miércoles, 30 de octubre de 2013

Montenegro ( Un Hecho erotico)

Septiembre 2013 Esta historia ha ocurrido realmente en términos un poco difíciles de contar. Por esta razón, he decidido añadirle algo para que pueda parecerse a un cuento. Pero la parte principal ha sido vivida por mí en las formas, en los lugares y con las personas que aquí describo. Me esperaba sentada en un bar de la calle Vergara, tomando un café con una amiga que trabajaba con ella. Después de 10 minutos, la amiga se levantó y nos dejó solos. La noche anterior le envié un mensaje a su móvil para proponerle tomar un café. No podía deshacerme de la necesidad continua de descifrar mis sentimientos. Quería saber el efecto que me haría verla de nuevo. Si todavía los sentimientos que sentía hacia ella eran ciertos. Si todavía quería vivir esos momentos de verdadero placer y de deseo que me hacían brillar el alma y latir el corazón sólo con verla. He amado a esa mujer más de lo que ella podía imaginar y me hubiera apasionado amarla mucho más si me hubiese dado la posibilidad. Pero no quiso. Cuando me vio, ni siquiera me pregunto cómo estaba, cómo me sentía, lo que había hecho en ese tiempo. No dijo ni siquiera una palabra que tuviera un poco de peso. Su única preocupación fue la de informarme con media sonrisa, que iba a acompañar a su amiga a comprar algo de ropa nueva. Su cara no tenia luz, estaba invadida por el vacío y la tristeza. Sus ojos estaban privados de la alegría que la hacía diferente a las otras mujeres. Y aquel cuerpo que yo tanto había amado me era indiferente. Había cambiado. No era ya emocionante y estimulante antes mis ojos. Escondido detrás de aquel vestido negro de poco coste, que destacaba sus formas, ya no tenía la sensualidad y la feminidad de una vez. Su belleza había desaparecido. Frente a ella, mis pensamientos perdían rápidamente cuerpo y consistencia y se deshacían convirtiéndose en algo ya visto. No la deseaba más como alguien que se ha perdido y deja rastros dentro de nosotros, sino como a alguien que ha pasado rápidamente por nuestras vidas sin dejar huellas. Ni siquiera tuvo la dignidad de decirme que estaba saliendo con otro hombre. Un extranjero. Que se veían y estaban juntos desde hacia algún tiempo. Aunque ella no estaba enamorada. Se notaba por sus ojos que no brillaban. Tal vez estaba con él, porque formaba parte de su grupo de amigos, porque le convenía, por miedo a estar sola, o para olvidarme. Pero la unión que viene del miedo a la soledad, y va adelante por la convicción de la voluntad, es triste, es carente de pasión, y su existencia se transforma con el tiempo en monótonos momentos ya repetidos. Si me hubiera dicho la verdad no hubiera cambiado nada, pero al menos me hubiera quedado con una recuerdo más hermoso, más leal, más digno de nuestra historia. Con un recuerdo más digno de ella. Mentir es ir en contra de la propia conciencia y contribuir a entristecer la propia alma. Era una mujer pequeña. Y mentía para esconderse y huir como lo hacen los seres pequeños. No puedo decir que me sentía ofendido en mi inteligencia, sino simplemente que estaba sorprendido por la pena de aquella estupidez sin límites, la de decir esas mentiras. Yo sabía muy bien que ella por sí sola no era capaz de hacer nada y aterrorizada por el paso del tiempo tenia constantemente la necesidad de tener una figura masculina a su lado. Pero cuando una mujer por miedo a la soledad, cae en la trampa de la facilidad y se hace accesible, pierde la capacidad de crear una relación cómplice con un hombre. Es fácil confundir el sentir con la compañía, el amor con la amistad, el deseo con la novedad, la comodidad con la oportunidad. Desde que dejamos nuestra relación, su objetivo había sido destruir para olvidar, para encontrar una alternativa lo más rápido posible, sin pararse un momento a reflexionar, para pensar, para hablar y tratar de reconstruir. Había roto los lazos invisibles que unen dos almas gemelas y las atan de una manera que puedan disfrutar de la misma alegría y sufrir del mismo dolor. Pero ella, era demasiado superficial; superficial como la gente que la rodeaba, para comprender las sutilezas del amor. Esta actitud, me producía un inmenso cansancio y no hacía más que alejarme de ella. Había desaparecido dentro de mí el recuerdo de aquella silenciosa y dulce nostalgia, que vivía dentro de mi corazón, y en lo más profundo de mi alma para esa mujer. De ese amor, que hubiera mantenido y querido por toda mi vida. Me di cuenta de que, no había nada que ella pudiera hacer para que yo volviera a experimentar esos sentimientos que una vez sentí y viví con tanta pasión. Cuando se fue me quedé mirándola por detrás unos momentos Tuve la triste sensación de haber perdido el tiempo. Me di cuenta de que el océano que vi cuando la conocí la primera vez, había sido sólo un producto de mi imaginación y de mi ilusión. Pero la realidad era diferente. Delante de mí tenía una mujer sin peso, sin espesor, sin profundidad. Yo en una mujer no amo simplemente lo que es en sí misma, sino, la capacidad que tiene de amar, de sentir, de donar ciertos sentimientos. El coraje que tiene de vivir y luchar con sinceridad a lado de un hombre. Pero sobre todo amo la verdad, la lealtad y la honestidad. Sólo así, se puede crear una alianza que dura toda la vida, o quedarse con un buen recuerdo de ella, si este amor es imposible. Esa misma noche fui a cenar a un restaurante recién abierto en el Barrio Gótico. Quería ir con ella, para hablar, para aclararnos, para reconquistarnos de nuevo uno al otro. Pero estaba solo. Sólo conmigo mismo. Decidí entonces celebrar mi libertad y brindar por un futuro diferente. Había sido invitado por mi amigo Filip a ir cinco días a Montenegro, para una celebración especial que tenia lugar en Budva . Un amigo suyo, después de siete largos años de renovación abría las puertas de su castillo, dando una fiesta memorable con más de 500 invitados que venían de todos los rincones de Serbia y Croacia. Había gente del más alto nivel. Televisión, periódicos, la radio. Todos se habrían hecho eco y habrían hablado de ese acontecimiento. Fue en ese preciso momento en que decidí enviar un mensaje desde mi móvil a Onijko en París. Hacia casi un mes que no sabia de ella. No había respondido a sus llamadas telefónicas. Me había negado a verla y salir con ella. Mientras que Mónica vivía dentro de mí no quería mezclar los sentimientos. No podía traicionar lo que sentía mi alma. Pero después de aquel café tan amargo, todo era diferente, todo había cambiado dentro de mí. Después de aproximadamente una hora, me contesto un poco sorprendida de mi mensaje. -Hola hermoso italiano, pensé que me había olvidado. ¿Cómo estás? -me di cuenta por el tono de su voz que estaba triste-. - Tengo una propuesta qué hacerte y no acepto un “no” por respuesta. El día 21 de este mes me voy a Montenegro y me quedo hasta el 25. Me ha invitado un amigo, a una fiesta en un castillo. ¿Quieres venir conmigo? - ¿Un castillo? -contesto sorprendida- ¿Bromeas o hablas en serio? - Vaaa Onijko ... Sabes que no estoy bromeando . Sí, en un castillo. ¿Vienes? Salí desde Barcelona el sábado por la mañana a las 7:30 vuelo directo a Dubrovnik. Desde allí tome el bus el bus que me llevó en dos horas a Budva. Tenía una cita con Onijko a las tres de la tarde. Ella llegó desde París 2 horas antes. La vi sentada en una mesa en la plaza principal de Dubrovnik frente a una taza de café. Bronceadísima, con el cabello recogido, oculta tras unas gafas negras. Llevaba una vestidito de punto fino, que resaltaba su cuerpo, y bailarinas de seda negra. Era más hermosa y sensual de lo que recordaba. Para quedarse sin aliento al mirarla. -Hola italiano ¿cómo