martes, 16 de septiembre de 2014

la crisis amorosa

Una observación sin importancia

 
La crisis amorosa entre un hombre y una mujer lleva consigo dudas y miedos.

Se encuentran inmersos en un estado de penosa inseguridad al vivir una relación que se ha llenado de fracturas, algunas de las cuales, a primera vista, irreparables.

Se ven obligadas las partes a revisar sus costumbres, estilos de vida y modos de ser, creando entre ellos estados de ánimo ansiosos, precarios e inestables. Obligados a activarse lo antes posible para poder cambiar la situación presente y reconquistar la armonía perdida, indispensable en la vida para ser felices. Cualquier crisis amorosa, aunque haya sido una experiencia negativa, tiene necesidad de su espacio para ser absorbida, entendida, y, quizá, superada.

Pero la gente tiene miedo de sufrir y de no encontrar más la felicidad que tuvo en otro tiempo. Y comienza desesperadamente a correr en una dirección u otra, sin ninguna meta. Agarra con tenacidad la primera oportunidad que se le presenta delante de los ojos, sin preguntarse si esa es la justa, pero, sobre todo, sin detenerse un momento a pensar si eso es lo que buscaban.

A veces, darse un tiempo necesario para entender, es una de las mejores medicinas.

Por esto, ninguno encuentra la solución verdadera y definitiva a la propia infelicidad interior.

Tienen demasiadas prisas.

No asumir las consecuencias de las circunstancias o hacer de todo por evitar desencuentros consigo mismos, inevitables, nos transporta a un sufrimiento mayor.

Hablo de ese sufrimiento que se diferencia de las apariencias, muchas veces llenas de gozo y alegría, y que se instaura en lo más profundo de nuestro ser y no nos abandona en ningún momento.

Pero la gente tiene prisa por estar bien.

Y como un avestruz, prefiere esconder la cabeza bajo la tierra, recorriendo con todos los medios posibles una aparente ilusoria felicidad. Para no estar solo. Para no pensar. Para no analizar objetivamente las circunstancias, se esconde y rechaza el diálogo. Y al hacer así, escapando de aquella beneficiosa soledad, no hacen otra cosa que entrar en la misma.

Es el sentimiento que debe guiar la vida y no es la vida la que canaliza el sentimiento.

De lo contrario, el amor se transforma en algo mezquino y se convierte en la conveniencia de la oportunidad.

Aunque no existe voluntad humana que pueda perdurar y no venga triturada desde un querer contrario al propio sentir.

Es también cierto que las costumbres de la vida encadenan la existencia de una relación amorosa de una forma definitiva y concreta. Haciendo que el sentir espontáneo y natural pierda la libertad de expresarse y la relación se transforme con el paso del tiempo en algo banal y repetitivo.

Cuando entre un hombre y una mujer la vida se repite y no hay nada que haga palpitar el corazón y gozar el alma. Cuando uno se rinde a la evidencia, creyendo que nada vale la pena y no se tiene más dentro las ganas de luchar. Solo entonces comienza la verdadera soledad. Solo entonces la nube de la tristeza nos seguirá a todas partes y transformará cada instante de nuestro tiempo en un estado de ánimo ansioso y difícil de superar.

El paso tranquilo del tiempo no es suficiente para consolidar una unión. La pasión no encuentra desahogo en la vida tranquila, necesita de la emoción. Que no es otra cosa que aquel sentimiento que nos hace sentir que existimos para alguien y que ese alguien existe para nosotros.

También en nuestra lucha y en nuestro desencuentro, también dentro de una crisis amorosa, si persiste el amor, nos sentimos vivos, porque sabemos que luchamos por algo que existe, que está presente, en cada momento de nuestra vida y, si se supera, no podrá más que volver a unirnos.

Pero el mundo cambia y con el mundo, desgraciadamente para peor, cambian las personas.

 

He leído hace pocos días en una revista que yo defino demencial, pero, sin duda, de una gran tirada y lectura, un artículo que me ha llamado la atención.

Aunque por mi modo de ser no compro nunca este tipo de revistas, el título de la portada escrito con caracteres cubitales aparecía y resaltaba como algo revolucionario entre los títulos de las otras revistas expuestas en el quiosco de periódicos: “El divorcio, hazlo-tú”.

Compré la revista, me senté junto a la mesa en un bar y delante de una taza de té comencé a leer con atención de qué se trataba.

