Carta
a un desconocido
El
teléfono suena; la casa, por arreglar; el frigorífico, vacío. Las amigas
sentadas delante de ella escuchan lo que tiene que contar. Su versión de los
hechos.
Sus
palabras están cargadas de tristeza y de sufrimiento. Las manos le tiemblan y
las lágrimas le caen como grandes gotas de agua transformando sus ojos en
hornos de fuego.
Extendida
en el diván, observando el techo con los ojos exorbitados, rodeada de
pensamientos que no la dejan un instante, intenta de encontrar una pizca de
fuerza para explicarse cómo sucedieron las cosas.
Parece
la escena de una película. La representación de un guión ya escrito. Nada de
todo esto. Es solo uno de tantos días que desde hace tiempo se suceden uno
detrás del otro. Ella, como otras antes que ella, debe afrontar y aprender a
convivir con aquella desilusión que no ha podido evitar.
Saboreando
aquellos pocos momentos de felicidad como regalos caídos del cielo, sin nunca
apreciarlos suficiente, ya que se reducen a pocos instantes pasajeros.
Lo
único que le pasa por la cabeza es un pensamiento negativo que la lleva a creer
que lamentablemente en la vida ninguno puede evitar una desilusión en el amor.
Como
si amar fuera un error y por esto a veces se debe pagar un doloroso castigo.
Colmada
de ansiedad, decide escribir una carta a un hombre. A uno cualquiera. A un
desconocido. Un nombre elegido al azar de la guía telefónica.
Le
dirá todo. Cómo se siente, lo que piensa, lo que aún vive dentro de su corazón.
Tomará esta carta, la meterá en un sobre y se la enviará.
-La
puñalada —así empieza su carta— que he recibido no me ha matado. No me ha
dejado agonizante. No ha destruido mi orgullo ni aplastado mi dignidad. No…,
no, no creer. Esa puñalada ha destruido una parte importante de mi alma.
Ha
destruido aquella parte llena de amor con la que soñaba y creía desde lo más
profundo de mi corazón. Aquel amor inmenso que yo le daba a él. Mi él. Mi amor
más grande.
Pero
aquel hombre se ha ido sin mirar atrás. Si me hubiera solamente traicionado…,
traicionado con otra mujer, seguramente, por todo el amor que tenía para él lo
habría perdonado. Pero el hombre de quien te hablo lo ha hecho mucho peor. Me
ha mentido con esa viscosa mezquindad que forma parte de ciertos hombres.
Dejándome delante de aquella inevitable realidad que ya no podía cambiar.
Inmersa en la tristeza, en la amargura y en la desilusión de haber amado a un
hombre que no lo merecía.
Para
seguir leyendo este relato, dale a este.
e
se te gusta, compártelo con tus amigos en Facebook.
Un
saludo