estás? -me saludó con una sonrisa). -Hola, Onijko, estoy bien... muy bien. -¿Por qué me has llamado después de tanto tiempo? ¿No tenías ninguna amante que te acompañase? -Detrás de su voz se escondía una cierta emoción. - Yo no tengo amantes -le dije serio-. La mujer a la que amaba ya no existe más. Se ha quedado sólo en un borroso recuerdo. Ahora soy libre y estoy disponible -dije con una sonrisa. - ¿Y me llamas porque quieres que yo ocupe un lugar en tu vida? o, ¿simplemente porque no tienes nada mejor que hacer? Quería desdramatizar el tono de la conversación. - Te he llamado porque quiero hacer el amor contigo, y darte algunos buenos golpes en ese culo duro y redondo. Se levantó, me apretó vigorosamente hacia ella, y me dio un beso lleno de pasión, que llamó la atención de algunos clientes en el bar. En dos horas llegamos a Budva . Un pueblo de piedra asomado al mar. Había reservado un hotel encantador para celebrar nuestro encuentro. Un 5 estrellas de lujo, no muy lejos del centro histórico, ubicado frente a la playa con todas las habitaciones con vistas al mar. El Avala Resort Hotel. Estaba equipado con una sauna, solarium, spa, casino, dos piscinas y una gran piscina jacuzzi con vistas al mar. En la recepción nos recibieron con sonrisas, y las chicas, casi todas rubias, competían entre ellas felicitándose con Onijko por su belleza. Había reservado para la ocasión una Suite Executive. La habitación era preciosa. Tirados en el sofá se podía ver el mar abierto. Y una gran ventana iluminaba la habitación dejando entrar durante el día los rayos del sol y por la noche la luz de la luna. La cama, enorme y dura, se podía cambiar a nuestro propio ritmo con un movimiento hidráulico. El cuarto de baño estaba oculto por un vidrio transparente, y las luces suaves salían de las pequeñas grietas del suelo y de las paredes. Pasamos los dos primeros días, perdiéndonos entre las estrechas calles del pueblo totalmente restaurado. La piedra gris con la que fue construido, le daba una imagen austera llena de misterio. Y por la noche, iluminado por las farolas de hierro forjado, transportaba atrás en el tiempo. Íbamos a cenar a pequeños restaurantes, a lado del mar, a la luz de las velas, con música serbia de fondo. Melancólica pero penetrante. Siempre, una o dos botellas de vino para volver al hotel medio borrachos, y hacer el amor hasta altas horas de la noche. El día de la fiesta, Onijko me dio una sorpresa que no me esperaba. Salió de la ducha con una toalla atada alrededor de su cuerpo; todavía un poco húmeda, abrió la maleta, y me dijo, sonriendo: - ¡Mira lo que traje para ti! -Sus ojos brillaban de felicidad; sacó el vestido de Chanel que le había regalado en París. - Ya sabes... No me lo he vuelto a poner desde entonces. – Había algo de tristeza en sus palabras-. Había pensado en volver a usarlo sólo para un evento especial. Bueno... -Dijo sonriendo- la verdad es que me había prometido a mí misma ponérmelo solo si volvería a verte. Me acerqué a ella y le di un beso abrazándola con fuerza. Se lo puso sin sostén. La tela de seda fina se adaptó a su cuerpo como un guante. Era de una belleza y sensualidad fuera de lo común. De quitar la respiración Nos encontramos con Filip y su novia en la plaza central de Budva, frente a la iglesia. A partir de ahí, los momentos que siguieron nunca dejaron de sorprenderme. Un autobús disponible para los huéspedes vino a recogernos y nos llevó a la fiesta de la que todos hablaban. Sentada a mi lado Onijko olía a vainilla. Con la cabeza apoyada en mi hombro, me miraba regalándome a veces una media sonrisa. Estaba feliz de estar allí con ella. Después de unos 20 minutos llegamos al castillo que dominaba la colina. La categoría de los coches aparcados frente a la entrada, nos hacía entender de inmediato qué tipo de personas habríamos encontrado. Ferrari, Mercedes, Jaguar último tipo, eran los que más abundaban. El castillo era uno de los símbolos de Budva . Construido sobre una roca de piedra caliza en la parte superior de una colina, desde una altura de 960 metros dominaba todo el paisaje de los alrededores. Más allá de la gran puerta de madera y hierro, nos dio la bienvenida un gran salón iluminado por decenas de antorchas adosadas a los muros. En el centro un gran candelabro de bronce, que descendía desde el techo en forma de corona, con cientos de velas encendidas iluminaba el gran salón. Los suelos del castillo eran de mosaico y las paredes llenas de pinturas en marcos dorados. Desde las grandes ventanas caían cortinas de seda color vino. Las pequeñas aberturas en las paredes, daban acceso a los corredores y pasadizos secretos, que nos llevaban misteriosamente a rincones inaccesibles del castillo. Los subterráneos estaban perfectamente restaurados, todavía divididos en celdas de tortura donde un tiempo venían torturados los invitados que no eran bienvenidos. Onijko me seguía agarrando mi mano, entusiasmada y curiosa. Caminaba detrás de mí con habilidad y desenvoltura entre las piedras sueltas, con sus zapatos de tacón alto. Después nos sentamos en una grande mesa en una sala de estilo renacentista. Las luces de las velas daban un aire misterioso al todo. Los mayordomos, con librea blanca nos traían los platos en bandejas de plata. Me había dado cuenta de que un par de amigas, miraban constantemente a Onijko . Sus ojos estaban fijos en ella, como si yo no existiera. Una situación que me dejó perplejo, pero no le di demasiada importancia. También porque Onijko bronceada como estaba, con aquellos rasgos orientales, en ese vestido de Chanel, parecía salida de una revista de moda y atraía las mirada de todos los huéspedes. Después de cenar nos sentamos en un gran sofá con una botella de champán. Las dos chicas vinieron a sentarse junto a nosotros. Rivka era más delgada y masculina en la manera de ser. Helena más bien formada y sensual, parecía más dulce. Ambas venían de Moscú. Para mi sorpresa, hablaban español. Habían vivido durante dos años en Madrid, trabajando como modelos para la revista Vogue España. No apartaban los ojos de Onijko Era la primera vez que nos veíamos y, sin embargo, entramos inmediatamente en confianza, como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo. Después de un rato de estar allí un rato, me levanté para ir a buscar otra botella de champán. Una de ellas, Rivka, se puso de pie y me acompañó. La otra Helena, se quedó sentada hablando con Onijko . Al alejarse un poco, se me acercó y me dijo. - Tu novia es hermosísima. Una cereza difícil de encontrar. Entendí inmediatamente el sentido de su afirmación, y le seguí el juego. - ¿Te gustan las cerezas? -Le respondí con un tono malicioso-. - Mi amiga y yo, adoramos las cerezas -me dijo como si estuviera esperando algo-. - ¿Y te gustaría comer mi cereza, verdad? -Comer aquella cereza nos gustaría a las dos. Entendí por dónde iba, y lo que me estaba proponiendo. - Mira que no le gustan las mujeres. Tendrías que saber conquistarla. ¿Eres capaz? -Le dije, intrigado por la respuesta-. - Déjala en nuestras manos y no te arrepentirás. -Me contesto sin vacilar- - ¿Sois buenas? Quiero que le guste... que sientas placer... que sea feliz con su primera experiencia. - Mira -dijo con un tono de voz como para aclarar las cosas- a mí y a mi amiga nos gustan sólo las mujeres. Vamos a proporcionarle un placer que no te puedes ni imaginar. Confía en mí. - ¡Está bien! Acepto el juego. Pero... con una condición, de lo contrario no me interesa. - ¿Qué condición? -me contestó con curiosidad- - Quiero ver todo el espectáculo de principio hasta el final. Contesto sin vacilar. - Puedo aceptar esta condición si tú aceptas la mía. No debes entrar entre nosotras. No tienes que tomar ninguna