Bien… Esta absurda e inaceptable idea sobre muchos aspectos, pero geniales bajo el perfil económico, suministraba delante de la primera crisis matrimonial de una joven pareja apenas casada, un método rápido y a primera vista sin dolor para volver atrás cuando se dan cuenta o creen que están equivocados.  Aligerándolos de costes y de complicaciones, pero sobre todo de tiempo.

En efecto, son suficientes pocos minutos, un ordenador y un poco de paciencia para finalizar para siempre un amor que se creía eterno. ¡Eterno!

Para quien estuviera dotado de un grado de imbecilidad más bien desarrollado, el proceso es simple y fácil.

Se trata de buscar en la web adecuada que nos proporciona los motores de búsqueda, los formularios y módulos necesarios para rellenar. Una vez rellenados con los propios datos biográficos, se envían siempre vía

e-mail a la dirección indicada.

Dicho y hecho… El amor, los sueños, las ilusiones, las fantasías a las que se aspiraban, las palabras dichas y las promesas hechas se olvidan en pocos minutos. Borradas, tiradas al cubo de la basura con un simple “clic” con el dedo sobre el ratón del ordenador.

Sin salir de casa, hablar con el compañero de las propias inquietudes, hacerse un examen de consciencia para poner en duda las propias razones evaluando los errores cometidos, en un par de horas, o quizá menos, tenemos la ilusión de liberarse de cualquier vínculo con la pareja y nos sentimos libre y feliz.

Sin duda, libres burocráticamente al menos en parte lo conseguimos, es una realidad que no podemos discutir, pero en modo absoluto emocionadamente.

Este tipo de página web están diseñadas tan bien que te venden la ilusión de rehacerse una vida lejana de cualquier compromiso, y el sueño de poder ser de nuevo feliz. Listo para encontrar tu príncipe o princesa soñada.

Dado que, hoy en el mundo, la existencia de la inteligencia es sin duda inferior cualitativamente, cuantitativamente y numéricamente a la imbecilidad, a primera vista la idea de poder corregir un error y de volverse a estabilizar emocionalmente con un simple “clic” es muy cómoda y atractiva.

Pero como todas las cosas muy fáciles y simples, este tipo de páginas web contienen contradicciones y contraindicaciones muy, pero que muy complicadas, que terminan por destruir sentimental y moralmente a quien ha intentado escaparse de una realidad personal difícil, es verdad, pero que de algún modo debería haber afrontado antes de volver a sentirse libre.

De hecho, se sabe, que cuando el milagro es grande, se necesita siempre tener desconfianza en el santo.

Si dejarse, es algo muy fácil, se pierde la posibilidad de permanecer juntos y de confrontarse. Poner en discusión las respectivas diferencias. De crecer y de conocerse en la relación que se vive día a día. Afrontando las pequeñas y las grandes dificultades, inevitables para cada uno de nosotros, que una relación amorosa conlleva. Siendo  parte de la misma.

Si dejarse es algo fácil, ¿dónde residen las bases de los valores que se han transmitido durante años?

¿Cuánto era importante aquel amor que habíamos buscado con tanta persistencia si a la primera dificultad es suficiente un simple “clic” para destruir todo aquello en lo que creíamos?

Es también cierto que, para muchos, estar junto a alguien es solo un modo de introducirse en una sociedad que no acepta las diferencias. Un modo de huir de la soledad, intercambiándose recíprocamente una compañía banal.

Pero estas valoraciones, si hablamos de amor, nos llevan por mal camino.

Para resolver los propios conflictos es necesario dejar de acusarse recíprocamente. Dejar de defender las propias razones con la espada en la mano. Es, por el contrario, oportuno reconocer la propia culpa para superar juntos el obstáculo.

A veces, estar obligados por las circunstancias a volver a mirar y a corregir ciertos comportamientos, puede crear nuevos horizontes y hacernos descubrir una parte de nosotros mismos desconocida…

A veces, las peleas y los enfrentamientos, aunque hayan sido duros, nos recomponen y nos recrean. Dejan dentro de nosotros una mayor comprensión y tolerancia. Nos hacen entender dónde nos hemos equivocado, dándonos la posibilidad de volver atrás.

Se vuelve, como por magia, a encontrar una renovada gana de deseo de estar juntos con la otra persona. Se descubren sensaciones que pensábamos no probar más con esa persona. Y se llega a entender el sentido profundo del amor. De amar y de ser amados.

 

Nunca he estado de acuerdo con la simple, banal, superficial y consumística idea de que todo pueda ser fácilmente sustituido. Sin ninguna posibilidad de ajustar, corregir, rectificar y saldar de nuevo y con más fuerza el camino interrumpido entre dos personas.

