martes, 20 de agosto de 2013

Entre mi...


Entre mí…




Estoy dentro este cuerpo como si estuviera asomado a un viejo balcón que está a punto de caer, y veo pasar mí vida, la cual ya no es mía.
Miro a mí alrededor. Atolondrado e indiferente observo las existencias que se mueve sin entenderla. Nada tiene ya sentido para mí. Un moverse de sombras sin rostro. Ruidos sin sonido. Voces sin sentido.
Mi celebro abandonado por mi corazón, se esfuerza por hacer su trabajo, enérgico e incansable, triste y afligido, por mi modo de vivir día a día.
Los pensamientos corren rápidos, uno detrás de el otro. Pasan hiriéndome  y huyen, dejándome con el recuerdo de aquella herida.  A veces, trato de retener, al menos aquellos que me podrían ayudar.
Me agarro con fuerza para no perderlo, pero se me desperdigan, dejándome solo, con otros pensamientos, que se introducen amenazantes dentro de mí.
Son las dos de las noches. Una noche fría y silenciosa, rota  sólo por el sonido de la lluvia que cae  implacable sobre la ciudad, casi queriéndola limpiar de sus injusticias.
No será una noche fácil. Tal vez ni siquiera seré  capaz de vivirla.  A veces, no encuentro estímulo o sentido para ver las luces del día de después.
Me he emborrachado, como  cada noche, con una botella de whisky, escondido en un viejo bar sucio y maloliente, evitado por los turistas y frecuentado por los lugareños.
Para ahogar mis pensamientos, mis recuerdos, mis preocupaciones.  La ansiedad que me abruma el pecho.
El alcohol de fuerte gradación y de mala calidad, me llega  a la cabeza, borrando los recuerdos, y me transporta a una realidad violenta que nace dentro de mí.
Pero esta noche, a diferencia de las otras noches, algo de extraño está ocurriendo.
A pesar de que podría tropezar y golpearme  en cada rincón si trato de levantarme y caminar, estoy, sin darme cuenta, recuperando  una cierta claridad de razonamiento.
Aunque, estoy  moralmente destruido y físicamente cansado, el ambiente pobre que me rodea, de este bar, impide que me relaje.
Había aprendido a escapar antes los obstáculos de la vida, tratando de escabullirme a unas  realidades que sólo podían causarme dolor.  Me escondía detrás de convenientes mentiras,  falsas opiniones,  o pretextos banales, dichos por otras personas o por amigos, que realmente no eran tal.
Mentiras, que quería escuchar y hacer mías, como  ilusorias  verdades. Pero cuando se acaba  el efecto del alcohol, al igual que cualquier efecto que se utiliza para no pensar, para olvidar, o  no recordar, todo vuelve a ser como antes.
Igual que cualquier cosa no superada  y reprimida con la fuerza de la voluntad, vuelve a nosotros con un mayor empuje. La verdad es la verdad. La mentira es la mentira.
Y el dolor y la tristeza, aumenta.
En los momentos de mala suerte, si así se me permite llamarlos, el hombre  busca el confort, de su dolor, y de su tristeza, en el dolor de los demás, para así  tranquilizar su condición.  Sabe que no está sólo en ese túnel oscuro que a veces la vida nos obliga a vivir. Un tipo de actitud ridícula a mis ojos, y para mi modo de ver las cosas y de entender  la vida. No acepto este tipo de falsa solidaridad que une a las personas débiles. Siempre he preferido el silencio y la soledad como refugio, evitando el contagio de otras personas, que a pesar de estar cercanas y de ser solidarias conmigo, no podrían entender lo que realmente vive en el interior, y en las profundidades del alma de un hombre que sufre. El dolor y la tristeza son tan personales que sólo quien la experimenta puede encontrar el modo de salir, y de volver a la superficie, para continuar viviendo lo que queda de una vida que te ha abandonado.
Los sentimientos que a veces me asaltan, me obligan a aislarme, y a concentrarme en mí mismo, tratando de encontrar la fuerza para reaccionar.
A menudo me han acusado y criticado, juzgándome superficialmente,  personas que ni siquiera conocían una partícula de mí ser. Muchas veces, he aceptado con una sonrisa triste y amarga esas simplezas, dichas con demasiada frivolidad.
Los otros, los que nos rodean, pueden juzgar solo la apariencia. Lo que es fácil de ver. Nada más.
Son buenos para dar a sí mismos, unas razones lógicas de una definición trivial, de algo para ellos desconocido.
Entregándose a su incapacidad y falta de criterio, por un espíritu que une a los débiles, y a quien no tienen alma. Tienen demasiada prisa para dar su opinión y aconsejar. Sin tener en cuenta los hechos  vividos. Sin  preguntarse el porqué de esa mía actitud, poseída, sufrida  o impuesta.  No sé si esta gente, siempre dispuesta a levantar la mano con  un simple y ordinario gesto, puede   imaginar por un momento, que un día  ya pasado, comencé una metamorfosis, que me llevó por la fuerza, a cambiar mis relaciones con el mundo que me rodeaba.
Me han hecho siempre  sonreír, las personas que descubren un sentido de hermandad, juntándose uno con el otro en la misma bajeza. Una actitud que los apartas  del deber de actuar. Este tipo de viscosa hermandad, es repugnante para mí y no hace más que aumentar la distancia entre ellos y yo.  Pocos pueden entender que la semilla de la infelicidad y de la  tristeza interior, a menudo  esta escondida detrás de una felicidad y un éxito aparente.