iniciativa y no tienes que abrir la boca. Debes permanecer en silencio y observar. Acepté intrigado y emocionado por la propuesta. Pero… no me podía imaginar lo que iba a pasar. A las dos en punto de la noche salimos medios borrachos del castillo. Tomamos un taxi hasta llegar al apartamento de Helena para celebrar el final de la noche. Una buena botella de vodka ruso nos esperaba. El apartamento tenía una decoración de estilo minimalista. Un gran ventanal desde donde se podía ver el mar iluminaba la habitación creando una atmósfera de misterio. La división de los cuartos había sido diseñada de una manera inusual. Cortinas de seda blanca, bajaban desde el techo y sustituyan las paredes. Un grande sofá, con tres o cuatro sillones alrededor, dominaba la sala principal. Helena apagó las luces, encendió unas velas, puso un poco de música suave y un perfume con olor a Pachulí. Se sentaron las tres en el sofá con Onijko en el centro. Yo me quede de pie junto a la ventana, casi oculto por una cortina observando la escena Mi corazón latía con fuerza de la emoción y el sudor corría por mi cuerpo. Me sudaban las manos por la tensión. La luz de la luna reflejada en el mar entraba por el ventanal que iluminaba toda la escena La noche era cálida y tranquila y no circulaba mucha aire en la habitación .Onijko estaba visiblemente borracha y se reía divertida haciendo caso omiso de lo que iba a suceder. Las dos chicas rápidamente se quitaron el vestido y se quedaron en tanga dejando descubiertos sus cuerpos atléticos y fibrados. Después se acercaros a Onijko, y casi forzándola un poco le quita el vestido. Advertí por su parte una cierta resistencia, muy leve, visto que todo se parece a un juego. - ¿Qué estáis haciendo? -les dijo con sorpresa-. - Venga déjate hacer… -contestó Helena- Hace calor y estamos más cómodos sin ropa. - Puedo hacerlo yo misma, gracias. - No-le respondió Rivka -con un tono de voz seco y autoritario- lo hacemos nosotras. A pesar de la reacción un poco brusca, se dejó llevar. Como en un juego, Helena, propuso usar máscaras para que fuese más divertido el momento. Me di cuenta de que la máscara que le dieron a Onijko tenía las grietas de los ojos tapados. Comenzaron a tocarse, a buscarse, a abrazarse unas a otras, tratando de reconocerse entre sí. Cuerpos que se movían con sensualidad. El olor sudado y seductor de la piel comenzó a sentirse. Onijko tenías un pecho que era un espectáculo. Una 90 abundante, firme, a pesar del tamaño. Mirándola me hacia pensar en el pecho de una chica de 20 años... Se creó una atmósfera emocionante e incluso Onijko parecía excitada por la situación. Sus movimientos eran irregulares y un poco distraído, parecían que sólo servían para calentar su cuerpo ya sudado. Helena con un gesto rápido, casi por sorpresa, trató de deslizar una mano dentro del tanga de Onijko , intentando de tocarla entre las piernas. Pero fue rechazada inmediatamente con fuerza y firmeza, de manera que, por un momento creí que todo estaba por acabarse. - ¿Qué estás haciendo? -le dice Onijko apartándose con el cuerpo y quitándose la máscara-. No me gusta este juego. Ni se te ocurra nunca mas hacer un gesto así o me voy. - Lo siento -respondió Helena en voz baja- Estaba bromeando no te enojes. -Que quede claro que no me gustan las mujeres, y no quiero que este juego vaya mas allá. Intercambié una mirada con las chicas, y le hice una señal con la cabeza de entrar en acción. Tal vez ha llegó el momento de forzar la situación. Me acerqué y me senté tranquilamente en el sillón frente a ellas. Estaba emocionado y excitado. La invitaron tirándole suavemente de los brazos, a sentarse en la cama para hacerle un masaje tántrico en la espalda. Onijko no parecía muy convencida, pero sucumbió a la presión y el deseo de las dos chicas. Tal vez la cantidad de Vodka bebida empezó a hacer su efecto. Se sentó en el borde de la cama como ellas le indicaron. Rivka se encontraba detrás de ella, Helena se arrodilló delante apoyando las manos sobre las piernas de Onijko, quien parecía estar un poco incómoda. Las fuertes manos de Rivka comenzaron a masajear sus hombros, para luego recorrer su cuerpo y volver de nuevo a la espalda. Se le acercó con el cuerpo, empujando hacia adelante, apoyando sus pechos su los hombros de Onijko . Estirándose un poco más sobre ella, comenzó a tocar su vientre, bajó dulcemente por el costado, y subió hasta tocar sus pechos. Sus manos tienen la posesión de los pechos de Onijko que parecía darse cuenta de que algo iba a suceder. - ¿Qué estás haciendo? ¡No quiero! Protesta con vigor, pero no se rebelaba. Helena era consciente de la situación, y comenzó rápidamente a acariciarle el interior del muslo pasando sus manos sobre el tanga. La respiración de Onijko se volvió más irregular. A veces suspirabas; otras gemía. Las manos de Helena empezaron a tocarla con más energía. Rivka le agarraba con fuerza los pechos y la tiraba hacia sí quedándose debajo de ella. Cruzó las piernas en la parte delantera del cuerpo de Onijko como una pinza, evitando que pudiera levantarse. Le bloquearon los brazos y la tiraron fuertemente hacia ellas. Ahora Onijko no podía moverse. Sólo entonces se dio cuenta de la situación y gritó. Pero ya era demasiado tarde. - ¡Que estáis haciendo! ¡Ya he dicho que no! ¡Basta ya! ¡Quiero irme! ¡Dejadme! ¡Dejadme! ¡No quiero esto! ¡No me gusta! ¡Dejadme! ¡Ayuda! ¡Ayuda! Pero Rivka es fuerte y la inmovilizó. Sus manos delgadas le agarraron el pecho y empezaron a apretarlo acercándolo. Lo que hizo que sus pezones se pusieran más duros y se hicieran más evidentes. Un grito de dolor salió ronco de la boca de Onijko. En ese momento, Helena se arrodilló delante de ella y le quitó con fuerza el tanga dejándola desnuda. Onijko trató de cerrar las piernas para evitar que penetrase con la mano, pero una bofetada en la cara hizo que aflojara su resistencia. Si bien la bofetada no fue violenta, me cogió por sorpresa. Por un momento estuve dudando si intervenir. No hice nada. Me quede inmóvil observando la escena. Onijko se mantenía en equilibrio entre el borde del dolor y del placer. Difícil donde estaba el límite. Helena entonces le abrió con fuerza las piernas y comenzó a tocar su coño. Le metió dos dedos que comenzó a mover con energía subiéndolos hacia arriba, o torciendo y empujándolos más a fondo. Onijko trató de mover el cuerpo, de defenderse, pero era demasiado tarde para escapar. Era difícil presenciar sin hacer nada, aquella apasionada sensualidad de cuerpos que se tocaban, se besaban, que iban buscándose. Los gemidos y los gritos ahogados de Onijko me excitaban. No sabría como describir las sensaciones que iban creciendo dentro de mí. Ver a la propia mujer violada por dos desconocidas, y presenciarlo con la complicidad de un espectador, me hacia debatirme entre los celos y la excitación. Su respiración se volvió más profunda, más fuerte, cada vez más acelerada, bajo el ritmo de la mano que se movía cada vez más rápido y con gran maestría. Su cuerpo se inundó en un placer desconocido. Helena se estiró un poco, y siempre moviendo los dedos en su interior, se extendió sobre su cuerpo y comenzó a chuparle los grandes pezones duros y negros. A veces mordiéndolos otra lamiéndolos. Onijko se rebelaba, trataba de salir de esa situación. Pero no era tan fácil. Estiraba las piernas, las alargaba tratando de encontrar un punto de apoyo para levantarse, una manera de salir. Se dio cuenta que estaban abusando de su cuerpo. Contra su voluntad. La estaban violando. Se movía frenética en la cama, pronunciando frases incoherentes. Se mordía los labios, aprieta los puños, pero los movimientos de los dedos de Helena eran cada vez más intensos, más penetrantes, tenían