Creo, por el contrario, partiendo del concepto de lo que sea el amor, que no es una cuestión de cuerpo, sino de alma y que no forma parte de la materia, sino del sentimiento del que está compuesto; que quien ama, quien ama de verdad y no se las da de actor que recita su parte, debe permanecer allí. Luchar hasta que existe una posibilidad y no escapar a la primera adversidad, haciendo las maletas y cerrando la puerta tras de sí, como un ladrón en la noche.

Como si los momentos de amor, vividos y compartidos con el otro no valiesen nada.

Si al principio el amor que nació entre un hombre y una mujer, tomó la inspiración y creció, de algo más que de la simple atracción física, que cambia y se desvanece con el tiempo, dejando a las personas que han invertido en ella, solas, desilusionadas y tristes, se tiene la obligación de intentar recuperar esa mitad del alma perdida.

Pero también el amor, hoy en día, se ha transformado en un bien de consumo y de interés. Algo que rellena los espacios vacíos dejados por otros. Una conveniente sustitución a ese sentir indispensable para amar.

Las relaciones son muy ligeras, muy oportunistas, muy fáciles para poder penetrar dentro del alma y agarrarse como las raíces de un árbol, en la profundidad del ser.

Los tiempos de depuración, de soledad por la persona perdida, por ese amor destruido en el que creíamos, no son más vistos como un análisis interior, pero sí como una pérdida de tiempo y de oportunidad.

Si el amor pierde su valor, entonces, ¿qué es lo que tiene más valor en la vida?

Me pregunto, ¿cuáles son las prioridades más importantes cuando dicho sentir que nos hace latir el corazón no se tiene en cuenta?

¿Cuándo ha sido que estos dos amantes han dejado de amarse? ¿Qué los ha alejado?

¿Por qué dos cuerpos que se gustaron y dos almas que se han escogido para estar juntas después de algunos años no se reconocen y llegan incluso a detestarse?

¿Qué delitos cometieron por los que no llegan a perdonarse?

¿Qué representa en la historia de un amor un momento negativo sobre el peso de la balanza de la vida?

¿Por qué no consiguen hablarse ni comunicarse entre ellos?

¿Por qué a la primera contradicción se esconden detrás de barreras egoístas, prepotentes y presuntuosas sin querer entender o escuchar las razones del otro?

¿Quizá porque esto sucede a todos no lo debemos considerar grave? ¡No, al contrario! ¡No es grave… es gravísimo! ¡Gravísimo!

Es la pérdida de los valores que soportan el mundo. Y cuando se pierden los valores, el mundo cae al suelo con todo su contenido.

La mayor parte de las parejas se separan, los matrimonios no funcionan y cada vez hay más gente sola.

La evidencia que ninguno puede negar, y que se está haciendo siempre más difícil para todos conocer una persona que valga la pena amar.

Muchos, por falta de tiempo, recurren a las banales páginas donde rellenando los formularios y exponiendo cualquier foto, que nos hace parecer más joven y guapos, nos venden la ilusión de encontrar al amor verdadero.

Son sitios en los que todos mienten. Nadie dice la verdad.

Y una vez que en la realidad encontramos la persona con la que hemos chateado durante meses, nos quedamos desilusionados y amargados por ser distinta a lo que esperábamos.

Por desgracia, el río que desemboca en el mar muy rápido lleva tras de sí la tierra de la montaña y el color del barro.

Una relación de amor se construye día a día, confrontándose y afrontando juntos los pequeños obstáculos.

Y las personas que buscan al príncipe azul o a la princesa rosa, quedan siempre con un sabor amargo en la boca.

 

Siempre he pensado, y continúo haciéndolo, que no existe peor soledad que la de estar junto a alguien que no se ama. Solo por probar, por pasar el tiempo, por algo, que no sea amor.

Porque además de perder la dignidad regalando el propio cuerpo, se pierde la cosa más importante de la que un ser humano está dotado: la libertad.

Creo, por el contrario, que se debería en un cierto sentido condenar el genio que con sus acciones, con objetivo puramente económico, produce máquinas o mecanismos donde muchos seres humanos débiles de carácter y vueltos imbéciles por la propaganda, para adecuarse a los bienes consumísticos de una sociedad que los quiere así, deslumbrados por las luces de las que no conocen la procedencia, no llegan a distinguir entre lo que deben y no deben hacer y, en su infantil ingenuidad, destruyen uno de los valores más importantes que debería ser transmitido: la capacidad de amar.

Y el alma pregunta.