Cuando ella se fue… destruyendo sin motivo, algo de hermoso que estaba naciendo entre nosotros, el mundo se me cayó encima. Mi vida cambió de repente,  y el peso de la noche, me aplastó, impidiéndome moverme, reaccionar, pensar.  En el instante en que la perdía, sólo entonces, comenzó un largo período de desesperación y desolación en el que mi escenario de vida pasada, parecía remoto e insignificante en comparación.
Pensamientos y recuerdos que me destruyan en cada momento. Yo, era el único actor de un teatro sin luces. No había  espectadores presentes. Solo  yo, con mi dolor, con
que tenia que vivir día y  noche.
Y mientras el día se hacia más ligero debido a la apretada agenda, por la  noche, sumergido en la oscuridad y en el silencio, reaparecía amenazante con su fuerza, rompiendo mi  corazón y aplastando mi alma.
Cuando  se fue, sin decir una palabra, cerrando la puerta con fuerza detrás de ella, me tiré en la cama, a la luz del cabo de una vela, con el vacío en el alma, y con el corazón quebrado en mil pedazos. Quería llamarla, y  gritarle que no se fuera, pero no me dio tiempo de hacerlo. Quería irse. Ya tenia da tiempo preparado otro plan.
Me quedé allí, acostado, mirando el techo durante dos días sin salir de aquella habitación alquilada, donde pasamos unos  momentos intensos.
Nos amábamos para no perderse nunca más. Unimos nuestras almas y nuestros cuerpos en una promesa de amor eterno. Después de esa noche, era impensable para mí volver a la vida y enfrentar al mundo sin ella.
Un mundo que dejé detrás de mí, como un recuerdo lejano y ya vivido, volvió a aparecer a mi puerta.
Los días que siguieron a aquella triste noche, se cruzaron por un desierto sin fin. Un desierto en el desierto.
Me quería morir, desaparecer, por no haber sido capaz de manejar aquella pequeña partícula, de belleza, de felicidad, de alegría, de amor, que la vida me había regalado por azar.
Ahora…a pesar de todo, aunque estoy solo, no volveré a vivir  más, aquel mundo, hecho por mujeres maravillosas, luces deslumbrantes, e noches mágicas.
Ya no quiero, vivir relaciones superficiales o aventuras nocturnas que una vez vivida  te dejan con un sabor amargo. Estoy cansado de aquel triste teatro, que ya viví por mucho tiempo.  Ese hombre ya no me pertenece.
Seguiré buscando  una mujer, para poder amar y  para crear junto a ella un futuro.
Un futuro lleno de amor que nos reúnas en un único abrazo. Una relación de amantes, cómplices, aliados,  y amigos, ante todo lo que la vida tiene para ofrecer.
Enfrentándonos sin miedo a los obstáculos si nos aparecen,
y una vez superado, reírse  como se no hubiera pasado nada, sabiendo  de poder siempre contar uno con el otro, como en una alianza eterna.
Un Amore profondo come un oceano”
Si el destino ha diseñado esta mujer, también para mí, la encontrare a pesar de todo. Si, pero ha pensado algo diferente, tendré que aceptarlo.
Pero en una cosa no cederé nunca…nunca.
No aceptaré  ninguna relación de conveniencia para evitar la soledad. No cuestionaré lo que soy. Lo que quiero. Lo que vive dentro de mí. Lo que mi alma me obliga a buscar para regalarme la alegría.
Antes de someterse a esa mezquindad…prefiero estar solo.
Por desgracia, la vida está rodeada del irrevocable y el hombre se ve obligado a superar este obstáculo si quiere seguir adelante.  Muchas situaciones en este escenario que nos vemos obligados a vivir, son irrevocables, y nos obligan a pagar por las consecuencias de nuestras elecciones.
Por que el hombre pueda  llegar a ser hombre debe ser capaz de superar esta irrevocabilidad de las cosas con la conciencia tranquila.
Al caminar a sola por las calles de la ciudad, observo con curiosidad  la gente a mí alrededor. Algunos de ellos, apresurado y estresado corren con el único, objetivo de ganar tiempo para hacer más, y tener  la ilusión de vivir. Están  tan confundidos en sus carreras, ocupando cada momento con miles de compromisos, que no pueden distinguir entre la necesidad y la prioridad.
Buscan desesperadamente el éxito  para poder creer a una felicidad ilusoria  que vendrá, y se olvidan de vivir sus vidas.  No perciben que lo único que  importa, cuando cae el telón, y las luces se apagan, es lo que permanece dentro de nosotros de lo que nos ha hecho brillar el alma.
Negar una experiencia, incluso si negativa, sería como
cerrar los labios a la vida con una mentira.
La mayoría de las veces la verdad no es lo que se dice, casi nunca lo que se cree, ni siquiera lo que se ve.
La verdad es sólo lo que queremos que sea.
Ninguna adversidad de la vida, ningún gran dolor, ningún amor que me ha roto el alma ha sido lo suficientemente fuerte  para acabar conmigo.  Siempre me he levantado.
Y cuando he decido que era llegado el momento de decir basta, he desaparecido como si nunca hubiera existido.
Y si alguien no esta convencido de mi, o de lo que yo diga, que se vaya. Que se vaya lejos y que sea feliz.
Todo lo que me devuelve de nuevo a mí mismo, valía la pena de ser vivido, porque una vez pasado ha hecho de mí un hombre más fuerte.
La oscuridad asusta a los débiles y hace que los conejos se escondan. Los débil sin luz no saben vivir, y buscan lo que mas le conviene renunciando a lo que hizo brillar su alma, lo que podía ser…un Amore profondo come un oceano”
Y la pregunta alma

No hay comentarios:

Publicar un comentario