el dominio de su cuerpo, y la capacidad de procurarle placer. Rivka por detrás le agarraba con fuerza el cabello tirándolo hacia ella y le lamía el cuello con su lengua. Onijko lanzó un grito. Como para negarse a sentir placer. Pero vi que ya no podía resistir. El dolor se mezclaba con el placer, y unos momentos después, tuvo un orgasmo fuerte y prolongado. Un placer que se posesionaba de todo su ser. Helena sacó los dedos de su vagina, se arrodilló de nuevo frente a ella, y se hundió con el rostro entre sus muslos. Violentamente, comienza a lamer los labios de su coño. Empujando su lengua dentro hasta el final, como si se tratara de un miembro masculino. A continuación, comenzó a chupar su clítoris, chupándolo como si fuera una ventosa. Lo chupaba con avidez. Sentía su aliento lento y prolongado. Onijko comenzó a gemir, a suspirar, comenzó a sentir un inmenso placer. Lapsus donde estaba celoso por el placer que ella sentía. ¿Le gustaba más que cuando hacía el amor conmigo? ¿Aquellas dos chicas sabían chuparla y lamerla mejor que cuando se lo hacía yo? ¿Se dejaba llevar para acrecentar nuestra complicidad, o porque, estaba invadida por un deseo irresistible? Sabía que su resistencia estaba desapareciendo y que su cuerpo ya no se resistía. El placer de la carne era superior al querer del celebro. Percibí una caída en su voz, y me dí cuenta de que una vez más se encontraba cerca de otro orgasmo. Otro grito de placer, rompió el silencio de la noche. Luego, como si despertara de un sueño, suplica otra vez a las chicas que la dejen libre. - No... No... No... ¡Dejadme! ¡Dejadme! ¡No quiero! ! Por favor, por favor, déjame ir! - Ahora el tono de su voz perdió fuerza, era más suplicante- ¡Me estáis haciendo daño! ¡No quiero! - ¡Cállate! ¡Cállate! ¿Quieres callarte? -le gritó Rivka- - ¡Suéltame! Estáis exagerando. ¡Suéltame! ¡Suéltame o me pongo a gritar! Le gusta...le gustaba ser violada. Hizo de nuevo un movimiento brusco del cuerpo y trató de deshacerse, cruzando las piernas como para levantarse, pero otra bofetada de Helena en la cara la hizo rendirse. Rivka la tenia cogida con fuerza y con un gesto brusco la acercó aun más a ella. Helena de rodillas delante de ella le abrió con fuerza las piernas y se introdujo en el medio con el cuerpo, por lo que ya no podías cerrarlas. Ahora podía chupar el clítoris, sin ningún tipo de resistencia por parte de Onijko . Su duro clítoris parecía como otra lengua, responder a aquel juego de pasiones. Onijko tuvo un estremecimiento. Empujó la pelvis hacia adelante, Helena siguió lamiéndola sin parar, deseosa de darle placer. Lo chupó, lo mordió, movió rápida y penetrante la lengua en el coño completamente mojado. El cuerpo de Onijko parecía inundado de descargas eléctricas que precedían de nuevo un orgasmo. Se movía frenéticamente, pronunciando palabras desconectadas. Su respiración se volvió más y más irregulare. Su continuo gemidos me hicieron entender que esta muy cerca de tocar el cielo. Helena intensificó el movimiento de la lengua, y Onijko no resistió más. Arqueó el cuerpo, abrió la boca, dejó salir la lengua que mojaba sus labios con un movimiento circular, apretó los puños agarrando las sábanas. Ya no quiere aguantar y se dejó llevar por un orgasmo fortísimo. Gritó todo su placer rompiendo el largo silencio de la noche. Su cuerpo ya no tenía ningún secreto para las dos chicas. Estaban cada vez más ardientes y ávidas de deseo. Rivka aflojó un poco el agarre, y aprietó sus pechos acercándolos Los pezones de Onijko estaban duros y erectos. Sus piernas ya no podían detenerse. Las subía y las bajaba sin control. Cuando Helena empezó a darle algunos golpes fuertes con la palma de la mano en el coño todo mojado, Onijko se agarró enérgicamente a las sabanas intentando liberarse por última vez. - ¡Basta ya! -Le gritó Rivka- o te queda quieta o te haré daño. Y le agarró con fuerza el pelo. -Si te mueves te los arranco. Entendí por los gemidos no propios de placer que estaba en curso una especie de lucha, pero al final he comprendí que también a Onijko le gustaba. En cierto momento Helena se levantó y sacó de la mesita de noche al lado de la cama dos cordones de seda negra; le ató las manos que sostenía con firmeza. Con la ayuda de Rivka le dieron la vuelta, la pusieron boca abajo y levantándole el culo comenzaron a lamerle el orificio. Rivka la golpeaba fuerte en las nalgas hasta hacerla gritar. Le ataron los pies a los extremo de la cama. Onijko empezó de nuevo a implorarles: - No... No... !!Por favor dejadme!! ¡No quiero! ¡Suéltame! dejadme! Onijko siguió negándose a colaborar. Trató de nuevo de escapar pero la fuerza de Rivka le impidió cualquier movimiento. Con fuerza le ataran las piernas formando así una “X”. Tendida en la cama, atada por los cuatro lados, con las piernas y los brazos abiertos no podía hacer nada. En aquel momento, los movimientos de negación se bloquearon: y se dejó llevar, rendida antes la evidencia. Se entregó por completo. Entendió que ahora se veía obligada a persistir en el juego a ceder a sus voluntades y permanece allí para ser lamida, besada, tocada como un objeto. Un objeto sexual en sus manos. Las dos chicas se dieron cuenta de su rendición y empezaron a besarla suavemente con pasión, cruzando aquella delgada línea entre el dolor y el placer. Después de abusar de su cuerpo durante media hora, se alejaron, dejándola sola, atada a la cama con los ojos vendados por casi 10 minutos. Nadie sabía lo que iba a suceder. Rivka abrió un cajón y coge una fusta de la piel con un lazo en la parte inferior. Como las que utilizan los jinetes. Una especie de látigo. Onijko no podía moverse. Helena se acercó, se tumbó detrás ella, entre sus piernas, le abrió las nalgas del culo, sujetándola con las manos y empezó a lamer el orificio. Mientras Rivka situada en frente de ella, comenzó a golpearle el culo con ese látigo, dejándole rápidamente su piel roja. Golpes cada vez más fuerte. Onijko gritaba entre el dolor y placer. Tuve la sensación de que le gustaba ser tratada como una esclava. Le daban pequeño latigazos primero en una nalga, luego en la otra. Los golpes caían fuertes y precisos. -¡Ya basta! ¡Basta! ¡Me hacéis daño! - Cállate... cállate... tienes que estar en silencio. Quédate quieta o te dolerá mucho. - ¡No quiero seguir! ¡Desátame! - ¡Cierra la boca! Ahora viene la parte divertida. Te gustara mucho. - No ... no ... no quiero ! ¡No quiero! ¡Dejadme! Pero Rivka y Helena con fuerza y dulzura impusieron su voluntad y Onijko como una niña indefensa estaba abrumada. Helena se deslizaba entre las manos uno de eso guantes finos y transparente que utilizan los cirujanos para operar, casi una segunda piel. Se extendió luego vaselina en sus manos, cubriendo casi todo los dedos, se tumbó de nuevo entre las piernas de Onijko le abrió las nalgas y le metió dos dedos por detrás, dentro el orificio del culo ya muy húmedo. Moviéndolos con una habilidad, que nunca había visto a nadie hacer, casi de inmediato encontró el punto sensible. Onijko empezó a gritar de placer. Placer y dolor. Quería pero no quería. Luchaba contra si misma. Rivka con un gesto le quitó la máscara, puso el látigo en el suelo, y la sostuvo con firmeza por los hombros. Ya no podía moverse. Le dijo que estuviese calma, que se relajarse, que empujase el culo hacia fuera, para que pudiese penetrar más a hondo con los dedos. Le dijeron que moviese las nalgas. Y Onijko lo hizo. Lo hizo y se movía como si tuviera un miembro que la penetrase por detrás. Se movía con sensualidad, dulce, suave. Lentamente. Hasta hacerse penetrar hasta el fondo. Sentía un placer increíble. No paraba de gritar. Moviendo su cuerpo, y su culo, al compás el movimiento de los dedos