión las
respectivas diferencias. De crecer y de conocerse en la relación que se vive
día a día. Afrontando las pequeñas y las grandes dificultades, inevitables para
cada uno de nosotros, que una relación amorosa conlleva. Siendo parte de la misma.
Si dejarse es algo fácil, ¿dónde residen
las bases de los valores que se han transmitido durante años?
¿Cuánto era importante aquel amor que habíamos
buscado con tanta persistencia si a la primera dificultad es suficiente un
simple “clic” para destruir todo aquello en lo que creíamos?
Es también cierto que, para muchos, estar
junto a alguien es solo un modo de introducirse en una sociedad que no acepta
las diferencias. Un modo de huir de la soledad, intercambiándose recíprocamente
una compañía banal.
Pero estas valoraciones, si hablamos de
amor, nos llevan por mal camino.
Para resolver los propios conflictos es
necesario dejar de acusarse recíprocamente. Dejar de defender las propias
razones con la espada en la mano. Es, por el contrario, oportuno reconocer la
propia culpa para superar juntos el obstáculo.
A veces, estar obligados por las
circunstancias a volver a mirar y a corregir ciertos comportamientos, puede
crear nuevos horizontes y hacernos descubrir una parte de nosotros mismos
desconocida…
A veces, las peleas y los enfrentamientos,
aunque hayan sido duros, nos recomponen y nos recrean. Dejan dentro de nosotros
una mayor comprensión y tolerancia. Nos hacen entender dónde nos hemos
equivocado, dándonos la posibilidad de volver atrás.
Se vuelve, como por magia, a encontrar una
renovada gana de deseo de estar juntos con la otra persona. Se descubren
sensaciones que pensábamos no probar más con esa persona. Y se llega a entender
el sentido profundo del amor. De amar y de ser amados.
Nunca he estado de acuerdo con la simple,
banal, superficial y consumística idea de que todo pueda ser fácilmente
sustituido. Sin ninguna posibilidad de ajustar, corregir, rectificar y saldar
de nuevo y con más fuerza el camino interrumpido entre dos personas.
Creo, por el contrario, partiendo del
concepto de lo que sea el amor, que no es una cuestión de cuerpo, sino de alma
y que no forma parte de la materia, sino del sentimiento del que está
compuesto; que quien ama, quien ama de verdad y no se las da de actor que
recita su parte, debe permanecer allí. Luchar hasta que existe una posibilidad
y no escapar a la primera adversidad, haciendo las maletas y cerrando la puerta
tras de sí, como un ladrón en la noche.
Como si los momentos de amor, vividos y
compartidos con el otro no valiesen nada.
Si al principio el amor que nació entre un
hombre y una mujer, tomó la inspiración y creció, de algo más que de la simple
atracción física, que cambia y se desvanece con el tiempo, dejando a las
personas que han invertido en ella, solas, desilusionadas y tristes, se tiene
la obligación de intentar recuperar esa mitad del alma perdida.
Pero también el amor, hoy en día, se ha
transformado en un bien de consumo y de interés. Algo que rellena los espacios
vacíos dejados por otros. Una conveniente sustitución a ese sentir
indispensable para amar.
Las relaciones son muy ligeras, muy
oportunistas, muy fáciles para poder penetrar dentro del alma y agarrarse como
las raíces de un árbol, en la profundidad del ser.
Los tiempos de depuración, de soledad por
la persona perdida, por ese amor destruido en el que creíamos, no son más
vistos como un análisis interior, pero sí como una pérdida de tiempo y de
oportunidad.
Si el amor pierde su valor, entonces, ¿qué
es lo que tiene más valor en la vida?
Me pregunto, ¿cuáles son las prioridades
más importantes cuando dicho sentir que nos hace latir el corazón no se tiene
en cuenta?
¿Cuándo ha sido que estos dos amantes han
dejado de amarse? ¿Qué los ha alejado?
¿Por qué dos cuerpos que se gustaron y dos
almas que se han escogido para estar juntas después de algunos años no se
reconocen y llegan incluso a detestarse?
¿Qué delitos cometieron por los que no
llegan a perdonarse?
¿Qué representa en la historia de un amor un
momento negativo sobre el peso de la balanza de la vida?
¿Por qué no consiguen hablarse ni
comunicarse entre ellos?
¿Por qué a la primera contradicción se
esconden detrás de barreras egoístas, prepotentes y presuntuosas sin querer
entender o escuchar las razones del otro?
¿Quizá porque esto sucede a todos no lo
debemos considerar grave? ¡No, al contrario! ¡No es grave… es gravísimo!
¡Gravísimo!
Es la pérdida de los valores que soportan
el mundo. Y cuando se pierden los valores, el mundo cae al suelo con todo su
contenido.
La mayor parte de las parejas se separan,
los matrimonios no funcionan y cada vez hay más gente sola.
La evidencia que ninguno puede negar, y que
se está haciendo siempre más difícil para todos conocer una persona que valga
la pena amar.
Muchos, por falta de tiempo, recurren a las
banales páginas donde rellenando los formularios y exponiendo cualquier foto,
que nos hace parecer más joven y guapos, nos venden la ilusión de encontrar al
amor verdadero.
Son sitios en los que todos mienten. Nadie
dice la verdad.
Y una vez que en la realidad encontramos la
persona con la que hemos chateado durante meses, nos quedamos desilusionados y
amargados por ser distinta a lo que esperábamos.
Por desgracia, el río que desemboca en el
mar muy rápido lleva tras de sí la tierra de la montaña y el color del barro.
Una relación de amor se construye día a
día, confrontándose y afrontando juntos los pequeños obstáculos.
Y las personas que buscan al príncipe azul
o a la princesa rosa, quedan siempre con un sabor amargo en la boca.
Siempre he pensado, y continúo haciéndolo,
que no existe peor soledad que la de estar junto a alguien que no se ama. Solo por
probar, por pasar el tiempo, por algo, que no sea amor.
Porque además de perder la dignidad
regalando el propio cuerpo, se pierde la cosa más importante de la que un ser
humano está dotado: la libertad.
Creo, por el contrario, que se debería en
un cierto sentido condenar el genio que con sus acciones, con objetivo
puramente económico, produce máquinas o mecanismos donde muchos seres humanos
débiles de carácter y vueltos imbéciles por la propaganda, para adecuarse a los
bienes consumísticos de una sociedad que los quiere así, deslumbrados por las
luces de las que no conocen la procedencia, no llegan a distinguir entre lo que
deben y no deben hacer y, en su infantil ingenuidad, destruyen uno de los
valores más importantes que debería ser transmitido: la capacidad de amar.
Y el alma pregunta.