domingo, 12 de abril de 2020

ESTADO DE ANIMO

Nadie puede deshacerse de su pasado. Un tiempo que se ha visto forzado a vivir por elección, por obligación, o tal vez, porque no se tenía otra alternativa. Se lleva dentro, y cualquier cosa que se haga debe ser sopesada en la balanza de las experiencias vividas anteriormente, que a veces, estrechan la visión de las oportunidades presentes.
Sólo quien presta atención a sus conflictos internos y es consciente de su desarmonía, puede elevar sus pensamientos y superarse a sí mismo. Y entender, que la soledad de la que escapa, es la única forma que tiene a su disposición para hacer que su existencia sea lo más resistente posible a las adversidades de la vida, que sin buscarlas, se presentarán algún día.
A menudo, el mundo no me pertenece, no me refleja, y no me gusta perderme en él. Pensar de ser como uno de los tantos, ocupados solo a correr atrás cosas triviales e inconsistentes para obtener un poco de poderío y poder decir de haber vivido, me entristece enormemente. Siento que, dentro de mí, vive mucho más de lo que la gente puede ver. Tengo mucho más para dar de lo que la gente puede creer. Y, aunque mi mirada, mi aliento y mis gestos hablen por mí, la masa en su conjunto no puede entenderlo, porque no posee esa sensibilidad humana indispensable para poder leer los mensajes de una vida que pasa cerca de ellos.
Hay días en los que me enfado con todo el mundo y para volver a respirar de nuevo, tengo que aislarme y encerrarme en mí mismo. Entonces entro un bar, uno cualquiera, y sentado en una mesa delante de un café, observo con curiosidad a los demás que pasan ante mí, intentando descubrir sus secretos escondidos en sus apariencias. El único pensamiento que me pasa por la cabeza en aquel momento, es intentar comprender dónde me he equivocado para tener que pagar, a veces, un precio tan alto que representa la pérdida de mi serenidad. En aquel silencioso instante de vida, mis pensamientos se detienen, mi corazón deja de seguir el ritmo habitual y el mundo parece volverse hostil y venir hacia mí para aplastarme con su peso. Pero aun así, no puedo adaptarme a aquel mundo superficial tratando de ser diferente de lo que soy, porque al hacerlo, perdería mi personalidad, mi carácter, y mi esencia como hombre no valdría nada. Me convertiría, simplemente, en un algo privo de definición, trivial e insignificante. Prefiero entonces estar a solas conmigo mismo y luchar contra mis angustias agarrándome a aquel hilo de esperanza que me dice, que al final saldré victorioso.
Estoy cansado, inmensamente cansado de buscar cada día, esa paciencia que tengo que encontrar para soportar un tipo de gente que no me gusta. Cansado de esa sensatez que a veces debo tener, para seguir adelante y no explotar. Cansado también de esa tolerancia que muchas veces debo adoptar para soportar la imbecilidad y las comunes conversaciones de gente que a mí no interesa. No me importa nada de las personas que se fueron, dejaron de existir en mi vida. Y tampoco me importan aquellas personas que han entrado en mi vida intentando lograrlo todo sin dar nada a cambio. Y tampoco me importan las opiniones fútiles, de aquellas personas que, sin conocerme, piensan de saberlo todo sobre mí.
No me importa nada de todo eso.
No soy capaz de reírme cuando no hay nada de lo que reírse, de ir a las fiestas para no estar solo, o de buscar forzosamente la compañía de alguien, rechazo este teatro que lo único que consigue es entristecerme. Tal vez, con esta actitud, manifiesto una cierta intolerancia a vivir las relaciones con los demás, pero, para regenerarme, no necesito caer en conversaciones inconsistentes, amistades pasajeras, encuentros inútiles, o amores que no saben amar. Necesito encontrarme a mí mismo, y tomar consciencia de donde estoy.
Con el tiempo he aprendido a descifrar las facetas, las palabras, las actitudes de las personas con las que me he tropezado. A distinguir quién valía la pena, de quien, por muchos esfuerzos que hiciera, nunca llegaría a valer algo. He superado las decepciones, las maldades, las traiciones y las derrotas. Y en ese afán, he conseguido las mejores armas para seguir adelante, la experiencia, el sexto sentido, la sabiduría, el valor de creer en mí mismo.
Porqué no se puede ganar a quien no está dispuesto a rendirse, y no siempre perder una batalla equivale a ser derrotado. A veces puede ser el punto de partida hacia grandes victorias.
He empezado a dar la espalda a aquellos que no eran dignos de estar a mi lado, porque incapaces de entender los valores sobre los que yo había construido mi vida. He aprendido a no mostrar mi verdadero rostro a aquellos que siempre, y solo, han mostrado la cara que más le convenía en cada momento. He dejado también pedazos de mi corazón dentro personas que ni siquiera se merecían de conocerme, y palabras escritas en mensajes que nunca fueron leídos, o puede ser, que estos mensajes nunca fueran entendidos. He dejado lo bueno de mí, en heridas que se me han infligido, y en recuerdos que no valía la pena recordar. Pero he seguido hacia adelante, solo conmigo mismo, porque era lo único que tenia.
Me he vuelto intolerante a todas esas palabras vacías de contenido que a veces la gente dice por las circunstancias del caso. Intolerante a las mentiras, a la poca lealtad, a la falta de coherencia y a la poca personalidad de muchas personas. Intolerante a quien tiene siempre un segundo fin o un interés personal y egoísta. Intolerante a los abrazos por conveniencia, a las sonrisas del momento, a las declaraciones platéales, y a los amigos o a los amores que nunca lo han sido realmente.
Hoy vivo para mí y para las pocas personas que han dado color y sabor a mi vida. Para mí es suficiente tener el afecto de quien vale y de quien está cerca de mí, de quien con su presencia me trasmite serenidad. No me interesa salvar a nadie, y el poco tiempo que tengo a disposición me alcanza solo para salvarme a mí mismo. Aunque estoy y estaré siempre para quien lo merezca y para aquellos que necesiten una mano. Pero miro mucho a quien la tiendo. La dureza que me acompaña puede parecer excesiva a los ojos del mundo, pero aquellos que nunca se han molestado en conocerme pueden pensar lo que quieran, no me importa. No alardeo nada en la vida, solo de lo que he vivido, que en definitiva es lo que llevo dentro de mí, y representa lo que he llegado a ser.
Con el tiempo he entendido que incluso de la tristeza, de una derrota o de un dolor hay mucho que aprender para crecer. He entendido que en la vida se debe tener el valor de dejar espacio, en la amistad y en el amor, a aquellas pocas personas que poseen una sustancia humana, un peso, una profundidad de ánimo. Que saben cómo sacar lo mejor de ti y que quieren estar a tu lado, en cualquier momento y en cualquier situación, enfrentado contigo cualquier adversidad de la vida. Solo con ese tipo de persona no te sentirás nunca solo, porque serán capaces, con una sonrisa y con el amor que tienen para darte, de llenar su presencia, tus espacios vacíos. Por eso son grandes.
Y el alma pregunta
<a href="https://elalmapregunta.files.wordpress.com/…/137-stato-de-a…" title="137 STATO DE ANIMO ITALIANO">137 STATO DE ANIMO ITALIANO</a>





No hay comentarios:

Publicar un comentario