de Helena. La estaban follando como lo haría un hombre. Se parece a una niña indefensa. Sus gritos eran cada vez más poderosos. Volvía la cara contra la cama, mordiendo las sabanas lanzó un profundo suspiro, y en una explosión de llanto, gritos, de gestos, en la agonía de un placer incontrolable, comenzó a perder el control y la voluntad de sí misma. Una vez más tuvo un orgasmo. Un grito violento y prolongado. Un placer indescriptible. Lo vi en la expresión de su cara. Después de esa última pasión, se relajaron junto a ella, acostándose a los lados, le desataron las manos, las piernas y comienzan a acariciarle dulcemente el cuerpo y a besarla con los labios en las partes rojas de su piel. Onijko en medio de ellas, parecía responder. Ahora se intercambiaban besos y caricias. Se entregó por completo, tal vez el placer experimentado le hizo bajar sus defensas. Un espectáculo sensual, dulce, hecho de suspiros, gemidos, que se extiende durante más de una hora antes de mis ojos. Helena desde detrás le extendió una crema en el culo con movimientos lentos y rotatorios. Rivka delante le besaba delicadamente los labios. Una maraña de cuerpos. Salimos del apartamento a las siete de la mañana. Sin decir una palabra simplemente intercambiándonos algunas miradas llegamos al Hotel. Nos lanzamos muertos y agotado en la cama hasta las seis de la tarde. Por la noche fuimos a cenar en nuestro restaurante favorito en el paseo marítimo, para abrir la última botella de vino. Había descubierto una de sus fantasías secretas. En cualquier caso no habría hecho más que aumentar nuestra complicidad. En definitiva ser cómplice de una mujer es compartir secretos que nunca tendrías el valor de confesar a nadie. Y que ella nunca hubiera vivido si no estuviera contigo. Al día siguiente partimos. Onijko para París yo para Barcelona. -Dime la verdad -le pregunté, mirándola a los ojos- ¿Te ha gustado lo de noche? - Me gustó mucho. Nunca me imaginé que podría ser tan hermoso. Aunque, a decir la verdad, me costó mucho relajarme.-Me dijo casi con un tono de disculpa por haber sentido placer- - ¿Qué pensabas cuando estaba allí? ¿Cuando te tocaban y te besaban, obligándote a hacer lo que querían? - Al principio pensé que era una broma, pero cuando me di cuenta que no era así, traté de luchar, de escapar, pero no pude. Entonces no sé por qué, pero en algún momento el dolor había desaparecido. Empecé a sentir placer. Era un placer para mí desconocido. Preferí entonces, déjame llevar y vivir esa experiencia. Y luego, el hecho de que tú estuviera allí mirándome, me daba tranquilidad y me excitaba aún más. - Pero aparte el placer físico, ¿Que es lo que sentía en esos momentos? - Cuando intentaba liberarme, para escapar, y me agarraban con fuerza, contra mi voluntad, me sentía como una esclava. Su esclava, obligada a su voluntad. Esta situación me excitó muchísimo. Sentía con un cierto pavor que empezaba a experimentar sensaciones que nunca había sentido antes. - Eres una mujer increíble -le dije con un susurro de voz-. En definitiva la complicidad es vivir juntos incluso las pequeñas cosas que la vida te presenta de una forma aleatoria. Una relación sin imaginación, se reduce con el tiempo a una acumulación de horas aburridas y banales. De hecho, la mayoría de las relaciones entre un hombre y una mujer parecen frías y distantes a primera vista. Son vividas con una tal pereza, lentitud y debilidad, que todos están insatisfechos del propio destino y aburrido de la vida. Aun que nadie hace nada para cambiar. A la mañana siguiente desayunamos juntos. Volábamos alrededor de las ocho de la tarde. Sentados en el bar nos mirábamos en silencio. Absorto en mis pensamientos me acordaba de la noche anterior. De vez en cuando me encontraba con los ojos de Onijko que silenciosa me espiaba. La gente a mí alrededor se movía envuelta por una cierta apatía. La música de una tienda de dulces flotaba en el aire. Todo parecía tranquilo, y calma, pero en mi mente reinaba la confusión, la ansiedad, la agitación. Los pensamientos no me dejaban un instante. “No había dado ni un paso para demostrarme que era importante para ella. Solo el silencio. Lo había querido destruir todo. Sin ninguna razón. Sin hablar. Escapando y escondiéndose como hace la gente pequeña. Había destrozado, desmenuzado mis sueños. Los sueños que quería realizar con ella. Solo con ella. Beh…Si tuviera que apostar por una hipótesis, diría, que se había dejado convencer o influenciar por algunos de sus amigos o amigas que no conocían ni tan siquiera una sola gota de agua del océano que vivía dentro de mi, y de lo que podríamos haber sentidos y vividos juntos, ella y yo, si nuestra historia hubiese continuado. Y entonces... no debía quedar nada. Nada de nada. Ni tan siquiera una piedra encima de otra. Como si nunca hubiera existido nada”. Cogí el móvil, cansado de esperar algo que nunca llegaría, y le envié un mensaje. " No me envíes ninguna foto. No me interesas más. Que te vaya bien con tu nuevo novio. Adiós " Con tristeza y una profunda desilusión para haberle creído, apreté la tecla de envío, y cerré para siempre ese capítulo. Salí de su vida, y de aquel teatro hecho de nada. Aquel gesto me procuro un dolor enorme, y se llevó gran parte de mi alegría. Pero el amor es el latir del corazón, el brillar del alma, la alegría de ver a una persona, y el deseo de estar con ella. Sin esto, el amor no es nada. No me gusta en una mujer la media palabra. No aguanto la hipocresía miserable. Detesto la mentira y el chismorreo. No quiero una mascara que se esconda y se escape por miedo. No me gustan los viles. Onijko rompió el silencio de mis pensamientos. -Quiero estar contigo. ¿Por qué no vienes a vivir a París? -dijo con un hilo de esperanza- La miré sonriendo sin decir una palabra. -Italiano, te necesito. No quiero vivir una simple aventura, quiero algo más. Algo que tenga sentido. No quiero ser la mujer del momento. - No puedo ya lo sabes -Le dije con cierta tristeza- ¡Y mi trabajo! No podría hacerlo en París. Debería empezar de cero. No, Onijko ya no tengo la fuerza para empezar de cero. Pero te prometo que nos veremos más. Tan a menudo como sea posible. - ¡Pues entonces vengo yo a vivir a Barcelona! Puedo permitírmelo lo sabes. Dejo París y vengo para quedarme contigo. - ¿Cómo? -le dije sorprendido- ¿Quieres dejar París? -sabía que la mujer que tenía delante hubiera tenido el valor de hacerlo-. - Me voy a vivir a Barcelona, y no necesito trabajar. He pensado mucho en ti durante este tiempo y tenia gana de verte. No quiero hacer pasar más tiempo sin ti. -Había algo de verdad en sus palabras, me di cuenta por la luz de sus ojos.- - Hacemos así... Ahora yo soy libre. No tengo a nadie que vive en mi corazón. No tengo a nadie que me mantenga despierto por la noche pensando en ella. Vamos a ver lo que va ha nascer entre nosotros, lo que sentimos, y luego decidimos. - ¡Está bien! Pero vamos a empezar ahora -me dijo con decisión- El próximo fin de semana tengo la oportunidad de pasar cinco días en Barcelona. Iré a verte. No pude decirle que no. He aprendido a dejar ir a quien no tiene intención de quedarse...a no esperar quien no va a regresar… a dar una oportunidad a quien la merece. Esta noche he reservado una mesa en Boccagrande , un restaurante de moda en la ciudad. Onijko está aquí. Esperando de pie cerca de la puerta, lista para salir. Me mira regalándome una sonrisa. Es de una belleza impresionante. Una vez que esta historia será publicada , saldremos los dos de la casa e iremos a cenar delante una botella de vino, para hablar de nosotros, y tal vez del futuro. Pero... una pregunta sigue dando vuelta en mi cabeza... ¿Realmente le gustó ser violada? Y el alma pregunta.

martes, 29 de octubre de 2013

Argelina

Hace tres días, me encontré por casualidad en el bar con un amigo que no veía desde hace mucho tiempo. Se había mudado a París hace dos años. Para festejar el encuentro y poder hablar tranquilamente, fuimos a cenar juntos. Nos intercambiamos así, las experiencias vividas por cada uno de nosotros, durante este tiempo en el que no nos hemos visto. Me contó su última historia de amor. Una historia muy insólita, tan insólita, que le pedí el permiso para escribirla y poderla publicar. Aceptó con una gran sonrisa. Le gusto la idea. Y, agregó que le daba alegría que lo hiciera. Así que... aquí está la historia de amor. Dedicado a mi amigo Marco Me levante de repente de la cama. Quería oír su voz. Había pensado toda la noche con ella, con la certeza de haber encontrado al amor de mi vida. Mi corazón latía con fuerza por la decisión que iba a tomar. Quería darle una linda e inesperada sorpresa. Seguro de que le gustaría. Traté de llamarla varias veces a su teléfono celular. Siempre fuera de servicio. Quizás todavía estaba durmiendo. Eran sólo las 11 de una mañana de domingo. Me dijo la noche anterior, que hoy iba a ser un día de mucho trabajo. Trabajaba también los domingos. Era tan humilde como hermosa. Por modestia no me dijo que tipo de trabajo hacia. Sé solo que trabajaba por su cuenta. En casa. Una profesional independiente. Podría ser una abogada, escritora, consultora de negocios, médica. Podría ser muchas de estas profesiones. Se intuía por su aspecto refinado, y por sus modales afable y educado, que era una mujer de un cierto nivel. Incluso su forma de vestir tan elegante y sobria, elogiaba una determinada profesión. Esa mañana, es decir, la mañana después de nuestro encuentro, quería darle una sorpresa, y compartir con ella la alegría de haberla conocido. -Me gustan los hombres imprevisibles y generosos- Me acordaba todavía sus palabras que se repetían dentro de mí... "imprevisible" Me presentaré con unas rosas rojas,-pensé-las más bellas de París, serán para ella. Yo era un hombre imprevisible... Me puse la chaqueta de cuero y los vaqueros de la noche anterior. Roto lateralmente, por aquel maldito clavo que salía de la puerta principal de la antigua casa de campo, donde nos escondimos como dos niños y nos besamos con una pasión incontrolable. Besos llenos de amor. Salí de casa con una perturbación de ansiedad que asaltaba mi cuerpo. Estaba emocionado como un niño. Cerré la puerta y me disparé caminando rápidamente hacia mi bicicleta. La tenia atada con un gran candado a un árbol a pocos metros de casa. Esa mañana, hacía un frío terrible a Paris. Pero yo estaba tan emocionado que no lo percibía. Hubiera desafiado el mundo entero por ella. Hubiera ido descalzo sobre la nieve para verla si era necesario. Me la imaginaba en la casa, esperándome pensando en mí. Sorprendida de verme llegar, se me tiraría al cuello, besándome alegre y feliz. Hubiéramos hecho el amor toda la noche, aislándonos de ese mundo corrupto e infiel. Yo la amaba, ella me amaba. Era mía, sólo mía, y yo ero suyo, sólo suyo. -Entre nosotros nacerá un grande amor-me dijo besándome con pasión-es la primera vez que me dejo llevar por un hombre. ¡Qué mujer! Dulce, sensible, inteligente, femenina, tímida, increíble. Siempre me han gustado las mujeres un poco reservadas. Y además… ¡qué cuerpo! ¡Qué cuerpo! ¡Qué formas! ¡Qué sensualidad! Cuando se movía, cuando caminaba. Era bellísima. Tenía ganas de gritar al mundo, el amor que sentía por ella. Me sentía en sintonía con todos. Comencé a pedalear rápido con el corazón palpitante. No sabía casi nada de ella. ¿Quién era? ¿Qué hacia? Todos detalles sin importancia cuando se ama. La conocí la noche anterior por primera vez. Estaba sola, tomando una copa de vino en uno de los café típico de Montmartre lleno de turistas que van en busca de un ambiente bohemio. Sus pelos negros y crispados le caían hasta el culo, como un racimo de uva. Las cejas negras gruesas le rodeaban aquellos dos ojos de pantera. Un vestido de encaje negro marcaba su cuerpo y los zapatos de tacón alto de color rojo fuego. Simple pero sofisticada. Bueno… a decir verdad, el vestido era demasiado transparente. Pero yo no hacia caso a estas cosas. Había trabajado en la moda y sabia cómo funcionaba. Se sorprendió al ver la expresión de mi cara cuando la vi. Se puso a reír divertida. -¿No has visto nunca una mujer? –me dijo-. -No a una como tú-le dije emocionado. Le dije algo de simpático. Sólo para empezar a hablar. Para romper ese muro invisible que nos separaba, y que dividida nuestro amor. Me senté a su lado. Comenzó a hablar, y a reír, por la divertida historia que le estaba contando. Sus ojos me miraban inteligentes y llenos de curiosidad. Ojos conectados con el alma. Su alma. Que ya quería la mía. Recuerdo que mirándola, pensé en ella como a un artista. Envuelta en encanto y misterio. Come si se tratara de una persona fuera del tiempo. ¡Pero si cierto! Cómo no lo había pensado antes. Una pintora famosa. Una escritora. Tal vez una que escribía poesía. Una romántica. Una que cree en el amor. Se veía que creía en el amor. No quiso venir a mi casa para hacer el amor. -Es demasiado pronto-me dijo-Me gustas mucho, pero quiero conocerte. No soy una mujer de las que hace el amor con el primero que encuentra en un bar. Tenemos tiempo. -Tenemos toda la vida si quieres-le dije con una sonrisa. Sin embargo, tenía razón. Siempre he tenido demasiada prisa con las mujeres. Pero no con ella. Esta vez quería hacer las cosas bien hechas. Con calma. Nunca hubiera invadido su libertad. Esperaré hasta que ella no se sienta preparada. Ganaremos juntos su timidez. Era una mujer especial para mi como ninguna otra. Sin embargo, aun que yo la deseaba, y me gustaba pensar en ella, algo me decía que no fuera a su casa aquel domingo. Ya me había pasado en la vida de hacer algo que no tenía que hacer con una mujer. Tal vez estaba realmente haciendo algo que no debería hacer. Tal vez era mejor no ir a su casa. Estaba lleno de duda y la cabeza me estallaba. -Llámame siempre antes de venir, estoy muy ocupada durante el día-me lo dijo varias veces- Pero ya estaba decidido. El amor no conoce barreras. Hacía mucho frío a París. El calor de mi cuerpo me salía por la boca como el humo de un cigarro. Tenía que parar de vez en cuando para frotarme las manos. Con las prisas por salir de casa, se me habían olvidado los guantes. Me detuve en un bar para tomar un café. Me senté a calentarme un poco, al lado de una vieja estufa de hierro forjado. Intenté de nuevo llamarla. Siempre fuera cobertura. Seguramente había dejado apagado el teléfono. Tal vez era mejor esperar un tiempo. Puede ser que estuviera reunida por negocios. Pero claro... era una manager. Claro. ¿Como no había pensado antes en esa posibilidad? ¡Qué tonto! Pagué a la barra y salí rápido y más ansioso de prima. Me sentía mejor después del café. Lleno de energía. Y la proximidad de la estufa había calentado mi cuerpo. Mi corazón latía más rápido que antes. Ya estaba cerca de su casa. Solo unos cientos de metros nos separaban. Vivía en el barrio árabe. Ella era argelina. Llegó sola a París para ganarse la vida. Por supuesto había llegado a la cumbre de una larga carrera. Recuerdo los detalles de su reloj. En oro con pequeñas brillantes .Costaba una fortuna. Recorrí la calle un poco en subida, mirando los gestos de las diversas razas que poblaban el barrio .Las tiendas estaban llenas de todos los tipos de mercancías. Me detuve en la esquina de una acera para recuperar el aliento. Ya no tenía 20 años. Ella tampoco. Una hermosa mujer soltera de 33 años. Yo tenía 45 años y conocía bien a las mujeres. Sabía ver las diferencias. Lo veía de lejos cuando una mujer era para mí, y ella lo era. Hubiéramos hecho una bella familia. Estaba seguro. ¿Por qué no se había casado? Su sueño era tener hijos, me lo dijo varias veces. Ella argelina yo italiano. ¿Podríamos entendernos? Tendré tiempo para averiguarlo. El amor es más importante que la razón. Todo parecía fácil y posible. El deseo de tenerla en mis brazos y hacerle el amor, hizo sombra a cualquier razonamiento lógico. Esto pasa a todos los hombres enamorados. Su timidez que le hacia alguna vez bajar la mirada, me emocionaba y me intrigaba Una mujer a la vieja usanza. Difícil al día de hoy encontrabas. Con valores inquebrantable y grandes virtudes. Tal vez la educación árabe poco permisiva había mantenido a esa pequeña perla, y no había contaminado su esencia. Estaba cansado de mujeres interesadas y materialista. Quería una persona más espiritual. Mientras recuperaba el aliento, vi en la esquina de la calle una pequeña tienda de flores. Entré y le compré unas rosas rojas. El símbolo del amor. Número impar. Tres. El numero que significa amor eterno. Lo dice también la cabala. Si regalas tres rosas ese amor no tendrá nunca fin. Mientras que la vieja señora de la tienda la enriquecía con hojas verde y varias bandas coloradas, observaba mi cara en el espejo detrás de ella. Una sola cara. La cara que tuve toda mi vida. Había cambiado con el tiempo. Hacía años que no gustaba a las mujeres como cuando tenía 30 años. Había engordado, perdido el pelo, y utilizaba gafas. No era lo que se podía llamar un sexy simbol. Las mujeres ya no me miraban más por en la calle. Pero a ella le gusté enseguida. Y mucho. No veía mi cuerpo, pero sí mi alma. Ella era mi alma estaba seguro. Tomé las rosas y apoyándola en el manillar de la bicicleta amarrándolas con dos dedos, empecé a pedalear más rápido. La puerta principal del edificio estaba abierta. No tenía que tocar el timbre, ni siquiera introducir el código para entrar. Quería hacerle una verdadera sorpresa y el caso me ayudaba. Antes de entrar, me detuve a mirar las ventanas de su apartamento. Séptimo piso sin ascensor. Todavía con las persianas bajadas. Tal vez estaba durmiendo. La idea de entrar en la cama caliente con ella, me hizo volar. Subí los 100 escalones que nos separaban como un verdadero atleta. Ya me sentía su hombre, su amor, su único gran amor. Desde fuera, delante la puerta de su apartamento, se oía la música. El olor a incienso salía de debajo de la puerta. Me acerqué con las orejas para escuchar. Mi corazón se le salía del pecho de emoción. Podía oír la risa. Voces. Era ella. Tal vez estaba cantando siguiendo con las palabras la música. Una risa o tal vez un gemido más fuerte vino a mí. Como un grito. Me armé de valor y llamé. Toque con la mano la puerta. Dos golpes seguidos y enérgicos. De repente la música bajo el volumen. No había ni risa, ni palabras. Un silencio inusual. Volví a llamar -Mi amor... amor... soy tu italiano-le dije con un tono de voz dulce y suave. Ábreme tengo una sorpresa para ti. Sabía cómo hablar con las mujeres. Oí el sonido del giro del mango. La puerta se abrió de repente y apareció ella, en su belleza escultural. Despeinada, descalza, estaba sosteniendo una sabana que cubría su cuerpo. Estaba toda desnuda, supuse. El pelo le caía sobre la cara. Los rizos negros largos. En las uñas de las manos como los de los pies se veía el esmalte de color rojo fuego. Sus dientes blancos como la nieve dejaron entrever una sonrisa. Pero no sonrió. No parecía súper feliz de verme. -Hola-me dijo con un tono un poco molesto, ¿Por qué no me llamaste? Me sorprendió como me recibió. Pero me recuperé de inmediato. -No lo sé- le dije asombrado -Pasaba por aquí, y quería verte. Para hablar contigo. He pensado toda la noche en ti. ¿Te estoy molestando, tal vez? -Estoy ocupada. Me contestó con un tono frío y distante. Casi indiferente. Parecía preocupada porque yo estaba allí. - Tenias que llamarme antes de venir, te lo había dicho. Ahora, ya no es como antes. Como anoche. Ahora todo ha cambiado. - Pero no... Pero no... ¿Que dices? Para mí sigues siendo la misma mujer maravillosa. Note que con el cuerpo estaba tratando de ocultar algo a su espalda. Detrás de ella. Fingiendo de moverme balanceé mi cabeza. Quería ver lo que había. Tenia que entender lo que pasaba. Vi los pies de un hombre que yacía en la cama. A juzgar por el tamaño debía ser de al menos dos metros de altura. Una voz fuerte y dura la llamaba y le ordenaba de regresar. -Pero, ¿quién es? Dile que no moleste más y que se vaya. ¡Y tu! vienes aquí…Te quiero aquí. Di un paso atrás con una sonrisa. El ramo de rosas se me cayó de las manos. Mi sangre se congeló. Tenía gana de llorar. No sabía si gritar o huir. El amor se terminó antes de empezar. No entendía. No entendía nada. No entendía por qué. -Disculpa-me dijo con voz dulce, -me tengo que ir. Estoy ocupada. Estoy trabajando. Y cerró la puerta en frente de mi cara. Yo estaba de pie en frente con la puerta cerrada, con la cabeza hacia abajo, con el alma destrozada. Ella me miraba por la rendija. Pude ver sus ojos. Una vez más la voz del hombre que le ordenó que se fuera. La rendija y la puerta se cerraron, y ella desapareció detrás. Unos segundos más tarde, la música alta de nuevo, la risa. No había ocurrido nada. Yo era parte de aquel nada. -Adiós amor – le grite enojado. Bajé las escaleras lentamente, llorando como un bebé. Estaba dispuesto a amarla para toda la vida. Le había regalado tres rosas. -¡Abusaran de su cuerpo! ¡Abusaran! Y no te dejaran nada. Yo estaba dispuesto a amarte-le grité a bajar las escaleras-El bulevar estaba lleno de luz, de hombres, de mujeres que pasaban delante de mis indiferentes a mi dolor. El mundo corría a mi lado, pero yo estaba solo. Pero, ¿que trabajo hacia? ¿Y quién era ese hombre? ¿Qué estabas haciendo en su casa? ¿Así que ella no vivía sola? No entendía porque estaba desnuda. Me había mentido. Entonces me vino una idea brillante. Entré en una de esa tienda de comunicaciones gestionadas por paquistanos. Compré un pase de 30 minutos para acceder a Internet. Inserté en el buscador central todos sus datos, hice clic sobre el teclado del ordenador, para descubrir la verdad. Me apareció en primera posición con un álbum de fotos. ¡Lo sabía! ¡Lo sabia! Era una persona famosa. Me puse las gafas y me acerque a la pantalla para leer mejor lo que decía. "" Sumeya la Perla de Oriente””. Tu esclava africana. Le delicias del amor. Educada y refinada, de elegante vestir. Con clase. Hermosa, caliente y sensual. De 33 años de edad. Inteligente y sincera. También disponible para viajar. Te hará sentir sensaciones maravillosas. Disponible para francés, tríos, lésbico, sadomaso. Para los hombres, mujeres, parejas. Hago penetración anal. Dispongo de apartamento. Reserva diaria o mensuales llamando por teléfono al…………. 1 hora € -1.000. 4 horas € -3500 Toda la noche € -5000 Fines de semana con cita previa. Servicio extra € -200 la hora. Para parejas descuento del 10% Para obtener más información, llame al.............. o puede mirar mi blog "" Sólo entonces me di cuenta de que no hubiera sido un amor posible. Caminaba por la calle con la cabeza gacha, con dolor en el alma y el corazón roto pensando en ella. Hubiera querido amarla para toda la vida. Pensaba…pensaba… Por supuesto, esa página, donde aparecía estaba muy bien hecha. Las fotos eran hermosas. Y la descripción en 5 idiomas... fantástica. Hecha por un profesional. Sin embargo, ¡sincera no!... Esto no tenía que escribirlo... ¡Sincera no!. No había sido sincera. A mi no me había dicho nada. Si me lo hubieran dicho….hubiese sido diferente. Quién sabe... bueno... ¿1000 euro la hora? Me parecía un poco caro. Era bella, es verdad pero… ¿pagar tanto? Tal vez, se negocio....tal vez... Si acepta 300 euros voy yo también. ¿Sabe que voy hacer? Le enviaré, un mensaje con el móvil y le haré mi oferta. Vamos a ver lo que dice. Si no hay amor…buscaré el placer. Si…solo el placer. Y el alma pregunta.

lunes, 14 de octubre de 2013

Castillos de arena

El mundo está lleno de gente extraña. Los que se enfrentan a la vida pensando sólo en las consecuencias, son los mismos que no comen un bollo porque nunca lo has probado; los que no corren para no sudar; los que no lloran para no parecer frágil; los que no viven por el miedo de arriesgar, y los que no aman por miedo a sufrir. Buscan certezas, y puntos de apoyo, y se aferran a estas como a sus convicciones. Nunca toman la iniciativa por temor a tener que jugar en la vida con una cierta arrogancia y con aquella presunción que a veces hace falta. Encerrados en su concha, no saben, que no hay nada de más trágico para la destrucción de la vida, que la repetición de lo idéntico. Aquella fiesta casual en casa de amigos común, nos puso a uno delante del otro. Ella, con sus certezas. Yo, con mis dudas. Tan diferente y tan cercanos. Empezó con frases banales, aquella larga charla entre una polémica y un simpático choque de opiniones. Sentada frente a mí, en mi propia mesa, me contradecía por lo que estaba diciendo, y criticaba mi forma de pensar tan diferente de la suya. Nuestras vidas habían nacido en extremos opuestos y también, la forma de verlas y de experimentarlas era diferente. Yo, con una camisa tejana demasiado usada, pantalones de algodón blancos desgarrados por los laterales, y zapatos de tenis. Un poco bronceado por los primeros rayos del sol de verano, llevaba el pelo largo, por debajo de los hombros, con una cola apretada por un elástico. Viajaba por el mundo con mi saco de dormir. Dormía aquí y allá, y me ganaba la vida dibujando caricaturas en la calle, a aquellos que todavía querían reírse y burlarse de sí mismos. Ella provenía de una rica familia aristocrática. Su única preocupación era esperar a que su padre le hiciera dirigir una de las muchas empresas familiares. Llevaba un vestido negro recortado por los lados, mediante el que se destacaban sus formas rebeldes y sensuales. Para llegar a conocer aquella belleza femenina que tenía escondida, se tenía que tener el tiempo de desabrochar aquella interminable fila de botones situados detrás de ella. Medias finas, negras, y zapatos de tacón alto. Vivía una historia de amor, si se puede llamar amor, con un hombre mucho mayor que ella. Uno de esos hombres empalagosos y monótonos que tienen la común virtud de aburrirte. No era feliz, se notaba por la curiosidad de sus preguntas, y por sus ojos sin brillo. -¿Quieres explicarme por qué viaja tanto? ¿Escapas o buscar algo? -Me preguntó con esa actitud arrogante de la persona que lo sabe todo, sin haber tenido el coraje de vivir- -Tal vez viaje para conocer el mundo y a mi mismo. Para descubrir cosas y personas diferente. Sensaciones nuevas y desconocidas. Superar los propios límites. Cuando se viaja, se logras ver todo desde otra dimensión. Se entiende por qué se tiene la gana de entender. Se tiene la conciencia de que la vida es mucho más que tener. Es el deseo de llenarse de momentos únicos. -Estar de viaje toda la vida, significa encontrarse en las manos una caja llena de insignificantes billetes de avión. -¿Y por que necesita tener algo en las manos? - le dije esbozando una sonrisa- ¿Para ser capaz de mostrarlo? ¿O para mantenerte ocupada como aquello que deja de fumar para comer golosinas? Puedo no tener nada en la mano y haber vivido bien mi tiempo. Quizás, a veces, el secreto de ser feliz sea sólo eso. Aprovechar del tiempo que tenemos a nuestra disposición y llenarlos con momentos interminables. También porque, nunca se sabe lo que te queda. Todo el mundo busca algo que, básicamente, no existe y, para lograr este objetivo, se concentran en el fin y se olvidan del camino. Como quien escala la montaña, y se olvida de ver el panorama, o quien, encerrado en su despacho, y preocupado en hacerse rico, no se da cuenta de que la vida cerca de él se le escapa silenciosa. Escuchaba con atención, aunque no parecía demasiado convencida de mis respuestas. -En vez de sacrificar, el tiempo y la vida para lograr un sueño ¿no es mejor hacer un sueño diferente cada día? -A veces, los que construyen castillos de arena son más feliz de los que construyen palacios de ladrillo macizo. El estímulo esta en el renacer. Reconstruir lo que no está es mucho más estimulante. Viajar me hace sentir bien y estimula mi ser. Empezar una nueva vida en cada país, aunque corta, no es cambiar de página, es cambiar de libreta. Como nacer y morir muchas veces. La vida te reserva siempre algo que ni siquiera te podría imaginar. Lo único que tienes que hacer es buscarlo. Todos los días, en la vida de cada uno de nosotros ocurren hechos que no se pueden explicar según la ley de las cosas que conocemos. Como el encuentro entre un hombre y una mujer. Esos detalles se olvidan, y el mismo misterio que nos os trajo, nos os quita, escondiéndonos el secreto de su mensaje. Conocer aquel mensaje es cambiar a veces el nuestro destino. -¿El encuentro entre un hombre y una mujer? -respondió sonriendo-Creo...que cuando las salidas son tan diferentes también los puntos de llegada no tienen mucho en común. Me angustió con esa respuesta banal que definía los límites de nuestras diferencias. ¡Pero que buena que eres en tus conclusiones! Y tal vez incluso lo ha pensado antes de contestar... ¿Crees que el amor entre un hombre y una mujer nazca sólo porque tiene un proyecto de vida en común? ¿Por qué son similares en todos los aspectos? ¿Viejos amigos? ¿Compañeros de clase recomendadas por las familias? ¿Misma manera de reír y de llorar? ¡No, amiga mía! Esto no es así. Esto no es amor, es la monotonía. El amor cómo la vida esta en las pequeñas grietas de la existencia. Se debe tener el coraje de limpiar la superficie para llegar al contenido. Tienen más posibilidad de encontrarse dos opuestos que dos paralelos. Es una ley física -le dije haciendo una mueca con la cara-. Irritada por mi respuesta, se levantó, puso sus manos sobre la mesa, inclinando el cuerpo hacia mí, con los cabellos que le caían por la cara y me replicó... -¡Lo sabes que eres muy simpático! Yo podría amar a un hombre solo si vivo bien con él. Si me das lo que quiero. Si me ayuda en mi proyecto de vida. Si me das la paz, la serenidad y la seguridad. Se necesita coherencia en el amor. -Pero ¿que estás diciendo? ¡Eres un poco egoísta! Sólo piensas en ti, y en tus necesidades, ¿por qué no te compras un perrito para tenerlo en casa? Vivir la monotonía de todos los días es más fácil, cómodo y práctico, pero menos estimulante. No estoy sorprendido por la estupidez con la que la mayoría de los seres humanos viven sus vidas, pero me sorprende la inteligencia que vive detrás de esta estupidez. Para muchos, como para ti en este caso, la monotonía de tu vida es la única manera de conocerte. Las personas monótonas tienen siempre una opinión coherente con lo que son y por lo que hacen. Confiados en sus certezas y convicciones, nunca dudan y solo afirman. Son grandes conocedores de la vida y del mundo, sin nunca haber salido de casa. -Habla el hombre que vive de pasiones... -¿Pasiones? ¿Pero no entiendes que si huyes de lo que hace brillar tu alma y latir tu corazón, la vida se convierte en un café de sabor amargo? -Con una expresión decepcionada añadí- Nunca pude entender cómo una persona no atiende al cambio del propio ser, mientras con vanidad, observa el cambio de su cuerpo. Ni siquiera el día siguiente es el mismo de el que ya ha pasado. ¿Cómo se puede ser coherente con las propias creencias cuando estas están expuestas al los cambios que se produce diariamente? Algunos hombres no se alejan de la monotonía y la banalidad de la vida cotidiana por una atracción de su propia incapacidad. Atraídos por su ineptitud frente a la vida, asumen una actitud, motivada por razones que son sólo excusas. ¡Se necesita valor para vivir, amiga mía! Y no hacer monótona la existencia, para que la existencia no resulte monótona. Asegúrese de que cada pequeño acontecimiento sea una maravilla, o una novedad... es la repetición de lo mismo. Tu crítica es la falta de imaginación para vivir la vida. Te sirve como excusa para esconderte, y para no hacer nada. -Pero los castillos de arena a una cierta edad se dejan de construir, ya que existen los deberes, las responsabilidades, las cosas concretas.-Me respondió con un tono más dulce y velado de una cierta tristeza-. -¿Y tal vez también busca una cierta estabilidad en tus deseos? Mira... tú, hermosa como eres, - le dije sonriendo para bajar el tono del diálogo- no deberías pasar la vida en busca de alguien a quien pudiera amar y vivir bien con él, debería buscar alguien que si te faltara, tu no sería mas capaz de vivir o de amar más. Si para sentirse más seguras buscas certezas y garantías, siento pena por ti, porque la vida por cuanto haga no podrá dártelo nunca. En la vida no se deja de jugar porque envejecemos, sino que envejecemos cuando dejamos de jugar. Cuando ya no tenemos la fuerza para sonreír y reírnos de lo que somos y hacemos todos los días, y lo tomamos todo en serio, significa que ya hemos entrado en el túnel de esa melancólica monotonía. El mundo necesita soñadores, y no personas concreta. Para sonreír un poco, y tomar la vida con un poco más de alegría, y tener por lo menos la ilusión de ser capaz de construir sus propios castillos de arena. Dentro de cien años ya no existiremos, y ese nadie puede evitarlo, ni siquiera tu. Me mira, y sin decir una palabra, me sonrío. En ese preciso momento entró en la habitación una amiga de ella. El mismo tipo. El mismo estilo. Se le acercó, le tocó el pelo hasta acariciar con su mano el culo. Ella, todavía sonriendo me miró, se dio la vuelta hacia la amiga y le dio un beso. Como si yo no existiera, empezaron a besarse, abrazándose apasionadamente. Me quedé allí, sentado, en silencio, con los ojos abiertos, sorprendido al ver esa escena. No me lo podía imaginar esto. Luego se volvió hacia mí y con su sonrisa pícara me dijo... -Como puede ver también yo he construido y vivo mis castillos de arena. Se despidió y, abrazada a su amiga, se fue. Y el alma pregunta.